Un poeta, su hija y su nieta fueron los elementos que dieron vida a la representación, en Nápoles, de la obra Besar la Tierra, basada en el poemario El Miajón de los Castúos, la obra principal de Luis Chamizo, escritor y poeta extremeño de la primera mitad del siglo XX.
Corrían los últimos años del siglo XIX (1894) cuando nacía en Guareña (Badajoz, Extremadura, España) Luis Florencio Chamizo Trigueros, hijo de un tinajero que revolucionó con su invento, premiado por el Rey, la fabricación de los conos, Joaquín Chamizo Guerrero, natural de Castuera, y de Asunción Trigueros Bravo, procedente de otro pueblo de la zona: Guareña. Aunque de familia humilde, ya desde niño Luis manifestó inquietudes intelectuales, por eso después de haber terminado la educación básica primaria, siguió sus estudios de bachillerato en Madrid, para luego finalizarlos en Sevilla donde también logró el título de Perito Mercantil. Pero no se detuvo aquí y a los 24 años se licenció en Derecho en la Universidad de Murcia, donde terminó la carrera empezada en la Universidad Central de Madrid, aunque los estudios jurídicos no lo apasionaran y fuera más que todo su manera de corresponder a las expectativas de su padre.
Aunque era poco más que un niño cuando Luis abandonara físicamente su natal Extremadura, nunca se alejó completamente de ella y siempre que podía volvía a Guareña. Fue en una de estas, cuando recién estaba en sus primeros años de universidad que empezó a colaborar en el periódico La Semana en Don Benito, otro Municipio de la provincia de Badajoz. Es en ese momento cuando empieza a dar salida a sus inquietudes intelectuales componiendo versos en castúo a los parajes de Valdearenales, a sus gentes, y a la tierra que le vio nacer.
Ya desde el principio Chamizo se fue alejando de su primera producción en castellano de estilo modernista y del experimentalismo que imperaba en su época, para dedicarse a la poesía épica y regionalista. En 1921, cuando tenía apenas 27 años publicó El Miajón de los Castúos: 12 poemas con los que alzó, en forma de versos, la voz de un pueblo, el extremeño, pero también una manera de hablar, de entender la vida, de relacionarse, de reivindicar la identidad de los habitantes de esta tierra y de compartir esa cultura. En esta obra, a través del uso del dialecto de su entorno geográfico, el poeta canta al hombre extremeño como perteneciente a una casta, con la idea de narrar la epopeya de este pueblo, su entraña de identificación.
La Voz del Terruño: 100 años del Miajón de los Castúos: un completo documental realizado por la periodista Maribel Lozano y el Canal de Extremadura Televisión es un recorrido sobre todo por la obra de este intelectual, aunque «también aparecen retazos de su vida y no podía ser de otra forma» aclara la profesional. Por eso, no es exagerado decir que el verdadero protagonista, el eje del documental es el libro: el Miajón es la esencia del pueblo extremeño, lo que refleja su identidad y esta identidad es el carácter de un pueblo, es un paisaje, y son unas costumbres.
En el documental, que dura una hora, sus realizadores lograron un objetivo no fácil: darle vida al libro a través de los habitantes de esta región, «ya que la obra refleja a este pueblo y sobre todo lo que implicó en su momento la publicación de este libro: fue una verdadera revolución cuando se publicó, de hecho, en un mes se publicaron la primera y la segunda edición», explica.
Esta obra se ha seguido reeditando, ha tomado vida propia e incluso ya es un clásico en el ámbito internacional. Por ejemplo, en los países hispanoamericanos tuvo una gran difusión. En Argentina la famosa actriz de origen ruso judía Berta Singerman ya agregaba a su repertorio La Nacencia en sus recitales cuando conoció a Chamizo en Sevilla; también recitaba el Miajón el colombiano Victor Mallarino. Probablemente contribuyó al éxito de la obra el hecho de que tanto en Extremadura como en muchos países latinoamericanos no solo el modo de hablar es parecido, sino que muchas palabras dialectales han pasado a ser parte del léxico común, como por ejemplo «hacer puchero».
El Miajón ha sido recitado una infinidad de veces, ha sido grabado en radio, discos y musicalizado en miles de modos: folclórico, clásico, moderno y rock. Actualmente es también un magnífico audiolibro. También el cine ha recogido el anhelito del Miajón en varias ocasiones. Entre tantas, destacan dos versiones de La Nacencia, el poema más famoso de El Miajón de los Castúos: una versión chilena actuada por Adolfo Silva, (director de la fotografía Rodrigo Gonçalves) que realizó como homenaje a la memoria de Salvador Allende, y otra, realizada por Tutxi Rodríguez en España en 2019, premiada en el Festival Internacional de Cine «Raíces de Europa» y recién estrenada en Mérida en 2021 en ocasión del Centenario de la obra.
