Cuando hablamos de grandes nombres del cine español, Alex de la Iglesia es uno de los más importantes. Aclamado por éxitos como El Día de la Bestia (1995), los Crímenes de Oxford (2008) y Balada triste de trompeta (2010), le gusta dirigir historias salpicadas de humor negro, elementos misteriosos, personajes de a pie y satanistas. HBO se enorgullece de presentar series con una gran calidad cinematográfica en lo que llaman «experiencias culturales».
¿Qué pasa entonces si mezclamos una buena productora, un buen director y actores de renombre? En teoría, Marge, una obra de calidad. En teoría.
Vaca pare niño humano en Pedraza. Se sospecha que el padre es el Satanás
30 Monedas empieza con el misterio de un nacimiento y las gentes sencillas que habitan el pueblo segoviano se vuelven hacia la ciencia, la política y la religión. Es decir: la veterinaria Elena, Paco, el alcalde y el padre Vergara.
Desgraciadamente este milagroso retoño es en realidad un demonio que viene, como el cobrador del frac a por una moneda de plata que tiene el cura. Una cosa lleva a la otra y pronto descubrimos que se trata de una de las 30 monedas con las que se pagó la traición de Judas Iscariote. No solo eso, sino que hay una conspiración global que involucra a la Santa Sede y amenaza el mundo.
Una premisa relativamente interesante, muy en la línea de Alex de la Iglesia, si bien no muy original. Así pues, ¿por qué no funciona?
Como dice Jack el destripador, vamos por partes
Los problemas de 30 Monedas permean todo el producto, pero para no estar aquí hasta el día del Juicio (que probablemente sea un martes de estos), vamos a centrarnos en los más flagrantes: el mundo, los personajes y los clichés.
El mundo hace aguas
A la hora de crear una ficción, sea cual sea, lo primordial es establecer las normas que la rigen. Saltándonos este paso, el mundo, las acciones y motivaciones de los personajes no tendrán sentido, y nuestro espectador sentirá la necesidad de arrancarles el corazón a los protagonistas con una cuchara (ya sabéis, porque duele más).
Esto es especialmente necesario a la hora de crear fantasía, o fantasía urbana, como es en este caso. Un ejemplo perfecto de cómo hay que hacer las cosas es el Señor de los Anillos.
Desde el minuto uno se establece qué es el Anillo de Poder, cuáles son sus poderes y por qué, en ninguna circunstancia, puede acabar en manos de Sauron. Una vez aclarado esto, a lo largo de las 9 horas de película, se nos recuerdan estos datos, pero, a no ser que te hayas dormido los 10 primeros minutos, nadie va a decir: Frodo es idiota, que le devuelva el anillo a Sauron y se ahorre esté dolor de cabeza. ¿Por qué? Porque entendemos la lógica interna de la historia.
Alex de la Iglesia intenta crear un misterio alrededor de la moneda mostrándonos robos inconexos a la narrativa principal antes de cada episodio. En ningún momento en las tres primeras horas de serie (al cabo de tres episodios) se establece qué poder tiene la moneda, ni por qué hay que impedir devolverla. Lo que es peor, ni siquiera recibimos una respuesta satisfactoria al terminar la serie. ¿Cómo es posible?
Por otro error garrafal en la construcción del mundo: la falta de consistencia.
La consistencia es imprescindible a la hora de elaborar las reglas de un mundo ficticio. Pongamos por ejemplo la kryptonita, esa piedra verduzca que le quita los poderes a Superman. La kryptonita es el talón de Aquiles del superhéroe. Esto se estableció en 1949. Todo el mundo sabe que la kryptonita le quita (o debilita) los poderes de Superman. El espectador ve un pedrusco brillante verde y su cerebro dice: mierda. Si ahora se hiciese una adaptación en la que la kryptonita no afecta para nada al superhéroe y no se da una explicación sobre el porqué, el espectador se sentirá confuso y engañado.
En 30 Monedas la falta de consistencia es constante, hasta el punto de llegar a lo absurdo. Los personajes, sus acciones y hasta las normas del mundo en el que viven son inconsistentes. La más flagrante y, para mi gusto, más decepcionante de ellas es el «villano» de la serie.
Inicialmente el padre Vergara explica a nuestros intrépidos protagonistas la existencia de los Evangelios Apócrifos, entre ellos el de Judas, en el que explica que su traición no fue tal, sino que vendió a Jesucristo por orden de este. La Iglesia, explica el cura, tiene pleno conocimiento del Evangelio de Judas y, para mantenerse como institución, lo esconde. El problema que presenta esta versión del relato es la inexistencia del mal como algo separado al bien. Es decir, el mal representado como el egoísmo del apóstol y la crucifixión de Jesús forman parte del plan divino y son necesarios para que exista el bien.
