¿Somos los seres humanos «naturalmente propensos» a contaminarnos con el poder y a perder el rumbo ético de nuestra vida, de nuestras acciones? Si así aconteciera, estaríamos condenados a mantener sociedades corruptas, con alto nivel de impunidad para quienes tengan privilegios de diverso tipo.
Afortunadamente, por una parte, no está científicamente demostrado que sea así. Sin embargo, es evidente que los niveles de corrupción, falta de probidad y relajación de lo ético son un tema muy preocupante en casi todas partes en este planeta.
Por otra parte, al mismo tiempo, hay mucha gente que anhela servir y entregar lo mejor de sí misma, manteniendo actitudes rectas, éticas, viviendo sobre la base de la sobriedad y la sencillez. Conozco muchísimos casos de estos, lo que me hace ser relativamente optimista respecto a que en algún momento sea posible un cambio cualitativo en la manera de relacionarse y de vivir en esta tierra.
Acerca del bien común: algunas aclaraciones.
Cuando se piensa en aspectos vinculados, por ejemplo, a indicadores respecto a bases mínimas de subsistencia ciudadana, el bien común se «traduce» en lograr que, como sociedad, entre el sector público y el privado, mancomunadamente, se generen las condiciones materiales de dignidad, bienestar básico mínimo sobre bases adecuadas y sustentables para una salud mental ciudadana, sin el estrés generado por la angustia de no tener los satisfactores requeridos para ello.
Ciertamente no existen recursos «infinitos» para generar los satisfactores de ese tipo de necesidades, pero sin duda alguna existen suficientes recursos para que, adecuadamente administrados, satisfagan esas bases de dignidad mínima señalada para todos los ciudadanos de un país. Y del planeta.
El diseño de determinados protocolos con participación de personas del ámbito científico, filosófico, empresarial, académico, artístico, organizaciones sociales diversas que de manera consensuada conduzcan a definir las bases de bienestar mínimos sostenidos y mejorables en el tiempo, y el diseño de cómo lograr los recursos para ello, ha de ser posible si existe la voluntad para ello.
Sin duda que será necesario de manera simultánea, que diversas variables sociales se vayan desenvolviendo y concretando.
¿Qué pasa cuando la gente no se conforma con los niveles a los cuales se llega en cada periodo de tiempo?
Necesidad de un cambio cultural vivencial ciudadano
Es absolutamente necesario desarrollar un proceso social, educacional y formativo paralelo a todo el resto de las medidas necesarias para que un país, una sociedad nación, apunte y vaya plasmando el bien común ciudadano. Es un requisito fundamental sin el cual todo el proceso social, económico e institucional no será posible de concretar y surgirá una gran frustración. El cambio profundo de la consciencia vital de todos nosotros es imprescindible si deseamos una sociedad-nación que funcione efectivamente priorizando el bien común.
Se trata especialmente de preparar a los niños y jóvenes, estimulando a que cada cual descubra su sentido existencial; a que cada cual vaya formando por propia decisión, sin imposición alguna, la orientación de sus vidas sobre la base de los valores humanistas y éticos más profundos. Una visión basada en los derechos y responsabilidades humanas que llevan implícitos el respeto y el amor a los demás. Un proceso que trasciende lo meramente intelectual o ideológico. Un proceso que nos lleve a un cambio profundo de mentalidad, donde los demás sean considerados seres válidos y respetables. Un proceso en que cada cual nos acordemos que vivimos en sociedad y que hemos de agradecer todo lo que utilizamos en nuestra vida diaria, que es el aporte de los seres humanos que nos rodean y de muchos que ya no están físicamente en este mundo.
La mentalidad del «tener en lugar del ser», (Erik Fromm lo desarrolla maravillosamente en su libro del mismo título), que prioriza actitudes de ostentación y de manipulación al tener poder, ha de ser paulatinamente remplazada por una mente que priorice actitudes de sobriedad y sencillez. La capacidad de hacerse consciente de que la entrega, el servicio, el desenvolvimiento del amor en su sentido más amplio, son aspectos de práctica de libertad y responsabilidad, generadoras de plenitud existencial.
