El domingo 6 de junio México vivió sus elecciones más grandes en la historia. No solo por el natural crecimiento de la población, sino que a raíz de la última reforma política se han empalmado 15 elecciones a gobernadores estatales. Así, los ciudadanos mexicanos fuimos llamados a las urnas para actualizar nuestra Cámara de Diputados Federal, 15 gubernaturas, Congresos Locales, presidencias municipales y las 16 alcaldías de la Ciudad de México.
La elección adquirirá una relevancia singular en el contexto de la fatídica administración presidencial de Andrés Manuel López Obrador y el control que su partido político MORENA tienen sobre el país. En las elecciones pasadas MORENA se convirtió en el partido que dominaba la escena política mexicana y le dio al presidente López la legitimidad para llamar a su gobierno, de modo muy pomposo, la Cuarta Transformación de la vida pública de México.
Intelectuales mexicanos del llamado Círculo Rojo y la prensa internacional, a unos meses, semanas y días de la elección levantaron la voz ante las intenciones autoritarias y la regresión democrática que representa el proyecto político del presidente López. La Constitución, la división de poderes, los institutos autónomos y la párvula democracia mexicana corrían riesgo ante un populista de derecha con añoranza por la dictadura blanda del sistema político mexicano posrevolucionario.
En enero del 2021, la alta popularidad del presidente López y los recuerdos de la corrupción de la administración anterior, preveían que MORENA ganaría, arrasaría en la elección de junio. Se esperaba que ganara todas las gubernaturas y la mayoría calificada para poder modificar la constitución (dos tercios de la cámara de diputados).
Pero los terribles resultados de la administración del presidente López, sus nefastas políticas y decisiones y uno de los peores manejos de la pandemia de COVID-19; aunado a los pleitos internos en MORENA y a la formación de una sui géneris alianza opositora — llamada Alianza Va por México— entre partidos históricamente encontrados, PRI (nacionalista, oligarca y conservador), PAN (entre conservadurismo, la democracia cristiana y liberalismo de derecha) y PRD (supuesta izquierda socialdemócrata) comenzaron a cambiar la balanza de la contienda.
El 6 de junio los mexicanos salimos a votar y los resultados de la elección nacional son dignos de analizar. Hay que hacer una aclaración, al ser una elección tan grande con tantos puestos a seleccionar quien pierde en una elección gana en otra. Haciendo que el análisis sea mucho más complejo.
Se enfrentan tres grandes fuerzas políticas. La ya mencionada alianza opositora que representaba a los partidos de la transición democrática y la liberación política y económica iniciada en 1997 (con todas sus contradicciones, triunfos y fracasos); la alianza oficialista formada por MORENA (nacionalismo revolucionario disfrazado de izquierda), PT (anacronismo marxista) y el partido Verde (camarilla de meretrices políticas); y por último, Movimiento Ciudadano (socialdemócrata) oposición de decidió ir por su parte y fortalecer su identidad política.
La elección de medio término nos dejó resultados en tensión. En primer lugar, la oposición revivió. Los partidos de la alianza opositora sufrieron una derrota aplanadora en el 2018. Andrés Manuel López Obrador no solo fue elegido presidente, su partido MORENA tomó control del congreso. Los partidos perdedores quedaron desdibujados, acéfalos y descafeinados; irrelevantes. Los últimos tres años el papel de la oposición lo jugaron los medios de comunicación, la academia y las organizaciones de la sociedad civil.
Tres años después, más por desencanto o genuina preocupación con la administración del presidente López, gran parte del electorado les regresa fuerza política y legislativa. Los tres partidos de la alianza Va por México han incrementado el número de diputados, el PAN es la segunda fuerza política en México rompiendo la barrera de los 100 diputados; el PRD evitó perder el registro y el histórico PRI tuvo una mejora raquítica.
Por su parte Movimiento Ciudadano se consolida como el partido socialdemócrata de México. Es verdad que se encuentra lejos de los grandes partidos, pero sus votos lo vuelven bisagra y fundamental para cualquiera que quiera hacer cambios en las leyes.
Sin embargo, a pesar de haber pedido curules, MORENA sigue siendo el partido más votado en México. Y con el apoyo de los partidos de su alianza, Juntos Hacemos Historia, están rondando el 50% de los curules de la cámara baja mexicana. Aquí hay que mencionar que mientras el Partido del Trabajo, más que un partido político, es un perro faldero que va a vivir al cobijo de MORENA, el Partido Verde vende su lealtad electoral al mejor postor y carece de la menor dignidad, civilidad y honradez. MORENA ahora tiene que negociar con la encarnación de lo peor de la política mexicana si quiere avanzar su proyecto en el poder legislativo.
