Hay una escena en la serie Futurama en donde el profesor Farnsworth recuerda que construyó un aparato llamado oloroscopio para olfatear los lejanos cuerpos celestes. Fry, luego de asombrarse de sentir algunos olores de planetas remotos, con un poco de humor, menciona: “Mientras no me hagas oler a Urano…”. La frase causa curiosidad por querer saber por qué Fry no quiere oler Urano y deja en el aire una pregunta aparentemente absurda pero genuinamente intrigante. ¿A qué huele Urano? ¿Podríamos realmente saber a qué huele un planeta? Y si así fuera, ¿cómo es que sabemos las características, como el olor, de un lugar tan lejano?

El interés por conocer los aromas del cosmos no se queda en la superficie de una broma. Aunque aún no existe un oloroscopio como el del profesor Farnsworth, la ciencia ha encontrado métodos para descifrar la composición química de los planetas y otros cuerpos celestes y, con ello, inferir sus posibles olores. Urano, el octavo planeta de nuestro sistema solar, tiene un tono azul verdoso que seguramente hemos visto en alguna fotografía de libro o revista, o en alguna película o video documental. Ese color azul verdoso se debe al metano en su atmósfera. Este gas absorbe la luz, creando el característico tono que reconocemos, pero también es el culpable de un aroma característico que conocemos aquí en la Tierra y que se asocia con el desagradable olor del gas natural y de ciertos alimentos o materia orgánica en descomposición.

Pero en el caso de Urano, no es solo el metano, el planeta también contiene también compuestos sulfurados es decir con azufre como el sulfuro de hidrógeno, el responsable de un hedor similar al de huevos podridos o, en términos coloquiales, a flatulencias, aunque tendríamos que internarnos mucho en la atmosfera para ya sentir esos olores. Así que, si alguna vez pudieras acercarte, entrar y oler Urano, la experiencia sería, por decir lo menos, poco placentera. Ahora si ya entendemos un poco más por que Fry prefiere no oler Urano.

¿Cómo sabemos entonces que un lugar tan distante como Urano, donde nunca hemos estado, podría tener este tipo de aroma? La respuesta está en la espectroscopía, una técnica que permite descomponer la luz en sus distintas longitudes de onda para identificar las sustancias presentes en el objeto que emite o refleja esa luz. Cada átomo, molécula o compuesto tiene una especie de huella dactilar única en el espectro electromagnético. El espectro electromagnético representa diferentes tipos de energía que viajan en forma de ondas. Estas ondas pueden ser muy grandes, como las ondas de radio, o muy pequeñas, como los rayos gamma. Este espectro no solo incluye energía de la luz que podemos ver como los colores del arcoíris, sino también otras formas de luz que nuestros ojos no pueden ver, como los rayos X, la luz ultravioleta, el infrarrojo o las ondas de radio.

Así, al analizar este espectro que atraviesa una atmósfera como la de Urano u otros planetas, podemos identificar compuestos específicos, como el sulfuro de hidrógeno y el metano, que nos permiten saber gracias a qué tienen cómo serían sus olores. Esta misma técnica se aplica para descubrir componentes en atmósferas de exoplanetas, estrellas, zonas en el espacio exterior, etc. y aunque no sepamos aún todo sobre esos planetas distantes, los espectros nos hablan de muchas de sus características, y, por lo tanto, de sus posibles perfiles aromáticos.

La espectroscopía es una técnica hermosa y ha revelado al ser humano mucho más de lo que esperaba. Hay lugares en el universo que tal vez nunca podremos ir, ni siquiera acercarnos, pero gracias al espectroscopio podemos, desde lejos, conocer las propiedades de dichos lugares y hacer la analogía a aromas que nos recuerda algo de la Tierra. Venus, por ejemplo, con su atmósfera cargada de compuestos sulfurados, tendría un olor penetrante y ácido, similar al de una fábrica de productos químicos de limpieza. Su atmósfera densa y tóxica está compuesta principalmente de dióxido de carbono y compuestos de azufre, las nubes de ácido sulfúrico que lo rodean no solo harían que el planeta fuese inhóspito y lo es, sino que también emanaría un aroma igual al del azufre, el cual ya conocemos en la Tierra.

En pocas palabras, Venus olería como un laboratorio químico que trabaja con azufre o como los humos de una fábrica de productos industriales que trabajan con azufre y debido a los gases de dióxido de azufre a un hedor como huevos podridos, aunque no haya ni una gallina que ponga huevos o un solo huevo en todo el planeta. Si un humano lograra sobrevivir a todas las caracterícas extremas del planeta vecino seguramente sentiría un olor picante y nauseabundo que permanecería en su nariz mucho tiempo.

Otro ejemplo fascinante es Neptuno que, aunque tiene un color similar a Urano y tiene un tanto de contenido de metano, no tiene el mismo olor que su vecino. Gracias a las observaciones se ha detectado que Neptuno tiene abundante, exteriormente, Hidrógeno y Helio en su atmosfera, gases que son inodoros y tendríamos nuevamente que internarnos más y más en su atmósfera como en el caso de Urano para sentir otros olores más fuertes que también son sulfurados. Júpiter, el planeta más grande de nuestro sistema, tendría varios olores según en la parte que te encuentres. Algunas capas tendrían un olor como a productos de limpieza u orina propia del amoniaco, otras capas aromas de huevos podridos que ya sabemos que provienen de sustancias con azufre, y algunas capas llegarían a tener fragancias suaves como la de las almendras, pero peligrosísimas debido a su composición de cianuro de hidrogeno.

Algunas observaciones han detectado que incluso las estrellas o zonas en el espacio exterior podrían tener aromas interesantes. Una estrella como nuestro Sol, hecha principalmente de hidrógeno y helio, carece de los compuestos pesados que podrían emitir olores y seria inodora, pero en otros tipos de estrellas, como las gigantes rojas, es probable que se formen moléculas que generen aromas en el vacío estelar. Sin embargo, es más un ejercicio de imaginación científica, ya que la composición de estos cuerpos supera las temperaturas y condiciones donde el olfato humano tendría cabida. Para nosotros, el hidrógeno y el helio son gases inodoros, pero en combinación con otros elementos y bajo las intensas fuerzas y temperaturas de una estrella, podríamos teorizar que ciertos aromas interestelares surgirían de la combustión de elementos más complejos en su núcleo.

Algunos científicos han detectado compuestos orgánicos en nubes de polvo en la galaxia y las han asemejado a fragancias mas agradables como las de frutas. Saber eso no solo es atractivo para imaginar el olor de esos lugares tan distantes sino también asombran a los científicos ya que encontrar estos compuestos orgánicos como aminoácidos entre otras sustancias en el espacio exterior, hace que los científicos puedan comprender más las moléculas complejas que son vitales para la vida.

Al final del episodio, el profesor Farnsworth le dice a Fry que los astrónomos han cambiado el nombre de Urano para evitar las bromas incómodas. Fry, con su habitual confusión, pregunta cuál es el nuevo nombre, y el profesor responde: “Urecto”. La escena, aunque humorística, nos recuerda que incluso los planetas pueden despertar en nosotros emociones y asociaciones, desde lo sublime hasta lo cotidiano. A través de la ciencia, descubrimos que el cosmos tiene no solo colores y temperaturas o luces que no ven nuestros ojos, sino también texturas y posibles aromas, y que gracias a la ciencia no es necesario acercarnos para saber cómo puede ser algo. Así que, la próxima vez que contemples el cielo estrellado, imagina que cada luz distante guarda en sí no solo una historia, sino también un posible aroma que la ciencia ha empezado a develar.