Se habla mucho en los últimos tiempos, unos y otros, sobre la salud mental. Diría que se habla por dos motivos fundamentales, de seguro habrá más: el primero de ellos, porque se está convirtiendo en una verdadera pandemia y se viene agudizando, deslizando de manera silenciosa, pero con un carácter destructivo, por toda la humanidad; el segundo, porque todos los expertos están pidiendo una mayor atención tanto a pacientes como a familias. Cuando hablamos de atención estamos hablando de prioridades y hablamos de salud pública.
A mí, personalmente, todo lo que tiene que ver con la mente o la salud mental, me ha preocupado, interesado y llamado la atención desde siempre. El poder de la mente es tal que puede destruir a cualquiera. Las enfermedades de la mente son tan crueles que pueden apoderarse de ti hasta que dejes de ser tú.
¿Qué se considera enfermedad mental?
Podríamos entenderlo como aquellas alteraciones de tipo emocional, cognitivo o de comportamiento, en las cuales se ven afectadas las emociones, la motivación, la cognición, la consciencia, la conducta, la percepción, la sensación, el aprendizaje o el lenguaje.
Es por ello, que a las personas que padecen enfermedades mentales les es más difícil adaptarse a su entorno, tanto cultural como social, con el sufrimiento que eso conlleva.
Existen diversas y variadas enfermedades mentales. La gran mayoría son conocidas por todos como, por ejemplo, la esquizofrenia, los trastornos psicóticos, Síndrome de Diógenes, demencia, alzhéimer, el trastorno de déficit de atención, entre otras muchas con origen y neurobiología totalmente diferentes.
De todas ellas, la que más incidencia está teniendo en todo el mundo es, sin duda, la depresión, y podríamos decir que unida a esta aparece también la ansiedad. A nivel global existen aproximadamente 350 millones de personas que padecen depresión, de las cuales un gran número son mujeres.
La depresión es la segunda causa de baja laboral en nuestro país y los casos van en aumento, con especial incidencia en los jóvenes y las mujeres. Hay quién dice, expertos, que en los próximos años, será el principal problema de salud en nuestra sociedad.
El último informe del CIS explicaba que un 47.3 por ciento de la población acudió a consulta en pandemia para tratar ataques de ansiedad.
Todos hemos pensado, en más de una ocasión, que estábamos deprimidos cuando hemos atravesado algún bache en nuestras vidas. Eso no es depresión.
La depresión es diferente a los cambios normales de estado de ánimo o a periodos cortos de tristeza desencadenados por acontecimientos puntuales. La depresión es un trastorno mental caracterizado por la presencia persistente de tristeza y una pérdida de interés en actividades que las personas normalmente disfrutan, todo ello acompañado de una incapacidad para llevar a cabo las actividades diarias. Y esto durante un periodo prolongado de tiempo.
¿Por qué estamos o podemos llegar a estar deprimidos? Los mecanismos exactos son aún desconocidos. Lo que sí sabemos es que los niveles de serotonina parecen estar desregulados en los pacientes con depresión.
En los últimos tiempos, debido fundamentalmente a la pandemia, existe, a nivel mundial, un aumento de la depresión y de los síntomas de ansiedad en la población general.
La pérdida de seres queridos, el paso por una enfermedad grave, el aislamiento, la pérdida de empleo o el temor a perderlo, la precariedad y la reducción de ingresos, las restricciones a la movilidad, el teletrabajo, las dificultades de la conciliación, el miedo al contagio y la vivencia de incertidumbre con la que hemos tenido que lidiar durante un periodo tan prolongado pueden ser algunas de las causas de este impacto emocional producido por la pandemia.
El colectivo de los jóvenes está siendo uno de los más afectados porque las relaciones sociales son básicas en su desarrollo personal y hemos asistido al aumento dramático de patología grave en jóvenes sin antecedentes, como casos de suicidio, de autolesiones, de trastornos de la conducta alimentaria o depresión. La salud mental es la gran olvidada por los países en su atención primaria.
La OMS asegura que tan solo un 25% de los países del mundo la integran al completo en su sanidad.