¿Cómo explicar resultados tan contradictorios? Podemos decir que el 2021 no fue el Waterloo de MORENA sino el Dunkerque de la oposición. Ganaron la posibilidad de negociar y pelear otro día frente a un rival, si bien debilitado, que todavía domina la escena política mexicana.
En la segunda pista del circo mexicano están las elecciones para gobernador en 15 estados. Aquí MORENA arrasó a la oposición. Ganó 10 de las gubernaturas, al menos dos de ellas donde siempre había gobernado el PRI (Colima y Nayarit) y dos donde el partido gobernante estaba bien evaluado por la población (Baja California Sur y Sonora). En México los gobernadores tienen mucho poder y se convierten en las cabecillas de los esfuerzos locales en las elecciones presidenciales. Para MORENA sus 10 gubernaturas les dan una fuerza política muy importante.
Dos estados fueron ganados por Acción Nacional (PAN); Chihuahua y Querétaro. El tradicional partido de derecha democrática es el único que pone cara a la aplanadora de la regeneración del nacionalismo revolucionario.
Dos estados merecen un análisis aparte. Por un lado, San Luis Potosí fue ganado por el candidato del nefasto Partido Verde; Ricardo Gallardo, un hombre ligado al narcotráfico que ha sido detenido por las autoridades mexicanas y americanas. El primer narcoestado oficial.
Nuevo León, el gran estado industrial del Norte y unos de los motores económicos será gobernado por Samuel García de Movimiento Ciudadano. Samuel García ha roto todas las reglas de las campañas políticas, apoyado por su esposa Mariana Rodríguez una de las influencers más importantes del país, dominaron las redes sociales, el ánimo y esperanzas de los norteños. Supieron hablar el idioma de una nueva sociedad acostumbrada a mensajes cortos, muy emotivos y aspiracionales: siempre lindos, bien vestidos, pero cool.
Volvieron la campaña política en un gran evento social y de moda: «Fosfo fosfo».
Y así, Samuel se convierte en el primer gobernador del siglo XXI en México, para bien y para mal.
Por su parte, Movimiento Ciudadano se hace con su segunda gubernatura pues ya tenía Jalisco. Lo que lo apuntala como un partido urbano que ya tiene dos de los tres estados económicamente más poderosos después de la capital.
Terminemos en la ciudad que nombra al país, la Ciudad de México. Donde se vivió el fracaso grande de MORENA y el mayor triunfo de la oposición, sobre todo, del PAN. De las 16 alcaldías la oposición ganó 9; castigando duramente al gran bastión de MORENA. La capital de la república ha sido gobernada todo el siglo XX por el mismo grupo político y en este sexenio servía como trampolín político para la candidata predilecta para la elección presidencial del 2024; Claudia Sheinbaum. Un golpe a la favorita del presidente.
Si fuera baseball, deporte favorito del presidente, la serie va 3 juegos ganados por MORENA 2 por la oposición, pero una de esas derrotas fue de visita ante y humillando al abridor estrella.
Quizás la reflexión más importante de esta elección se encuentre, en primer lugar, en la correlación entre participación ciudadana y el triunfo de la oposición. En los distritos donde hubo mayor participación MORENA y el presidente perdieron. Parece ser que los ciudadanos que se oponen al proyecto presidencial tenían más motivos para salir a votar que sus simpatizantes. Los primeros preocupados por la destrucción del Estado liberal de la transición democrática; los segundos medianamente desencantados con la regeneración del nacionalismo revolucionario.
En segundo lugar, es el mismo López quien, sin querer nos dio la clave para entender estos resultados. Los ciudadanos que tienen acceso a narrativas distintas, en medios de comunicación nacionales y extranjeros, a la narrativa oficial que López y sus paleros quieren construir, se opone a su gobierno. Por eso su desprecio a la crítica y las opiniones contrarias; porque entiende que su administración está apoyada en un discurso simplón, falaz y reduccionista que no aguanta aquellos que señalan sus contradicciones, mentiras y errores.
La mejor arma contra los intentos reaccionarios y antidemocráticos del presidente de México son las palabras.