«Tan bueno el muerto y tan malo el vivo», he escuchado varias veces esa frase cuando muere una persona y todo el mundo extraña lo bueno que fue y «olvida» sus defectillos. Tranquilos, el profesor Daniel Terán sigue vivo, ¡gracias a Dios! Pero estamos convencidos que las semblanzas de la gente valiosa deben escribirse mientras vivan. Por esta razón, desde el 2018, nos propusimos escribir sobre las personas sencillas que no tienen tanta publicidad pero que construyen un país, a diferencia de los «odiadores» de ambos extremos y que van desde los trasnochados ideológicos hasta las famosas «viejas del Cafetal» (término solo comprensible para la realidad venezolana desde una perspectiva muy caraqueña, por cierto). Aunque hemos cumplido poco con la tarea (no más de cinco entregas), retomamos la meta una vez más con un profesor de Historia que no dudo ha dejado huella (y lo sigue haciendo) en muchos de sus alumnos (y colegas) por una buena combinación de excelente preparación académica, clases amenas y una gran humanidad.
Daniel Terán Solano es un caraqueño nacido en 1978 al que, en los pasillos de las instituciones educativas (e incluso por las calles de la ciudad), una gran cantidad de personas (especialmente alumnos) lo saludan a medida que caminamos a su lado. De lejos, gritan su nombre con alguna broma y este les responde con un comentario igualmente jocoso. Nuestra primera impresión es la gran importancia que le da al buen humor y a la amistad. Nos dice que la primera condición de todo maestro es la cercanía y la disposición para escuchar al otro. Algo tan necesario en estos tiempos en que todo parece venirse abajo. Nunca olvidaré una vez que íbamos subiendo de la Plaza Bolívar a la avenida Urdaneta y le conté que me arrepentía de haberle dicho a mis alumnos algunas palabras pesimistas. Él me respondió que nuestra misión en esta época oscura era combatir la desesperanza, mostrar el país posible y animar a desarrollar el potencial de bondad que tienen nuestros discípulos. Y en esto me hizo un gran énfasis porque me hablaba con convicción. Desde ese entonces, cuando mis alumnos preguntan sobre una situación crítica siempre les hago ver el lado positivo.
¿De dónde surge su optimismo? De su profundo cristianismo y conocimiento de la Historia. Terán siempre va a misa los domingos y vive las fiestas más importantes del año litúrgico como Semana Santa, Navidad, entre otras. Es un fiel hijo de la Iglesia católica con el conocimiento y la piedad por la vida y doctrina del magisterio y los más importantes santos. Esto sustenta su confianza en la providencia, en el hecho que Dios protege a sus hijos acá en la Tierra y todo es para bien. Es por ello que cuando le advierto que algo es peligroso, él me responde de inmediato: «Dios nos protege». A veces da risa la frase porque puede estar cometiendo alguna temeridad en medio de los permanentes peligros que padecemos los venezolanos. Su lenguaje y argumentos siempre están impregnados de los valores cristianos. Pero también sabe dar uso de las diversas lecciones de la Historia, y demuestra con hechos cómo las más terribles dificultades han sido superadas gracias al coraje de personas decididas y buenas.
Algunos posiblemente no comprendan sus bromas y lo juzgan de manera injusta, pero el profesor Terán jamás se ofende que yo sepa. Nunca nadie me ha comentado que él se moleste al punto de alzar la voz. Si una virtud debe tener el docente es la paciencia y moderación al hablar y corregir a sus alumnos. Algo que considero debemos hacer los que vivimos el mundo de la enseñanza es aprender de nuestros colegas, tanto lo bueno como lo malo (para identificarlo en nosotros si es el caso y no repetirlo, claro). He disfrutado mucho al entrar a sus clases y ver su desempeño. Posee una buena dicción, claridad y firmeza en la voz y es el «señor Wikipedia» al tener una gran memoria y conocer de una diversidad de temas. Sabe usar muy bien la pizarra al llenarla de «dibujitos»: caricaturas de los personajes y hechos de la Historia con excelentes esquemas. Usa constantes ejemplos con la participación de su auditorio y con cierta chispa venezolana sin atender al «correctismo político» pero sin irrespetar la dignidad de cada uno de sus estudiantes.
A diferencia de otros, su vocación siempre fue la Historia. La estudió en la Universidad Central de Venezuela (UCV) en su licenciatura y doctorado, teniendo como tutores, respectivamente, a prestigiosos historiadores como Elías Pino Iturrieta e Inés Quintero. Muy joven empezó a dictar clases en diversos colegios y, desde ese momento, nunca ha dejado de hacerlo. Hoy en día sigue en la UCV, la Universidad Católica Andrés Bello, el Colegio San Ignacio de Loyola y el Liceo Andrés Bello. Muchos dicen que ha dado clases en todos los colegios y universidades de Caracas. Se ha especializado en la Historia republicana venezolana y sus tesis tratan el proceso de Independencia; pero en diversas ponencias y artículos para revistas especializadas ha tratado otros temas sobre el siglo XX. Una importante preocupación, tanto ciudadana como académica, es el desarrollo de la democracia en nuestro país y, en los últimos años, me han parecido fundamentales sus estudios sobre la escaza defensa que hizo el sistema democrático nacional de lo que puede llamarse su Historia oficial (su propia épica). Es tanta su pasión por la Historia que todo libro que salga sobre el país termina en su biblioteca y cuando le preguntas sobre su contenido te da una clase sobre este. Es un lector voraz, pero de Historia.
Y para finalizar hay que repetirlo: su mayor virtud es ser un buen amigo. Generoso, leal y preocupado por ellos. No es de aquellos que miden la amistad (calculan que beneficio puede traerles), sino que siempre está disponible y si sabe de alguna oportunidad te la dice inmediatamente. Conoce tus necesidades y anhelos para procurar ponerte en contacto con gente que tenga similares intereses. Siempre busca el encuentro para charlar y compartir. ¿Y los defectos de don Daniel? Como no podía faltar el humor al hablar de él les transcribo las palabras de uno de sus más nobles amigos-discípulos: el también historiador y docente Alfredo Jurado, el cual afirmó: «Su defecto es comerse cinco hamburguesas con tres coca-colas a las dos de la madrugada», y seguramente ante nuestra advertencia de que eso no es sano, Daniel responderá: «¡Dios nos protege! ¡Pásame la cuarta hamburguesa!».