En 1997 gané un concurso de Ensayo, organizado por la Xunta de Galicia, con mi trabajo Galicia y Chiloé, Confines Míticos; se publicó un libro bajo ese título, en las ediciones de la Secretaría Xeral de Emigración.
Al año siguiente, decidí participar de nuevo, pero pensé que sería difícil ganar el concurso, pese a que las obras se presentan con seudónimo; por experiencia como jurado en muchos concursos, sé que ocurren irregularidades, como abrir los sobres y conocer la identidad de los concursantes, y, muchas veces, «repartir los galardones». Temí que eso aconteciera y tomé la decisión de concursar con nombre supuesto -heterónimo, a la manera de Fernando Pezoa-. Así lo hice, enviando un currículo apócrifo bajo el nombre de Micaela Souto Portela y breve biografía suya: «Nacida en A Coruña, en 1926. Su padre, violinista de la Sinfónica de Pontevedra, fue «paseado», en agosto de 1936, por los falangistas y amaneció muerto, a la vera de la estrada que va a Noia. Su madre, junto a su única hermana pequeña, decidió emigrar a Buenos Aires, donde vivía un primo hermano suyo. Se embarcaron, a fines de 1936, y al año siguiente estaban instalados en una casita de Banfield.
Trance
«Micaela estudió Letras y Periodismo en la Universidad de Buenos Aires. En 1948 conoció a un marino noruego, se enamoró perdidamente, y viajaron a la tierra de los hiperbóreos, recorriendo el norte de Europa. Ocho años más tarde, el hombre naufragó en el Cabo de Hornos, y del barco y de los tripulantes no habría de saberse».
«Micaela, viuda y sin hijos, se vino al sur de Chile, a Chiloé, la Nueva Galicia. Allí tuvo amores con Demófilo Pedreira Rumbo (mi amigo muy real), y se dedicó al cultivo de la tierra y a la escritura de crónicas. Como tenía fama de menciñeira1, adivinaba el porvenir y echaba las cartas del Tarot. Conoció a Edmundo Moure, escritor galego-chileno, en 1988, cuando éste era presidente de la Sociedad de Escritores de Chile, y se prendó de él, aunque sin enamorarse cabalmente; más bien se trató de una íntima amistad exenta de arrebatos sexuales. Hicieron muy buenas migas y, diez años después, Moure le sugirió que participara en el concurso literario de la Xunta».
Micaela, empleando «Penélope» como seudónimo de circunstancias, envió el ensayo Una generación enamorada, notable y completo estudio sobre la Xeración Nós, aquellos dilectos escritores de 1920, donde señorearon Castelao, Otero Pedrayo, Cabanillas, López Cuevillas y Vicente Risco. Su texto fue premiado por unanimidad.
Desenlace
Una mañana de marzo de 1999, Moure recibe una llamada telefónica del presidente de Lar Gallego de Chile.
-Moure, que tienes que darme el número de teléfono de Micaela Souto.
-Hombre, que Micaela no tiene teléfono.
-Bueno, coño, tendrá una dirección donde enviarle un telegrama.
-¿Y para qué será?
-Que se ha ganado un premio literario y tengo que entregarle su diploma y un cheque…
(Larga pausa de Moure)
-Mira, averiguaré la dirección, que es en Dalcahue, Chiloé, creo que en calle Rosalía Roa… y te llamo.
Moure deja pasar una hora, reflexiona, lucubra y, finalmente, llama al presidente.
-Escúchame con atención.
-Dime, coño.
-Micaela Souto son eu… Sí, soy yo.
-Non che entendo nadiña de nada.
-Escoita… Os escritores temos en nós iso que se chama «condición andróxina»…
-Mira Moure, se non me falas claro, mándoche a tomar por culo, que non estou hoxe para trapalladas…
-Home, non te alporices, non… Falo de que temos –tódolos seres humanos, polo demáis- as dúas sensibilidades da especie: a masculina e mais a feminina, e isto maniféstase na creación literaria ou en outras artes… Entón, eu escribín un texto, artellado do xeito que o tivese escrito unha muller –me entendes- e o mandei á Xunta cun nome suposto, e gañei o concurso.
