Hace tiempo escribí un artículo donde expresaba mi perplejidad por algo que para mí era evidente, como que dos más dos suman cuatro, y muchos lo percibían de forma diferente. Un lector publicó un comentario que puso las cosas en su sitio: «Estoy de acuerdo contigo, pero en política, dos más dos no suman cuatro». Después de reflexionarlo, llegué a la conclusión de que dos más dos definitivamente suman cuatro y el problema es que algunos no saben sumar, mientras que otros que sí saben cambian el resultado al que más convenga a sus posiciones o a sus intereses particulares.
Al analizar el caso de Venezuela, es evidente que un militar golpista que traicionó su juramento militar fue electo por medios democráticos por una mayoría que no sabe sumar. Esto lo digo con tristeza porque muchos intuíamos lo que se nos venía encima, mientras que otros no fueron capaces de ver lo que estaba en la punta de sus narices. Gente que uno pensaba que sí sabía sumar. Y más tristeza da cuando vemos que la misma situación se replica en otros países con candidatos que repiten el discurso que llevó a mi país a lo que es hoy y los electores afirman ingenuamente que «nosotros no somos Venezuela». Cuando se den cuenta será muy tarde.
El único que actúa con lógica es el régimen. Es totalmente predecible. Su objetivo es el de mantenerse a toda costa en el poder que ha usurpado y para ello usa las armas de la mentira y la violencia, la estrategia «goebbeliana» de la propaganda nazi, las «leyes» del crimen organizado y el narcotráfico, y todo esto lo hace muy bien. Ha sido tan astuto, que hasta se ha apoderado de la psicología de masas a través de la tecnología. Veinte puntos.
Todo lo demás, para mí, no tiene lógica.
La oposición está totalmente dividida gracias a la estrategia del régimen. La lógica del régimen se ha impuesto en la mente de gran parte de la población.
Hay una oposición «oficialista» creada por o afín al régimen, cuya lógica es la convivencia y las elecciones manipuladas. Es fácil convivir cuando te beneficias del otro, pero no lo es cuando has tenido que emigrar, enterrar a tus seres queridos asesinados directa o indirectamente, perder tu libertad o tener a un ser querido en prisión a causa de sus ideas, incluyendo las torturas físicas y mentales, perder tu patrimonio porque te lo robaron sin derecho al pataleo. Es fácil convivir cuando miras para otro lado y solo vez lo que te beneficia.
Hay una oposición ingenua, aunque hay adjetivos más fuertes, que cree o nos quiere hacer creer que podemos salir de este desastre acudiendo a las urnas, a las depositarias de los votos me refiero, no a las otras. En este punto la lógica no tiene cabida. Voy a tratar de explicarme. Un régimen usurpa el poder con unas elecciones que hicieron a su medida y no a las de la constitución, no sin antes eliminar a los principales partidos políticos e inhabilitar a sus dirigentes; luego elige una asamblea constituyente y a un nuevo parlamento en otras elecciones que contradicen todos los principios constitucionales y democráticos; después designan a un poder electoral para que llame a elecciones regionales y este poder cuenta con mayoría oficialista y con «opositores» que pretenden lavarle la cara al proceso. Quien avale a este poder electoral o cualquier acto que provenga de él, me dice mi maltrecha lógica, está avalando al régimen y a todas sus tropelías para mantenerse en el poder. Es como si yo negociara, con quien me va a asesinar, la forma de hacerlo.
Existe una oposición honesta, que quiere un cambio y lucha por él, que está dispuesta a dar su vida, ya muchos lo han hecho, por lograr este objetivo. Difieren los medios, pero el objetivo está claro. Esta oposición tiene un problema fundamental: no ha sido capaz de articularse con quienes tienen el mismo objetivo. Esto lleva a que no es percibida como tal, es sujeto de sospecha y, en consecuencia, no tiene credibilidad.
La otra oposición, la que tiene el verdadero poder de lograr un cambio, está representada por el pueblo, el que no se ha dejado comprar, que se ha jugado el pellejo en las calles, el que ha perdido su libertad de pensar y hacer o a sus seres queridos o sus propiedades y hoy se siente traicionado. A esto se suma la brutal campaña «goebbeliana» que ha logrado que mucho de este pueblo se haya olvidado de luchar contra el verdadero enemigo y arremeta contra cualquier dirigente acusado de lo que sea por las redes sociales. Hoy no existe en la mente de este pueblo ningún dirigente honesto; todos son, por lo menos sospechosos y todos deben ser arrojados cruelmente a la hoguera de la opinión pública convenientemente manipulada.