La sociedad chilena ha de ir adquiriendo ese tipo de visión y especialmente de vivencia de cada ciudadano en el tiempo, lo que es independiente con las creencias o tradiciones de cada cual que han de ser totalmente respetadas. La Nueva Constitución ha de orientar al país, a la sociedad chilena y sus instituciones, hacia ese cambio cualitativo de manera de ir formando al país que la enorme mayoría de los chilenos anhelamos.
Sin duda que este tipo de mentalidad inclusiva y respetuosa debilita sustancialmente las visiones de tipo politiquera y dogmática en lo ideológico que alimentan la exclusión, los conflictos, las odiosidades, las confrontaciones, la polarización.
Es por eso que en otros artículos he desarrollado la necesidad de que se piense en una nueva manera de practicar la democracia, donde los partidos pierdan protagonismo, que sean las organizaciones sociales, científicas, académicas, empresariales, sindicales y similares, las que asuman trabajos en equipo para que la política de país nos lleve hacia una sociedad que concrete institucionalmente la priorización del bien común ciudadano.
Una educación que ayude al bien común ciudadano
En algunos artículos señalé la necesidad de una «Escuela Formativa de Consciencia». Si pensamos en Chile, (y en cualquier país), el sistema educacional tendría que contar dentro de su programa nacional y regional de estudios con educación cívica, ética y valórica, pero de tal modo que no sea un mero aprendizaje intelectual, de conceptos aprendidos, sino muy participativo y activo de parte de los alumnos.
Algunos elementos que tendrían que existir son técnicas de reflexión y diálogo, técnicas de ejercicios de meditación, lecturas apropiadas, técnicas de autocontrol, creatividad aplicada a este tipo de aspectos como diseño de teatralizaciones, música y canciones, poesías, visiones diversas acerca de determinados temas donde se aprenda a respetar las diferentes visiones sin descalificarse.
El estudio de la historia, por ejemplo, ha de tener visiones diferentes acerca de un mismo tema. A modo de ilustración, las visiones existentes en Chile de tipo «oficial» acerca de la Guerra del Pacífico de 1879 y las visiones de la enseñanza del mismo tema en Bolivia y Perú. Conocerlas con el ánimo de ampliar la mente, de comprendernos. Aprender que los diversos temas tienen necesariamente visiones diversas.
La enseñanza educativa ha de ser libre de manera que las familias y sus niños han de elegir lo que desean. Tener la opción de elección entre educación pública y privada.
Sin embargo, la educación pública ha de ser de calidad efectiva y gratuita, con adecuados indicadores y evaluaciones. Además, la capacitación y actualización permanente del profesorado ha de ser parte de los requerimientos para ejercer la docencia, llegando sus remuneraciones a ser dignas para el importante servicio que entregan a la sociedad.
La educación privada podrá tener sus propios programas de enseñanza, aunque deberán incluir aquellos aspectos, como los señalados en párrafos anteriores de manera que esos alumnos, además de estudiar aspectos que las familias sienten necesarios para sus hijos, incluyan lo que como país y sociedad Chile prioriza.
La idea es que esta formación cultural ética, inclusiva y respetuosa del prójimo, sea diseñada por equipos de personas o instituciones que tengan las competencias tanto para definir los contenidos, como para formar los docentes. No es un tema del «Estado», o del sector público, sino de todos.
Todo ese proceso previo a su aplicación, ha de ser evaluado por la ciudadanía a través de un plebiscito, una herramienta que ha de ser parte sustancial de una sociedad democrática con alto nivel ciudadano de participación y fuerte debilitamiento de las ideologías o posturas que defienden determinados intereses o privilegios corporativos.
Las religiones y los diversos credos han de ser materia de las familias y de las personas. No ha de ser parte de la educación pública aun cuando si lo podría ser en establecimientos de educación privados. El respeto a las personas y sus derechos a tener las creencias que estimen, el respeto a las minorías de todo tipo, ha de formar parte de las garantías de la sociedad chilena y de cualquier sociedad que se diga «democrática».
