En un artículo anterior se planteó el tortuoso camino que ha llevado el liderazgo palestino en los últimos años hacia el cisma que los mantiene débiles de cara a los desafíos con el supuesto de buscar una estatidad; pese a la visión, en ocasiones contradictoria, que tienen las fuerzas políticas palestinas acerca de esta y, más importante aún, en sus desafíos internos de cara a la sociedad palestina.
Lo anterior, por supuesto, sin mencionar un desafío gigantesco que poseen y del cual se desnaturalizan, salvo para temas políticos como lo es la gran comunidad palestina que habita en la diáspora; en algunos casos en condiciones muy lamentables, principalmente dentro del mundo árabe del Levante, y en otras un tanto mejor, como ocurre con los palestinos en Occidente.
En este y otros artículos posteriores, se desarrollará el papel que los diferentes actores internacionales han asumido con respecto al tema palestino, dando énfasis, por supuesto, a la situación coyuntural, sin descuidar el contexto histórico que ha generado las circunstancias actuales, considerando que estos artículos no tienen como finalidad resolver el desastre político que viven hoy en los territorios bajo administración palestina y en las zonas disputadas con Israel, aunque sería un buen inicio para llegar al fondo de algunos asuntos.
Es evidente que la división entre las coaliciones de facciones palestinas generan muchos más daños que solamente el contexto de conflicto con los israelíes, siendo estos últimos quienes, sin duda, han aprovechado esta circunstancia, bajo la máxima de «divide y vencerás», para tomar una ventaja comparativa mayor que la que, de por sí, los propios liderazgos árabes de los alrededores les permitieron cuando renunciaron a sus intereses panarabistas sobre el terreno y dejaron a los palestinos en una especie de orfandad sin una base institucional adecuada; con una clase política altamente corrupta (además de dividida), cuya agenda ha estado supeditada al humor de la clase política regional; a los intereses de los líderes hegemónicos; a la falta de una ruta realista en sus acuerdos con Israel y al chantaje de fuerzas islamistas radicales con intereses ultra religiosos.
El rol del liderazgo árabe con el tema palestino a través del tiempo y en la dinámica actual de la región
Para explicar el rol de los actores internacionales en la región de Palestina, entendiendo en este contexto a Palestina como la parte del territorio restante del Mandato británico que no se autodeterminó en 1948, es imperativo entender que ha evolucionado en distintas etapas, ante lo cual, a grandes rasgos, se desarrollarán, una a una, las formas en las que se han comportado en la realidad del terreno. Las razones para comenzar con el mundo árabe son obvias, ya que se trata de los países y gobiernos que, de una manera más directa, han participado de la situación de la población palestina hasta hoy.
Desde antes de ejecutarse el plan de partición, presionaban con una guerra total en el caso que los judíos palestinos decidieran declarar su independencia y autodeterminarse, tal y como finalmente ocurrió el 15 de mayo de 1948, lo que originaría la primera bofetada territorial para los árabes palestinos que, a partir de este momento, perderían la oportunidad de tener soberanía sobre el terreno, quedando el territorio restante de la Palestina británica (sin Transjordania) dividido en tres; Israel con territorios anexados, Transjordania (posteriormente Reino Hachemita de Jordania) con territorios anexados y Egipto con un mandato especial dirigido desde el Cairo que se concentraba principalmente en el enclave costero de Gaza.
Se debe considerar (o recordar) que la población árabe palestina nunca tuvo soberanía sobre los territorios de manera independiente, pese a que, insistentemente, la propaganda de activistas ha querido dar esta idea por medio de mapas manipulados y medias verdades. El territorio, antes de mayo de 1948, estuvo bajo el control británico y, anteriormente, bajo el dominio otomano. Después del 14 de mayo de 1948, tampoco obtuvieron soberanía ya que nunca la declararon, a diferencia de lo que ocurrió con los judíos palestinos que cambiaron el nombre a su porción de territorio bautizándola como Estado de Israel.
Este primer enfrentamiento armado árabe–israelí, desde 1948 hasta 1949, generaría una importante oleada migratoria de árabes palestinos que se verían desplazados hacia otros territorios dentro de la misma zona, gestando, además, la creación de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), sobre la cual se ahondará en un documento concentrado con el papel de los organismos internacionales en el tema palestino, aunque ya anteriormente hubo un artículo donde se le mencionó puntualmente, pero, en esta ocasión, ha de destacarse su naturaleza sui generis, donde la condición de refugiados es hereditaria y añade una complejidad mayor a la solución del conflicto palestino–israelí, aumentando todos los años la demografía de la población considerada refugiada. Esto hace la labor de resolver la situación palestina más engorrosa si se pretende ponerle un final beneficioso, ya que este elemento es, por sí mismo, un bucle infinito sin resolver.
