¿Qué significa escribir? Excelente pregunta sobre la que tendríamos que pensar un poco, sobre todo si nos identificamos como escritores. Podríamos decir que escribir es comunicar en forma de texto. Es decir, usar el lenguaje escrito con todo lo que esto implica. Pero escribir es mucho más, pues incluye también un mensaje, una historia, la capacidad de narrar, hacer sentir y pensar a los lectores. Escribir es hacer uso del texto para alterar mentalmente un público mediante la lectura, haciéndolos repensar sus propias ideas, para así, redefinir su realidad. En este sentido escribir es hacer reflexionar.
Lo que nos entrega el escritor es, en pocas palabras, la capacidad de encerramos en un universo construido por palabras, dialogando con nosotros para mostrarnos algo que no habíamos considerado y que después de la lectura será parte de nuestra realidad. Para evaluar a un escritor, valorizamos los siguientes aspectos: la calidad formal de la escritura, la fuerza del mensaje y la forma en que este es presentado en la historia, junto con su capacidad de cambiarnos.
Estas dimensiones no son fácilmente separables una de la otra, y cuando alguien afirma que le ha gustado un escritor o un texto, habla de emociones y sentimientos, evocando el interés que la lectura le ha creado y cuán rápido pasó el tiempo durante la lectura, describiendo la resonancia que esta ha tenido en nosotros como lectores. Si indagamos un poco más con preguntas precisas, nos hablarán de escenas, pasajes del texto, elementos del drama e imágenes, que han quedado grabadas en la memoria. Insistiendo un poco más, descubriremos, que la persona que nos relata el texto se proyecta en él y se describe a sí misma, sus propias vivencias, dejando atrás el texto, no como algo ajeno, pues este ha sabido entrar y cambiar nuestro modo de ser. El texto se ha convertido en una metáfora para observamos a nosotros mismos, y en este sentido, podemos decir que el escritor ha alcanzado su objetivo, creando un espejo en el que nos podemos ver. La lectura es también un laberinto, un recorrido, una búsqueda de sentido, que se manifiesta en una conversación desfasada en el tiempo o monólogos paralelos en planos opuestos, escritor y lector.
Si después hablamos de poesía, todo lo dicho anteriormente tiene aún más vigencia y aquí la atención pasa a cada una de las palabras, imágenes usadas, uso del lenguaje y nuevamente resonancia a nivel emocional. La poesía es un arma, un instrumento afilado para conmover y mostrar una nueva perspectiva en pocas palabras y pasajes, donde la síntesis es fundamental. La historia se condensa y se hace breve. Se coagula en pocas palabras para alejarnos del mundo y volver a verlo con ojos nuevos. La fuerza de la poesía es crear ese espacio especial para sentir y pensar mediante el lenguaje que es un arma viva y a la vez mortal.
Mortal porque nos puede llevar a contradicciones, pues el lenguaje o los lenguajes implican un cosmos y una lógica sobre la cual se basa la historia y el sentido del mensaje. En esta perspectiva, escribir comprende también la relación entre historia y cosmos, entre lo sucedido y sus infinitas implicaciones, entre objeto, sujeto, causa y efecto en un universo espacio temporal, que describimos con el uso de convenciones. Siendo así, escribir es también reflexionar sobre el mensaje, el modo en que lo trasmitimos, el leguaje que usamos y el mundo que suponemos exista y sustenta lo narrado. Escribir es una actividad metafísica que forja y ensancha una realidad, distinguiéndola y confrontándola a otras realidades. Como ejemplos de escritores en tendencia «metafísica» tenemos a Borges y Cortázar y como narradores de historias a García Márquez y Vargas Llosa, estas dos vertientes no se excluyen entre ellas, pero en cada escritor, hay siempre una que domina y determina su modo de narrar.