La mejor motivación es encontrar placer en hacer las cosas necesarias de afrontar cada día y cambiar, explorando y aprendiendo siempre cosas nuevas, pues hacer siempre lo mismo desmotiva y tenemos que dejar espacio a las sorpresas. Cambiar significa cambiarse a sí mismo, crecer, ser otro sin olvidarse de ayer y ver el mundo desde otra perspectiva. La vida, sin ser un juego, tenemos que vivirla como un juego. Trabajar, amar y construir jugando, aprender de ello y hacerlo con pasión y una sonrisa.
El secreto de la motivación es auto-motivarse y para hacerlo uno tiene que conocerse a sí mismo. Conocerse y aceptarse con la fuerza que da el cambiar, mejorar y empezar de nuevo cada día. Una persona motivada es consciente de sus metas y objetivos, sabe dónde va y sabe también cuáles son los pasos que tendrá que dar y en qué dirección para alcanzar poco a poco lo prefijado. Una imagen del proceso, la encontramos en un atleta o un pianista, que se entrena y evalúa día a día, buscando siempre un equilibrio en lo que hace y las responsabilidades y esmeros que conforman su vida.
Una persona no existe en un vacío y vive con otras personas. El arte de la motivación es saber apoyar y apoyarse en cada relación para crecer y hacer crecer, sustentando siempre respeto reciproco y autoestima. Vivir con objetivos y un plan para lograrlo implica superar barreras y esto conlleva inexorablemente al autoconocimiento y conocer también a los demás. Los mecanismos que determinan el progreso en nuestras actividades son sobre todo prácticos y la motivación está relacionada con los resultados concretos. Tenemos que medir lo que logramos, reconsiderar los métodos, aprender a usar nuevas técnicas e instrumentos, ampliando nuestro mundo y posibilidades.
Al mismo tiempo, tenemos que relacionarnos con los demás y aprender de ellos. A menudo, el convivir con otros representa, no sólo posibilidades, sino también conflictos y barreras, que tienen que ser superadas de la mejor forma posible, permitiendo un desarrollo recíproco. La motivación que podamos tener depende entre otros aspectos de la motivación que podremos inculcar en los demás como en un circuito retroalimentado. Lograr nuestros objetivos personales, establecer relaciones positivas con otras personas, ser parte activa del medio social y cumplir con nuestras responsabilidades exige un equilibrio que tiene que ser calibrado día a día y este esfuerzo nos ayuda a seguir creciendo fortaleciendo nuestra motivación.
Crecer significa romper con el pasado, rutinas y hábitos. Cambiar implica nuevos comportamientos y este auto-superarse requiere fuerza y perseverancia, es decir, motivación. Para lograrlo tenemos que visualizar las ventajas, hacerlas nuestras y tener consciencia de lo que dejamos atrás y sus aspectos negativos para vencer la comodidad y salir de la zona de confort, que sustenta esa forma de ser y actuar.
En este sentido, hay que invertir tiempo en sí mismo para movilizar la fuerza que permitirá el cambio. Hay que tener disciplina para no dejarse llevar y esforzarse en ir siempre hacia delante. Todo lo que hacemos está fundado en circuitos neuronales que se refuerzan entre ellos, dándonos en alguna medida una sensación de control y placer. Para crecer tenemos que luchar contra ellos, buscando nuevos equilibrios y la fuerza necesaria para hacerlo es la motivación.
Tenemos que aprender a superarnos a nosotros mismos, lo que tiene que ser un ejercicio cotidiano como el comer sano, dormir bien, levantarse temprano y superar las barreras que encontramos en nuestro camino. La motivación está en la ejecución cotidiana de nuestros planes, y es este hacer y actuar lo que tiene que reforzarnos en nuestras tareas, convicciones e integridad.