Se trata de un concepto filosófico de inesperada profundidad: explorar cómo la Iglesia lucha contra un grupo de iluminados que defienden que el mal no existe es (para mí) muchísimo más interesante que darle otra vuelta de tuerca a lo que Supernatural lleva haciendo desde 2005. Desgraciadamente esta premisa se ve inmediatamente contradicha por el hecho de que hay demonios desesperados por encontrar la moneda y… por el hecho de que las monedas se consideran un «elemento que dañó a Jesús y por eso tienen poder». A pesar de que, si Jesús le pidió a Judas que le traicionara, entonces no es una traición…
En definitiva, todas y cada una de las premisas se desmoronan bajo el más leve escrutinio. Lo que me hace pensar que Alex de la Iglesia y su coguionista, Jorge Guerricaechevarría, no se plantearon los conceptos más allá de lo relativamente «guais» que sonaran sobre el papel.
Pero bueno, a veces nos encontramos con tramas no muy buenas llenas de personajes entrañables que nos calientan el alma y nos interesan con sus desventuras….
Aquí son todos idiotas
La serie está ambientada en un pueblo segoviano llamado Pedraza, lleno de gentes sencillas que se dedican a la ganadería y a cotillear. Desde hace un año, el cura del lugar es el padre Vergara (interpretado por Eduard Fernández). Un exorcista expresidiario que boxea porque tiene un TraumaTM. Su TraumaTM y motivo por el cual fue encarcelado es que, durante un exorcismo en Italia, el muchacho al que estaba exorcizando muere. Justo después de sacarse una moneda de debajo de la piel.
En su incansable lucha contra los demonios (que debieron perderse en la Nacional, porque les cuesta un año encontrar Pedraza) une sus fuerzas con Paco, el alcalde, interpretado por un pésimo Miguel Ángel Silvestre.
Paco es un hombre ProfundoTM, casado con Merche (un cliché sobreactuado con patas), es alcalde, dueño de un hotel y un matadero (es decir, la potencia monetaria más importante del pueblo). Se trata de un hombre AtormentadoTM por su mujer que le obliga a ser alcalde y a serle fiel en vez de tener una aventura con la veterinaria del pueblo, interpretada por Megan Montaner.
Elena, es la última pieza del heroico triangulo de héroes. Se trata de una mujer FuerteTM y PiadosaTM que está hasta las narices del pueblo, tiene posibilidades de marcharse y se queda porque debe tener algo de MártirTM. La muchacha tiene la misma consistencia que las normas internas del mundo en el que la han hecho vivir y la misma inteligencia que el alcalde del pueblo.
Huelga decir que ninguno de los protagonistas tiene ningún tipo de carisma, motivación consistente o evolución. Por no tener no tienen, ni siquiera, cualidades redentoras.
Otro personaje sacado de algún archivo de los 90 es Merche, la esposa del alcalde, interpretada por Macarena Gómez. Se trata de un personaje innecesario donde los haya, cuya única utilidad es hacer quedar mejor al alcalde. Huelga decir, que no lo consigue.
Lo que me lleva a una conclusión desafortunada…
Alex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría no saben escribir mujeres
De acuerdo, esta afirmación es injusta. Al fin y al cabo, ni hombres ni mujeres están bien escritos en esta serie. Más que 30 Monedas, debiera llamarse 30 clichés y nos quedaríamos cortos. Mas el uso de estereotipos no es necesariamente algo malo, va muy bien para establecer cosas rápidamente dado que se apoya en un conocimiento existente en el espectador para poner en marcha la narrativa. Sin embargo, las buenas historias, aquellas que diferencian las películas de «domingo por la tarde» del «arte», son las que utilizan clichés y luego les dan la vuelta para contar una historia más profunda, algo con sustancia. Los guionistas de esta serie no lo hacen y el mejor ejemplo son las mujeres.
Tenemos a la desgraciadamente infrautilizada Carmen Machi (uno de los highlights de la serie) como la madre que perdió a su hijo y vende su alma al diablo por volver a ser madre y muere brutalmente asesinada por nuestro héroe.
Tenemos a Merche, la mujer infértil, celosa y enfocada a los negocios, despechada y fácilmente seducida por el MalTM y, como una Lilith de pueblo escapa para sembrar el MalTM por el mundo, del brazo de un señor corrupto.
Y tenemos también a la Mujer VirginalTM que está rodeada de MalTM, pero lo supera y, a pesar de tenerlo todo en contra, consigue sobrevivir y tener su final feliz junto al héroe.
Vamos a ir cerrando
Creo que no hay mucho más que pueda decir sobre esta serie. Probablemente si hubiese salido hace 20 años, con el boom de contenido religioso que siguió al Código Da Vinci, pudiera haber sido relevante (no buena, porque para eso necesita ser reescrita).
Pero en el año 2020, se trata de una ensalada de tópicos e ideas poco originales que se han tratado muchísimo mejor en otras obras. En definitiva, buena cinematografía que no distrae de personajes insufribles y una trama sinsentido.