Chamizo se ha también representado numerosas veces en teatro y aunque pudiese dar la impresión que una obra escrita en dialecto puede ser reductiva, en realidad tiene un carácter universal, ya que «lo local es universal», comenta Maribel Lozano, quien a pesar de ser de Guareña y de conocer «de toda la vida» a Chamizo, en realidad se inmergió en su obra tras un reportaje sobre el centenario del libro. En sus investigaciones y entrevistas se dio cuenta de la importancia de lo que quedaba por conocer y que tenía todavía mucho por descubrir; y de ahí la idea del documental. Para esta profesional guareñense, el gran valor de la obra de Chamizo es «su actualidad, porque hoy como hace 100 años nuestras reivindicaciones son las mismas: a través de su obra el poeta pide lo que siempre pedimos los extremeños: que nos miren, que nos valoren». Explica que este sentimiento va más allá de los gobiernos, ya que «siempre hemos sido los últimos, nos faltan infraestructuras, por ejemplo, todavía se puede parar el tren en mitad del campo, es necesario hacer grandes inversiones».
«Es esa reivindicación la que pedía Chamizo antes y que pedimos los extremeños ahora, cuando han pasado 100 años: se necesita crear industrias, agricultura, servicios, para que podamos cuidar todas nuestras estupendas infraestructuras históricas. Por ejemplo, por aquí pasa la denominada vía de la plata», subraya Mabel Lozano. «Su obra nos transmite emoción y sentimiento: amor a la tierra, al trabajo; es verdad que tenemos cierta rudeza, pero al mismo tempo sabemos ser muy gentiles. Es volver la mirada a nuestras raíces, apoyarnos en ellas para crear nuestro presente y futuro. Su obra es en realidad un llamado de atención a la conciencia».
En 1921, el mismo año que publica «El Majón, Luis Chamizo conoce en Guadalcanal (Sevilla) a la que sería su esposa, Virtudes Cordo Nogales, con quien contrae matrimonio al año siguiente y con quién tuvo cinco hijas, todas con el primer nombre «María» como era costumbre de la época: M.ª Luisa, M.ª Victoria, M.ª de las Virtudes, Consuelo y M.ª Asunción. Su quehacer intelectual atravesó las fronteras y llegó hasta la capital, Madrid, donde en 1930 el drama teatral Las Brujas tuvo un éxito sorprendente. El acto de homenaje fue presidido nada menos que por el dramaturgo Jacinto Benavente quien ocho años antes había ganado el Premio Nobel de Literatura.
No es demasiado clara la filiación política de Chamizo en esos años tumultuosos. En 1924 fue elegido alcalde de Guadalcanal, ya se había dado a conocer en el mundo intelectual y ese mismo año es designado integrante de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla. Hay un episodio que demuestra la profunda integración de Chamizo con su gente, más allá de las ideologías incluso en un periodo tan polarizado como el de la Guerra Civil española (1936-1939). A principios del conflicto fue, de hecho, detenido por un grupo de milicianos. Algunos de ellos le reconocieron, y para comprobar su identidad le pidieron que recitara. En un momento empezó a recitarles los poemas del Miajón: la emoción fue enorme, los mismos milicianos lo soltaron y lo ayudaron a escapar. Más de una vez en esa época pudo salvar su vida gracias a la protección de su gente.
Una de las dos hijas aun vivas de Chamizo, María de las Virtudes vive en Nápoles: el pasado 11 de este mes cumplía 95 años y su hija Mariú Jacobitti Chamizo decidió hacerle el regalo de su vida: la posibilidad de ver representada una de las obras de su padre. Se puso manos a la obra y logró traer a esta ciudad el espectáculo Besar la Tierra que pone en escena varios de los poemas de El miajón de los castúos bajo la dirección de Eva Romero.
El grupo que viajó a Nápoles «es una fusión de alumnos de los distintos grupos que integran la Escuela de Teatro de Guareña (donde se puede participar de los 6 a los 85 años). El impulso específico para el montaje de la obra fue un encargo de la Comisión del Centenario del Miajón de los Castúos por parte del Ayuntamiento de Guareña.