Creo que todos sabemos de todo, pero realmente no sabemos de nada. Todos conocemos, desgraciadamente, a personas que sufren este u otro tipo de enfermedades mentales, algunas de carácter degenerativo. Me parece un tema lo suficientemente serio como para prestarle más atención desde las administraciones, los gobiernos y desde uno mismo.
Ninguno de nosotros estamos libres, si no nos ha ocurrido ya, de padecer alguna de estas enfermedades.
En los últimos tiempos, en mi caso, por una u otras razones, la ansiedad ha hecho mella en mí. No la había conocido hasta que he reconocido su advertencia.
Que algo no avance más, que no pueda derivar en otras enfermedades más graves, y no hablo aquí de enfermedades degenerativas como, por ejemplo, el alzhéimer, depende mucho de nosotros: de nuestros hábitos de vida, del control de nuestros pensamientos y emociones, de nuestro entorno.
Por ello, estando de acuerdo, instando y reivindicando un mayor apoyo, no con planes sino con hechos, a la salud mental en la sanidad pública, no puedo evitar dar unos consejos, de esos que yo me aplico pero que, en ocasiones, poco cumplo.
Nunca es tarde para empezar a cuidar de nuestra salud mental y bienestar emocional. No hay edades.
Cuidemos de nuestra mente día a día
Cuidar nuestra salud mental nos lleva a tener una vida más satisfactoria, con buenas relaciones, con sensación de bienestar frente a los otros y nuestras vidas.
Acciones que deberíamos realizar todos los días para cuidar nuestro bienestar emocional y salud mental:
Practica la gratitud. Da las gracias todos los días por 3 cosas y enfócate siempre en los positivo.
Piensa en positivo. Elimina inmediatamente cada pensamiento negativo que se cruce por tu cabeza.
Trabaja mucho tus relaciones sociales: llama a compañeros y amigos, acude a actividades, apúntate a algo que te guste, sal de casa todo lo que puedas, conoce gente.
Medita: la meditación es una de las prácticas que aconseja todo el mundo, sea cual sea tu estado. Encuentra tiempo, espacio, para ello.
Observa y no juzgues.
Escribe un diario: dedica unos minutos a escribir cada día, por la mañana y por la noche. Cómo te sientes, cómo ha ido el día, qué emociones has experimentado, qué te ha hecho sentir así y cómo lo has gestionado.
Habla sobre tus sentimientos: Hablar sobre sentimientos puede ayudarte a tener una buena salud mental y lidiar con los momentos difíciles.
Haz deporte: el ejercicio físico es uno de nuestros aliados para mejorar nuestra salud mental. Sal a caminar, correr, o al gimnasio, lo que sea puede ayudarnos. No solo nos relaja, sino que liberamos la llamada hormona de la felicidad, y vemos todo más claro después de una buena sesión.
Cada día intenta vivir con menos cosas.
Desconecta el móvil y el portátil. A partir de las 21 hrs deja de mirar el correo, los mensajes o la agenda del día siguiente. Todo puede esperar hasta mañana menos tu descanso físico y mental.
Quiérete más y débete menos.
Aliméntate lo más sano que puedas, algún día lo agradecerás.
Busca espacio para ti: dedícate un tiempo diario a estar contigo, en silencio, escuchando música o, simplemente pensando.
Crea menos expectativas.
Fomenta el hábito de la lectura. Leer enriquece la capacidad de atención e incrementa la memoria, aumenta la motivación y reduce el estrés.
Duerme de 7 a 8 horas diarias.
Al menos una vez por semana sal al campo a caminar, si puedes incluso en soledad. Esto puede resultar una especie de meditación que te generará un estado de paz interior, sosiego, serenidad y equilibrio únicos.
Sonríe más. Para qué llevar todo el día esa cara de amargado. Sonríe siempre.
Acepta quién eres. Todos y todas somos diferentes. Es mucho más sano aceptar que eres único o única que pretender ser como alguien. Sentirte bien con lo que eres aumenta tu confianza y te ayuda a desarrollar nuevas habilidades.