Pausa larga del presidente, que trata de salir de su asombro, de entender una situación demasiado extraña para él). Ahora habla en el castellano españolizado de Chile:
-Moure, creo que debes consultar a un psiquiatra; tienes serios problemas sexuales.
-No, amigo, nada de eso.
-Sí, y voy a recomendarte a un catalán, que es muy listo el tío y te cobra barato; es de apellido Pi y de nombre Manso.
Epílogo
Cobré el premio y colgué el diploma en mi despacho de la Universidad... Académicos y funcionarios inquirían si Micaela era uno de mis amores furtivos al otro lado del charco. Seis meses más tarde, me llamaron de la Secretaría Xeral para que les enviara una fotografía y una historia biográfica completa de Micaela Souto. La biografía estaba hecha, sólo tenía que enriquecerla, cosa no demasiado ardua. En cuanto a la foto, registré unos viejos álbumes que Mamá Fresia guardaba, eligiendo un rostro de firmes rasgos caracterológicos, que resultó ser una parienta lejana de apellido Salinas. (Tenía un recio aire a Golda Meir).
Al año siguiente, recibí una hermosa y cuidada antología de Premios de Emigración, donde aparecía Micaela, su texto, fotografía y datos existenciales. También venía un compendio de mi ensayo sobre Chiloé y Galicia, foto y reseña incluidas.
Por aquellos años y aun antes, en los aciagos tiempos de la dictadura militar, escribí un puñado de crónicas y artículos firmados por Micaela Souto, que aparecieron en revistas literarias y en periódicos, tanto de Chile como de Galicia. Una de aquellas glosas críticas –hablo ahora de Micaela en tercera persona- la dedicó ella a Ortega y Gasset en Chile, ese libro que compusimos con José Moure Rodríguez, nuestro inquieto tío empresario y hombre de libros, combinación cada día menos usual.
En el 2001 recibí carta de un periodista gallego (omito el nombre a solicitud suya) que me decía, literalmente: «Moure, he leído tus artículos de Galicia en el Mundo, y también los escritos periodísticos de Micaela Souto… Debo serte franco, en honor a la buena amistad que nos une: esa mujer te supera largamente en la escritura; es una cronista excepcional».
Sí –le contesté-, es que no hay comparación posible entre su trayectoria de vida y sus experiencias, dramáticas y trágicas, en la convulsa España del 36’ –incluyendo sus numerosos viajes por los siete mares-, con mi vida algo opaca de sudamericano del Último Reino.
En cierta ocasión, el tío José Moure me pidió las señas de mi amiga alter ego, para enviarle un libro, una caja de bombones y carta de agradecimiento por su aguda crítica al trabajo sobre Ortega y Gasset. Me hice el desentendido, hasta que volvió a impetrármelo. Entonces, le dije, anteponiendo la mejor expresión de tristeza posible:
-Tío, acabo de recibir la noticia de que Micaela Souto falleció en un naufragio, en el Golfo Corcovado.
-Qué pena, hombre. Seguro que vas a extrañarla mucho.
-Sí que la extraño. Ahora estoy abocado a escribir un relato con las circunstancias de su pasamento, como llaman los gallegos al tránsito definitivo, al cruce hacia la otra orilla.
Como soy hombre de fe –aunque no militante- tengo la esperanza de encontrarme allí, a lo mejor en el Parnaso o paraíso de los poetas, con esa notable gallega de dos mundos. Entre tanto, no sé si Micaela es más real que yo mismo o si a sus memorias transeúntes me he reducido. En todo caso, en el surrealista mundo de 2021, todo puede suceder.
Apéndice biográfico
Micaela Souto Portela nació en el casal de A Ermida, concello de A Baña, provincia de A Coruña, el 12 de febrero de 1921, hija de padre gallego, el tipógrafo y violinista Baldomero Souto Veiga, y de madre asturiana, -hija de padre gallego- la maestra de escuela Naulina Portela Novoa. Emigró con sus madre y dos hermanas más jóvenes, Rosario e Isabel, a Buenos Aires, en el año 1937, luego del asesinato de su padre a manos de falangistas, ocurrido en las rúas de El Ferrol.
Notas
1 Menciñeira: En lengua gallega, bruja, curandera.