La propia creación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en 1964 fue gestada en el Cairo de la mano del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser y endosada su responsabilidad, inicialmente, al político Ahmad Shukeiri, hasta la nefasta derrota del panarabismo en la guerra de 1967 contra Israel, por lo que posteriormente el liderazgo de la OLP fue asumido en su totalidad por el emblemático Yasser Arafat hasta su muerte en el 2004.
Shukeiri logró controlar el brazo político de la OLP; sin embargo, contó con un débil músculo en el brazo militar del Ejército para la Liberación de Palestina (ELP), por lo que, pese a sus esfuerzos porque tuvieran mayor autonomía política, finalmente quedaron atados a los intereses de Nasser.
Después de los fracasos de Nasser, principalmente luego de la nefasta pérdida en la guerra de 1967 y con mayor determinación pasado el último fracaso bélico árabe contra Israel en 1973, Yasser Arafat, conocido también con el nombre «guerrero» de Abu Ammar, sería la cara visible de los palestinos frente al mundo, cambiando diametralmente el paradigma del conflicto hacia otro sentido.
En el año de 1974, el entonces presidente de la OLP realizó un emblemático, pero polémico discurso frente a la Asamblea General de las Naciones Unidas donde hacía un llamado a la «resistencia» hasta liberar Palestina, donde, sin ninguna duda, los años 70 fueron cruciales en el cambio de visión sobre el conflicto que, durante casi tres décadas, se concentraba en la dinámica de la rivalidad militar entre árabes e israelíes a través de un enfrentamiento «codo a codo» entre Estados, para concentrarse en la situación entre palestinos e israelíes con una asimetría que generaría dudas sobre las simpatías en el terreno.
Con los acuerdos de Camp David en 1978 entre Israel y Egipto, así como la desconexión jordana en los reclamos sobre los territorios de la margen occidental que perdieron durante el conflicto de 1967 contra Israel, los palestinos quedarían con una promesa incompleta de poder establecer un Estado independiente ya que Gaza, que estuvo bajo dominio egipcio, quedaría hasta el 2005 bajo la administración total del gobierno israelí y los territorios de Cisjordania, anteriormente anexados por el gobierno de Amán, correrían con la misma suerte.
No será sino hasta la Conferencia de Madrid de 1991 que se le brindaría mayor legitimidad al liderazgo palestino frente a Israel y el mundo; luego, con los Acuerdos de Oslo de 1993 y 1995, llegaron tener un poco más de «autonomía», aunque sinceramente muy debilitada por el entorno, con una terrible falta de consenso y de voluntad política de las partes involucradas directamente, así como de sus aliados para lograr fortalecer los acuerdos hasta llevarlos al proceso de estatidad. Los aliados han priorizado sus agendas por encima del interés de los territorios en conflicto y, cuanto más viejo se hace el conflicto y las necesidades estratégicas van cambiando, pierde posicionamiento en la agenda global.
La causa palestina ha sido para el mundo árabe una moneda de cambio para sus propios intereses, por lo tanto, entre los gobiernos árabes es un tema sumamente ambiguo. En el pasado Nasser, Hafez Al Assad, Hussein de Jordania y Sadam Hussein tuvieron relaciones de amor-odio con los palestinos.
El presidente Nasser hizo de la OLP su herramienta de ataques contra Israel, sin asegurar una intención de soberanía para la población, sino seguir en su proyecto panarabista. Hafez Al Assad, por su parte, hizo esfuerzos en los 80 para debilitar a la OLP e intentar sacar a Yasser Arafat del poder de la agrupación. Mientras tanto, el Rey Hussein I de Jordania ejecutó una operación en 1970 que se denominó «septiembre negro», donde hubo al menos entre 2,000 y 3,000 muertos (dependiendo de la fuente), y Sadam Hussein brindaba ayuda económica para la resistencia palestina, lo que no quería decir necesariamente un apoyo hacia la población. Y estos por mencionar solamente algunos casos que no incluyen la situación en países como Túnez, Líbano, Kuwait, entre otros.
Durante los años 80, en especial durante la Intifada del año 1987, los apoyos hacia la causa palestina fueron intensos desde el soporte económico, como los apoyos morales y en trasiego de armas para mantener la lucha armada. En la década de los 90, países como Arabia Saudita se sumarían con fuerza para proponer un plan de solución del conflicto palestino–israelí, siendo de los participantes importantes durante la Conferencia de Madrid del año 1991, planteando un ambicioso plan, durante el año 2002, en medio de la Segunda Intifada que promovería un reconocimiento árabe de Israel a cambio de regresar a las posiciones anteriores a la guerra de 1967.