Cuando decimos que anhelamos que en Chile, (y ojalá en muchas partes de este planeta), se constituyan sociedades que prioricen el bien común ciudadano, (sociedades de bienestar), nos estamos refiriendo a procesos paulatinos en el tiempo. La Nueva Constitución en Chile ha de entregar la orientación, el rumbo, que se requiere para comenzar a ir generando las nuevas instituciones del país que puedan llegar a tener la legitimidad ciudadana que actualmente no tienen.
Acerca del cómo lograr recursos para generar un «estado básico sostenido de armonía relacional y de bienestar socioeconómico y mental ciudadano»
El tema de la tributación a los diversos sectores de la actividad económica del país ha estado en el tapete tanto a propósito del futuro proceso constituyente que ha de generar el texto de una Nueva Constitución Chilena, como para ayudar a financiar la actual pandemia.
Son temas un impuesto a «los más ricos» del país y el actual trato tributario de las grandes corporaciones que explotan el 78% del cobre en Chile, del magro aporte que ello significa para las arcas fiscales en comparación a lo que aporta la empresa autónoma del estado, CODELCO, que explotando solo el 28% del cobre aporta recursos considerablemente mayores. Además del trato al litio y a otros recursos no renovables.
Un tema fundamental en este aspecto, se relaciona con la «evasión legal de impuestos», es decir, cuando se aprovecha el texto de la ley para interpretarlas de manera tal que permita a los «más ricos» o a las grandes corporaciones que explotan los recursos naturales del país a pagar lo menos posible.
Se trata entonces de cómo evitar que la ley se interprete de diversos modos en lugar de aplicarlas en el espíritu en que fueron creadas.
Pareciera que para legislar acerca de la tributación evitando interpretaciones distorsionadas que permitan la evasión legal, sería necesario generar leyes simples, fáciles de entender, claras en su aplicación e imposibles de «aplicarlas erradamente o de evadir legalmente el impuesto». Con ilustraciones matemáticas simples que no dejen lugar a dudas, que sean parte de los textos legales.
La asesoría tributaria no sería más requerida… Simplemente porque no existirán maneras legales de evadir.
Hay paraísos fiscales que se usan para mantener empresas relacionadas con domicilio en esos lugares usándolas de «apoyo» para generar pérdidas o menores utilidades en las empresas que tributan en Chile. Sin embargo, debe haber herramientas para que esos paraísos fiscales no sean utilizables para dicho objetivo.
No soy abogado. Pero como economista no puedo imaginar que no sea posible generar leyes que apunten al bien común y de que, en lo tributario, en lo referente a los recursos naturales, o a generar una tributación progresiva de manera que quienes más ganan más paguen, no se puedan poner reglas claras que ilustren con ejemplos matemáticos simples, demostrando de modo didáctico cómo se calculan los tributos… Eso es parte de lo que Chile necesita para priorizar el bien común ciudadano, generando entre otros aspectos los pisos fundamentales de dignidad y bienestar de su gente y tributos progresivos pero que no afecten la inversión, investigación e innovación de las empresas.
Un equilibrio entre un sector público eficiente y un sector privado sustentable es fundamental. No más una sociedad ideológicamente polarizada. Se puede y se debe trabajar en conjunto, en equipo, con todos/as los involucrados/as: eso es priorizar el bien común. Se piensa más en proyectos específicos y en asuntos de interés ciudadano sobre la base de la prioridad ciudadana en lugar de ampararse en ideologías conflictivas, polarizadas y odiosas.
Las leyes que se hacen para orientar al país hacia el bien común permiten a todos elegir su opción. Se respeta las minorías de todo tipo. Nadie tiene el derecho de imponer sus credos, sus opiniones o sus visiones a los demás. Si hay leyes (como las debería haber), que permitan el divorcio, el aborto, la eutanasia, entre otros aspectos, nadie está obligado a utilizarlas. Pero nadie puede impedir que a los ciudadanos que lo necesiten y les haga sentido usarlas no lo hagan. Es el respeto a la diversidad, una base fundamental del derecho y responsabilidad que tenemos como seres civilizados.