Para complicar la situación, existe un gobierno legítimo dentro de lo que se puede considerar legitimidad en una situación inédita y confusa. Su legitimidad se la confiere el electorado a través de los últimos comicios que el régimen no pudo desconocer, pero si atropellar posteriormente Este gobierno es reconocido por la gran mayoría de venezolanos y por parte de la comunidad internacional e, incluso, por algunos que juegan a una doble moral por conveniencia política. La existencia de este gobierno legítimo ha sido muy bien manejada por el régimen, quien se ha cuidado de no asesinar o apresar a su representante, pero si a su entorno más cercano. La campaña de propaganda del régimen es un ejemplo claro de cómo manipular la conciencia del enemigo y llevarla a construir nuevos enemigos. Ellos, tranquilos, se siguen atornillando en el poder.
Últimamente se ha vuelto a hablar de un proceso de negociación y aquí mi lógica se vuelve añicos. Ya no recuerdo cuántos intentos ha habido. Lo que sí recuerdo es que en ninguno de ellos el régimen cedió un ápice y cuando lo hizo no respetó los «acuerdos». Solo ganó tiempo y logró desviar la atención de los temas fundamentales. ¿Es que no aprendemos?
¿Cómo puede alguien negociar de tú a tú con alguien a quien no reconoce o quien no es reconocido por el otro? ¿Cómo negociar con alguien que asesinó a tu hermano y pretende hacerte creer que se suicidó? ¿Cómo negociar con quien te dice que debes arrodillarte ante él para recibir alimentos o ser vacunado contra la covid? ¿Cómo negociar contra quien se conduele por la muerte de un amigo y se burla de la muerte de miles de compatriotas? ¿Cómo negociar con quien mira con indiferencia o incluso con complacencia que una cifra que se acerca al 20% de sus compatriotas haya emigrado. ¿Cómo negociar con quien ha sido acusado y es investigado por crímenes de lesa humanidad con innumerables pruebas? ¿Cómo negociar con quien arma, financia, aúpa y premia a grupos delictivos para que te amenace, te robe y te asesine? ¿Cómo negociar con quien te roba tu empresa, tu emprendimiento, la fuente de tus ingresos, la destruye y luego le echa la culpa a quien se le ocurra? ¿Cómo negociar con quien se da la gran vida y hace una fiesta mientras el pueblo muere de hambre, de enfermedades, de violencia física y de mengua? ¿Cómo negociar con quien te niega lo más básico para regalarlo a sus amigotes a cambio de apoyo o por simple simpatía ideológica? No. No le veo la lógica por ningún lado. Y las explicaciones de quienes apoyan este proceso, algunos de ellos dirigentes por quienes siento respeto, no me convencen.
Lo de la comunidad internacional sí tiene un poco más de lógica, ya que ha sido expuesta a unos escenarios inéditos. Algunos países tienen claro el peligro que corren cuando tienen un vecino o un socio que se convirtió en un delincuente de la peor calaña. Algunos juegan a una doble moral por conveniencia política o económica. Otros, son cómplices por definición y afinidad. No les importan los muertos ni los emigrantes ni la destrucción, sino el apoyo incondicional a quien comparte con él su ideología o las riquezas robadas a los venezolanos. Por otra parte, los organismos que han sido creados y tienen un mandato para defender los derechos humanos o se hacen la vista gorda o entran en un proceso que ellos llaman «justicia» que permite que los asesinos sigan asesinando, que los ladrones sigan robando, mientras ellos «estudian» la situación para ver cuál es el próximo paso. Mientras tanto, los años, los muertos, los desplazados, los torturados, el saqueo, siguen tan campantes. La única «justicia» que parece haber funcionado es la ley natural que se ha llevado a la tumba a muchos de los culpables sin haber pasado por la necesaria justicia terrenal.
La Iglesia también se encuentra en una posición muy incómoda y ha asumido posiciones que, para muchos, incluyéndome, no son contundentes. El colmo de la falta de lógica en mi opinión es constatar que hay sacerdotes que apoyan abiertamente a un régimen que atenta contra los principios, no digamos cristianos sino humanos, más elementales. Ellos sabrán. Hace poco presenciamos un evento histórico como lo fue la beatificación de nuestro querido «Médico de los pobres» y observamos a unos criminales, enemigos confesos de la Iglesia y de sus miembros, recibiendo la comunión. No tengo palabras. Me parece, por otra parte, que la posición del Vaticano ha favorecido al régimen en el balance y eso excede mi capacidad de comprensión.
En fin, mi lógica está por los suelos. Yo sigo siendo un fiel practicante de la «esperanza activa», una mezcla de convicción de que más temprano que tarde saldremos de esta pesadilla mientras aporto cualquier grano de arena, por pequeño que sea, para hacer realidad esta convicción. Hoy sueño con una oposición unida en pos del objetivo de erradicar al régimen del poder usurpado y a cada venezolano decente en comunión y acción por este objetivo. Estoy convencido de que ni la negociación ni las elecciones en proceso son la vía para lograrlo. Es cuestión de lógica.