Las elecciones del próximo 4 de mayo se van a decidir en gran parte por lo que voten los indecisos. No es necesario anunciar que según la encuesta que se lea, CIS o GAD3, los porcentajes son de una fiabilidad cuestionable. En algunos casos, Ciudadanos desaparece y no llega al 5%, en otros Más Madrid parece que triunfa como la folclórica del WhatsApp; el PP parece incuestionable con la candidata Ayuso, etc. Un vergel muy bonito de porcentajes e informaciones convenientes según el encargado de la sala de máquinas, José Félix Tezanos, presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
El sondeo preelectoral de las elecciones autonómicas dibuja un empate entre la derecha y la izquierda que no concuerda con las estimaciones de voto que proyecta el CIS. Tezanos adjudica al PP 59 escaños y a Vox 9, serían 68 entre los dos. Mientras otorga 38 al PSOE, 20 a Más Madrid y 10 a Unidas Podemos, otros 68 entre las tres izquierdas. Pero el reparto de escaños no coincide con la estimación de voto, ya que la Comunidad de Madrid cuenta con circunscripción única, por lo que si aplicamos el sistema D’Hondt no se daría una situación de empate, sino una victoria de la izquierda por setenta diputados frente a los 66 que sumarían el PP y Vox.
Ayuso ganaría, pero la izquierda sumaría mayoría. Desde el equipo de Ángel Gabilondo llevan días alertando de una situación de equilibrio para movilizar al electorado socialista y apelar a los votantes de Ciudadanos para deshacer ese posible empate. Con las encuestas, o sin ellas, casi mejor sin ellas, el punto de decisión estará en Vox. Aunque el PP tenga una victoria arrolladora, va a necesitar a Santiago Abascal y Rocío Monasterio como aliados; no como primos lejanos, sino como familiares de primer grado. Los resultados de Vox pueden completar los votos necesarios para lograr la investidura.
Por muchos votantes de Ciudadanos y de Vox que decidan su voto hacia el PP, resulta poco probable que Vox se quede fuera de la Asamblea al no llegar al 5% de los votos. Si Ayuso no llega a la mayoría absoluta, el fracaso será rotundo y, en este tablero, tendrá que mover piezas para que Vox siga gobernando en coalición en Madrid. Así que Ayuso y Monasterio pueden estar condenadas a entenderse, muy a pesar de la muerte por éxito del PP.
Ayuso ha dejado claro que su adversario en estas elecciones no es Vox, le preocupan Sánchez e Iglesias. Y digo Sánchez y no Gabilondo, porque el presidente del gobierno le está dando codazos a su propio candidato en esta campaña electoral. Claro, son los golpes de siempre, esos que no permiten al presidente quedarse en segunda fila cuando música y baile suenan. Mal gestionado, ya que el presidente es sumamente cuestionado a nivel autonómico, y no solo hablo de Madrid, la centralización conveniente, a través de decretos, durante la pandemia, sino que al soltar lastre cuando el barco pesaba demasiado, acusando a la gestión de presidentes autonómicos, ha levantado ampollas en muchas Comunidades Autónomas. Sin más, que Pedro Sánchez sea la sobredosis en campaña, al PP le viene muy bien.
Si el PP lograse una victoria en torno a los 60 diputados, Vox no podrá decir que no a la investidura de Ayuso, lo negociarán como lo han hecho en Andalucía, y en la propia Comunidad de Madrid en 2019, pero sin la entrada de Vox en el gobierno. Así que Vox debe prepararse para ser el amante del PP, pero no el marido oficial. Con derecho a roce y condenados a entenderse el PP debe de olvidar aspirar a la mayoría absoluta, para dar cariño a Vox y olvidar la ruptura que Casado protagonizó con Santiago Abascal en octubre de 2020.
La importancia de que Pablo Casado tenga conciencia y cambie el rumbo de acercamiento hacia Vox, será la llave de estas elecciones en Madrid, mientras el centro derecha sufre porque Génova sigue confirmando la ruptura con Santiago Abascal, la izquierda se frota las manos porque es consciente de la fragmentación de la derecha. Es aquí, donde se acaban las palomitas y vemos el «The End», es aquí donde sobran todas las encuestas, todo se reduce a la estrategia de Casado de cara al 4-M para la investidura y si necesita los votos de Vox para gobernar.
Estas elecciones están diseñadas como un plebiscito sobre Pedro Sánchez, pero no podemos olvidar, y según explico hasta ahora, que si Pablo Casado no cambia de opinión hacia Santiago Abascal se puede convertir en una lucha de liderazgo del PP con la candidata. Todo está en manos de quien está, ya que el PSOE demuestra un desgaste de liderazgo en Madrid, y Génova lo tiene todo a su favor para descorchar el champan, pero el PP tendrá que colaborar con Vox y entender que la derecha representa una reconciliación política.
Por cierto, la política de vacunación no debería ser nunca, jamás, propaganda o arma arrojadiza de la izquierda contra el gobierno de Madrid en campaña electoral, es algo ridículo y vergonzoso que el señor Iglesias desee cerrar el Hospital Isabel Zendal. Para los votantes de Madrid es toda una declaración de intenciones del sectarismo imparable; cuando hablamos de personas y vidas no se debe llegar tan lejos.
Ayuso y Monasterio, ¿será amargo el sabor del voto útil?