El año 2020 fue un año trágico; cargado de problemas políticos, económicos, sociales, ambientales y de todo tipo. ¡A escala mundial y como el mundo nunca había visto antes!
Ejemplo clarísimo de eso fue la pandemia de coronavirus generada por el virus denominado como SARS-CoV-2, que no solo dejó la economía mundial en quiebra. Dividió al mundo en dos: en los que creyeron en la ciencia, siguieron instrucciones y se preocuparon por no contagiarse y no contagiar a los demás y en los que hicieron todo lo contrario. ¡Pese a ver muertos y contagiados entre sus allegados y conocidos! Simple y sencillamente, ignorando la realidad, negando la realidad, ¡pese a tenerla frente a su propia nariz! Esto es algo difícil de entender porque no se trata simplemente de un síndrome de negación de la realidad, o de un pequeño grupo que lo hace. Se trata de una negación masiva de la realidad. Algo para futuros estudios y tesis doctorales en psicología humana.
Otro fue el paso seguido de dos huracanes tropicales supermasivos, Eta e Iota, por el caribe centroamericano, con casi idéntica trayectoria. Los cuales, en cuestión de dos semanas, devastaron la región centroamericana, causando muertes, pese a la advertencia temprana en todos los países. Así como multimillonarios daños en la infraestructura pública y privada, la agricultura, el comercio, el turismo y otros. Algo que las familias que lo vivieron en carne propia difícilmente olvidarán en toda su vida y seguramente transmitirán a las futuras generaciones.
Lo primero: no la pandemia, el no creer en ella, al punto de ignorar y rechazar la realidad. Es producto de otro síndrome o fenómeno de psicología de masas. El «lavado masivo de cerebro»: también conocido como reforma del pensamiento, adoctrinamiento o reeducación. Consiste en la aplicación de diversas técnicas de persuasión, sean coercitivas o no, como la concesión selectiva de recompensas. Mediante esta estrategia psicológica, el dominador obliga a someter sus creencias, conducta, pensamientos y comportamiento a un individuo o sociedad, con el propósito de ejercer sobre ellos reconducciones o controles políticos, morales y cualquier otro tipo.
Y, ¿quiénes son los que pueden ejercer este tipo de control y dominación masivo sobre otras personas? Pues, precisamente quienes tienen acceso y control a medios de dominación masivos como: cadenas televisivas, medios de prensa, redes sociales y otros, y utilizan esos medios para desinformar a la gente a través de noticias falsas, chismes y falacias. Los hacen creer que no son falsas noticias, que no es un chisme, que es verdad, y así tergiversar su realidad y hacerlos creer otra que no lo es. Eso ocurre porque, tristemente, cuando la gente sufre gran adversidad, se deja llevar por su fanatismo. Está comprobado científica y psicológicamente que le es más fácil obviar la realidad, que asumirla. Es una especie de mecanismo de «defensa psicológica» que muchos poseen. Afortunadamente, no todos. Y aunque se tenga, puede vencerse. ¿Cómo? Venciendo el miedo y deshaciéndonos del fanatismo. Así es, tanto el miedo como el fanatismo extremo matan.
Lo segundo es más preocupante, es producto de nuestra desidia por los demás, por el mundo y por la naturaleza, y, en cierta forma, también un «lavado de cerebro» que nos autoimponemos. Por no ver más allá de nuestra realidad más cercana, de nuestro entorno, de lo que ocurre en otros países y regiones, ¡hasta que esa realidad nos cae como un balde de agua fría! Como ya lo están sufriendo, en carne propia, muchos de los ciudadanos en los países que, por obstinación política y económica, aún siguen negando el cambio climático. Como digo Abraham Lincoln y tiempo después parafraseó JFK, «Se puede a engañar algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo; pero no se puede engañar a todos, todo el tiempo».
Pero lo más preocupante de todo es que, como lo confirman los estudios científicos, de no hacer nada, de no reducir drástica y significativamente el impacto de los gases de efecto de invernadero; así como la contaminación del suelo y del agua y el ritmo al que consumimos y destruimos nuestros recursos naturales ahora, el efecto sobre el clima global y su severidad, no solo aumentará; sino que, además, se volverá irreversible.
Así las cosas, como conclusión y corolario, ¿será el 2021 el año de las soluciones o seguiremos prolongando los problemas? En ustedes y yo está ser parte de la solución o ser parte del problema. Yo escogí ser parte de lo primero. Y ustedes, ¿qué escogen?