«Una vez asumido el encargo», explica Eva Romero, «entré en la piel de la obra, ya que no se hacer nada sin apasionarme y ponerle el alma. Con Chamizo ha sido fácil, sus versos hablan de mi tierra, de sus gentes, que son las mías, de su coraje y de sus pasiones que son las nuestras. A partir de ese momento fui leyendo y conociendo a Chamizo, en diferentes talleres de teatro con el director de aquellas primeras representaciones de Las Brujas, Ildefonso San Félix, que se convirtió después en maestro y amigo».
Su primer recuerdo nítido de Luis Chamizo es cuando su abuelo, Adriano la llevó a ver Las Brujas, una de las primeras obras de teatro de las que tiene conciencia. Está segura que su flechazo por el teatro viene de ahí» de la mano de mi abuelo querido, que fue un hombre sensible, trabajador e instruido, al que quiero con todo mi corazón».
A su juicio, la actualidad de la obra es que Luis Chamizo «hace un retrato de algo que personalmente entiendo como una especie de identidad extremeña. Cuando leo sus versos, escucho el acento de mis gentes, de mis abuelos, de mi madre y de mi padre, de mis abuelas, de mi familia y el mío propio. Me conecta con una manera de ser, con unos valores de lucha, de coraje, de amor a la tierra, de ensalzamiento de los de abajo, de los que riegan la tierra con el sudor de su trabajo».
Eva Romero considera que «un valor incalculable de Chamizo es que eleva nuestro acento a categoría poética. En el teatro y en el cine, aún hoy, se sigue asignando el acento extremeño y andaluz a los personajes más humildes, de las clases más populares. Un topicazo y un retraso inaceptable. Chamizo eleva a las clases populares, a los campesinos, a los jornaleros y jornaleras, a los que no nos identificamos como los señoracos, la gente gorda del pueblo, a protagonistas de sus mejores poemas».
En su opinión su obra «resignifica nuestro acento y a través de él nuestra identidad y combate, y desarticula esa casposa asociación a algo poco evolucionado. Y nos devuelve de algún modo el derecho a ser quienes somos y a hablar como hablamos con toda la dignidad y con toda la libertad y el amor a la tierra que eso significa».
Para Mariú Jacobitti Chamizo, nieta del poeta «más allá de un evento privado, esta ocasión será también un intercambio cultural para difundir y destacar la obra y la figura de Luis Chamizo» (…) «Es toda una locura amorosa», tan típica de los enchamizados, que ha ido contagiando corazones. Ella había visto en España hace un mes esta obra en Guadalcanal (Sevilla) en ocasión de los Actos para el Centenario del Miajón de los Castúos y pensó cuánto hubiera disfrutado su madre, «que a sus 94 años hubiera dado no sé qué para asistir a esta representación de El Miajón, obra que desde siempre se conoce de memoria». Pensó que con su edad nunca hubiese tenido la posibilidad de poderlo ver, pero hizo suya la frase «Si la Montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la Montaña», y así lo hizo. Y la obra llegó a Nápoles, gracias también al apoyo de la Asociación Cultural Luis Chamizo de Guareña.
Fue muy conmovedor escuchar en los elegantes salones del Hotel Santa Lucía de Nápoles estos versos que reflejan la forma de hablar de los pueblos extrémeños y de los ancestros de Guareña. Todos los presentes terminamos declamando el final de Compuerta, la poesía que abre el Miajón: «porque semos asina, semos pardos, del coló de la tierra». Y doña Maria de las Virtudes, la hija casi centenaria del poeta recordó a su padre recitando de memoria varios fragmentos de su obra y así también su sobrino Luis Chamizo, que vino de Murcia para esta ocasión, en la que además fue lanzado un reto especial al poeta Renato Casolaro: después de traducir del latín al napolitano la obra de Catullo, ha aceptado la tarea de llevar a cabo, de dialecto a dialecto, la poesía de Chamizo: «el extremeño y el napolitano tienen entrañas, tienen fuerza, dulzura y fiereza para expresar la identidad y los Sur del mundo».
Luis Chamizo, el cantor de Extremadura y del castúo, falleció en Madrid el 24 de diciembre de 1945, a los 51 años. Cuarenta y nueve años más tarde, en el centenario de su nacimiento, en 1994, sus restos fueron trasladados al Cementerio Municipal de la Villa de Guareña para su descanso eterno. En el año del Centenario de El Miajón de los Castúos su memoria, desde Nápoles, ha vuelto a enchamizar, encendiendo y encandilando corazones.