Fue una conversación cálida y fluida con Elisa Loncón, en torno a intereses culturales y políticos comunes. Ella estuvo, hace poco, en Galicia, consolidando los vínculos de cooperación con personeros de la cultura y representantes del Bloque Nacionalista Gallego, encabezados por Ana Pontón y nuestra amiga Ana Miranda.
Acordamos organizar un ciclo de conferencias sobre: «La importancia de recuperar, preservar y extender el uso cotidiano y creativo de las lenguas vernáculas; en este caso, el mapudungun y el gallego, hermanados desde el año 2004».
Asimismo, recurrir a todas las instancias para incentivar la enseñanza del mapudungun en las escuelas de la Araucanía, Walmapu, mediante el sistema de «inmersión lingüística» que ha rendido buenos frutos en Cataluña, sin haber logrado instaurarlo en Galicia. Establecer programas de intercambio entre la autonomía gallega y sus pares del pueblo Mapuche, con la presencia y la activa participación de la eurodiputada Ana Miranda, gallega, dirigente del BNG (Bloque Nacionalista Gallego).
Elisa Loncón se refirió a la antología poética La luna de los brotes fríos, obra del poeta gallego Xulio López Valcárcel, en la que incluye a poetas de ambos sexos, entre los que destacan Graciela Huinao y el Premio Nacional, Elikura Chihuailaf, en una estupenda edición bilingüe que quisiéramos difundir en Chile.
Para este humilde cronista, es un privilegio participar en este proceso, y una satisfacción especial, después de treinta y cinco años de esfuerzos y de escaso apoyo en instancias relacionadas con los emigrantes gallegos, como sus asociaciones locales, centradas en el añejo folklorismo pintoresquista, mientras dan la espalda a los valores de la cultura dinámica y al idioma de la nación gallega. Es preciso recuperar y ampliar espacios que nunca debiesen haberse clausurado. Pero la vida y la existencia de las manifestaciones culturales está sujeta -bien lo sabemos y lo venimos padeciendo-, en estas sociedades de liberalismo extremo, abocadas a los vaivenes económicos y a sus presupuestos financieros marginales para las artes, la investigación y el conocimiento.
Especial regocijo ha sido ver a Elisa Loncón, protagonista de cambios trascendentales, hija del noble y corajudo pueblo Mapuche, caminar por los pasillos del viejo Congreso Nacional, escoltada por funcionarios y resguardada por carabineros, estamentos que vienen discriminando a los primeros habitantes de este país, desde la instauración de la República.
Este recinto, patriarcal y solemne fue lugar cerrado a las mujeres, a los pueblos originarios y a las minorías discriminadas desde siempre. Sus detentadores y concesionarios a perpetuidad parecieron ser esos varones satisfechos, dueños de la tierra, la industria y el comercio. Las «fuerzas vivas» -según frase cliché- eran los detentadores de la propiedad y, a su vez, los expoliadores de la «mano de obra», según nombraban a los seres humanos utilizados para su constante beneficio (plusvalía).
Algo ha cambiado; esperemos que en estos cuatro años se consoliden los avances y se profundicen las transformaciones en esta larga y estrecha República en la que han prevalecido la gazmoñería y la codicia.
Elisa Loncón, mujer Mapuche, luchadora sin pausa, es el mejor símbolo del nuevo Chile que anhelamos.