Las necesidades del sector marítimo ofrecen una oportunidad interesante para países de las Américas trabajando por promover biocombustibles para sustituir los derivados del petróleo y que no compitan con la producción de alimentos, entre ellos destacan Chile, Uruguay, Costa Rica y EEUU.
Los biocombustibles de segunda generación utilizan desechos agropecuarios como la boñiga del ganado, astillas y residuos de madera y en general desechos orgánicos como la broza del café y la granza del arroz. Con ellos se generan combustibles de alta densidad energética como el bio-metano (CH4) y el bio-metanol (CH3OH). En los modelos y escenarios que la prestigiosa firma McKinsey y la Agencia Internacional de Energía publicaron hace unas semanas, se describe el bioetanol como el combustible de transición a partir del 2030, el bio-metanol como el que estaría disponible a partir del 2040 y el amonio (NH3) como el electro combustible probablemente producido con Hidrógeno verde como el más promisorio pero que solo estaría disponible en el largo plazo.
Les invito a leer los 3 artículos publicados por la prestigiosa empresa norteamericana McKinsey, sobre los caminos para que la industria marítima pueda alcanzar la CO2 neutralidad para el 2050 (Charting global shipping’s path to zero carbon | McKinsey).
Los artículos de McKinsey sugieren varios mecanismos para acelerar la producción de los biocombustibles de segunda generación, tales como incentivos, leyes habilitantes y un sistema de pagos a los ganaderos y agricultores que acepten participar en la producción de los nuevos combustibles. Se sugiere que un pago de $50 dólares por tonelada de CO2e; sería un incentivo suficiente para que los ganaderos y los agricultores participen en este nuevo mercado. El viernes 5 de febrero del 2022 el precio en Europa por tonelada de CO2e alcanzó los 94 euros (equivalente $107), a ese precio los ganaderos y agricultores hubiesen obtenido pingües ganancias.
La industria marítima es responsable de cerca del 3% del total de las emisiones de CO2e anuales, esa cifra corresponde hoy a unos 1.1 gigatones de toneladas de CO2e. En otras palabras, el costo para el sector marítimo mundial de tornarse en uno neutro es mayor a $55 millardos ($55 billones anuales usando la terminología del inglés a un precio promedio de $50 por tonelada). El sector agropecuario de Latinoamérica puede beneficiarse al producir esos nuevos productos aumentando así la rentabilidad de sus fincas y operaciones.
Desde el año 1996, Costa Rica tiene un sistema de pago de servicios ambientales para pequeños productores que hasta ahora no ha incluido ni a la ganadería ni al manejo de desechos agrícolas. Sería cuestión de ampliar y modernizar los PSA, que maneja bien el FONAFIFO, para ayudar a producir un nuevo producto de exportación que además no compite con la producción de alimentos pues –como explicamos arriba- los biocombustibles de segunda generación se producen utilizando desechos agropecuarios.
Hace unos años visité lecherías experimentales, que las empresas del instituto costarricense de electricidad (ICE), pusieron a producir energía con desechos agropecuarios en la zona de Coronado, provincia de San José. Naturalmente, otro beneficio fue que también se redujo la contaminación de ríos y fincas. Simultáneamente, el ICE y sus empresas, experimentaron en algunos de los rellenos sanitarios (i.e. Rio Azul) la utilización del metano de la basura depositada allí con un sistema simple de pozos, tuberías de transporte del gas y generadores para la producción de electricidad. Existe pues, en Costa Rica y en varios países de la región, el conocimiento local derivado de planes piloto realizados desde hace más de 10 años tanto en lecherías como en rellenos sanitarios urbanos.
Lo que antes no había era un sector como el naviero que necesitara de esos biocombustibles de segunda generación ¿Nos atrevemos a generar un nuevo producto de exportación? Impulsamos a ganaderos y lecheros de la región a agregar valor a sus productos y a generar nuevas opciones exportables.