Ayer caminé 30.430 pasos, alcanzando una media semanal de 22.933 pasos y un total de 160.529 en los últimos 7 días, de lunes a domingo. Datos de acuerdo a mi cuentapasos. Las horas caminadas fueron 23:50. Es decir casi 24 horas de caminata, un día entero. La cantidad de energía quemada es de unas 8.000 calorías, correspondiente a un kilo de grasa. Estas largas caminatas me sirven para moverme, pensar, salir de la rutina, ver la ciudad y sobre todo la gente desde otras perspectivas y situaciones. Me muevo en círculos alrededor del lugar donde vivo y la distancia crece más y más. Paseo por un parque, jardines, un lugar dedicado a huertos, escuelas, mercados y en estos días de «verano», camino inexorablemente bajo el sol.
Mis horas preferidas para caminar son las de la mañana y cuando regreso a casa al atardecer. Los fines de semana, salgo temprano y camino por horas, sabiendo que no tengo límite de tiempo y que, de vez en cuando, en algún lugar tranquilo me puedo detener. Ayer salí de la ciudad y entré en zonas que muchos llamarían rurales. Pude apreciar las plantaciones de trigo, las lagartijas corriendo entre las hojas secas y el canto de los pájaros locales, que me divierto en reconocer. Observo las flores, los árboles y las pocas nubes en el cielo y cuento los perros que sacan a sus «patrones» a pasear y a veces a correr. Esta obsesión de caminar todos los días y a deshoras, me invita a pensar en nuevos temas y cómo afrontarlos. Esta es la parte productiva, pues estoy obligado a escribirlos.
Leyendo sobre la fisiología del caminar, los beneficios son muchos; entre ellos se incluye también un estímulo a la creatividad. El mecanismo sería la intensificación del flujo sanguíneo al cerebro, que inunda los capilares periféricos con la consiguiente oxigenación. Esto nos hace más amplios en el modo en que contextualizamos la realidad, incluyendo una cantidad superior de posibles escenarios, informaciones y alternativas, que ensanchan nuestros horizontes y formas de ver las cosas, dotándonos de una flexibilidad mental superior. Por este mismo motivo, caminar es uno de los antidepresivos más eficaces y esto hay que tenerlo en consideración. Otros beneficios son: el fortalecimiento muscular, el ejercicio cardiorrespiratorio, el robustecimiento de los huesos, la reducción del azúcar y colesterol en la sangre, además de un consumo de calorías que, sostenido en el tiempo, nos puede hacer perder unos kilos y esto no está para nada mal. Y no nos olvidemos de otras ventajas: la reducción del estrés, la posibilidad de digerir y dormir mejor.
La sociedad moderna no nos invita a caminar, pues nos impone un ritmo de vida agitado y sedentario. Estamos rodeados de pantallas que absorben todo nuestro tiempo y atención. Por este motivo, tenemos que insistir en movernos y dedicar unas horas a la semana para caminar. Busquemos lugares agradables, sumerjámonos en la naturaleza y su belleza y dediquemos el tiempo necesario para hacer unos miles de pasos cada día y verificar después de unas semanas si nos sentimos mejor. Lo he dicho en otras ocasiones y lo repito: cada día cuento más personas caminando y esta es la realidad, aun cuando salgo de casa al alba antes de las 6.