En la época moderna el liderazgo árabe ha dicho defender a los palestinos; sin embargo, ha sido un poco contradictorio. Por un lado, les han negado derechos de ciudadanía de manera institucional a través de la propia Liga Árabe para evitar que pierdan «arraigo» con su territorio, por otra parte, han dejado un poco a su suerte a los palestinos considerando temas coyunturales que los han llevado a desplazar el asunto mientras ponen en orden los propios.
Es por este aspecto que se ha confinado a un grado inferior a la causa palestina en el mundo árabe y al conflicto contra Israel, ya que para el mundo árabe las prioridades pasan por la diversificación económica según la agenda 2030 y un eje de alianza para luchar contra el gobierno de la República Islámica de Irán en el Golfo y contra la República de Turquía en el Mediterráneo Oriental.
Los Acuerdos de Abraham entre Israel y países árabes gestan una alianza estratégica con los países del Golfo y algunos de la zona africana con un canal directo de conexión entre la región mediterránea y la península arábiga, donde se pueden contrarrestar de modo estratégico las movidas de los dos países que se han convertido en el dolor de cabeza de los países ricos del mundo árabe.
En esta conexión, que incluiría de manera informal a Arabia Saudita y que cuenta con la venia de Egipto por sus relaciones de cordialidad con Israel, se puede contrarrestar la influencia levantina y magrebí de los gobiernos de Ankara y Teherán, teniendo el primero posiciones estratégicas en el norte sirio y en Libia donde, además, ostentan una zona económica exclusiva que le permitiría echar mano de recursos estratégicos, ante lo cual los países del mediterráneo oriental negocian para proteger sus intereses económicos por medio de un foro de energía regional, donde se ha intentado incorporar al gobierno libanés que buena falta tiene de un empujón económico.
Marruecos y Sudán, en África, se transformarían en otro pivote para contrarrestar los movimientos de Erdoğan en esta zona, por lo que los acuerdos árabes–israelíes serían un acertado movimiento, con un elemento no menor que se hace en contraposición a los intereses de otra población que también tiene sus propios problemas de autodeterminación, el pueblo saharaui, quienes, al igual que los palestinos, quedarían desplazados entre los intereses de la política internacional actual, principalmente con la decisión del gobierno del expresidente estadounidense, Donald Trump, de catalogar este territorio como parte del Marruecos histórico.
Por su parte, en el caso de Irán y su influencia en el Levante, podría verse afectada por esta alianza entre árabes e israelíes, golpeados militarmente en Siria con la aprobación «cómplice» de Rusia que, para sus propios beneficios, no necesita en estos momentos de un Teherán fuerte metido en una zona de su pleno control, mientras la situación libanesa no es la mejor para mantener posiciones iraníes muy evidentes en la situación política actual y en Yemen es posible que este cambio de dinámica —salvo que Biden decidiera debilitar la fuerza del bloque desarrollado— no cambie demasiado y el apoyo iraní hacia las fuerzas hutíes podría perder un canal de contacto por parte del gobierno de los mulás.
Ese temor por el crecimiento de la influencia iraní es el otro aspecto por el cual se ha desplazado la causa palestina a un lugar no muy privilegiado entre el mundo árabe moderno; no así en la agenda iraní que lo mantiene latente. Por si fuera poco, Irán y Turquía se comprometieron, el 29 de enero de 2021, a impulsar las relaciones entre ambos países, principalmente desde un punto de vista comercial.
Ante la situación de la crisis de liderazgo palestino, el mundo árabe ha querido influir para tener a alguien que pueda seguir con la dinámica que ellos están desarrollando. Egipto ha sido crucial para hacer un llamado a las partes a sentarse a la mesa de las negociaciones y llegar a un acuerdo que los lleve a un gobierno de unidad después de años de división.
El mundo árabe también está considerando un heredero al gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, que está en estos momentos en manos de Abu Mazen, y han apuntado a un viejo conocido de la causa como lo es Mohammed Dahlan, quien no es de las simpatías de todos en el mundo árabe, pero sí funcional para una agenda que vaya cerrando algunas cuestiones sobre el tema palestino, hasta darlo por finalizado felizmente para sus objetivos.
Sin embargo, las condiciones actuales de división entre facciones lo conservarían como líder solamente de una parte de los palestinos y haría solo recambio en la zona donde pueda tener algún tipo de alcance político, manteniendo en otra órbita distinta al enclave costero de Gaza, donde hay una fuerte presión para seguir manteniendo la influencia iraní (que será abordada en un futuro artículo). Dadas las circunstancias, existen canales abiertos para decantarse por una influencia proveniente de Ankara por su cercanía ideológica con el Hamás que son una rama de la «hermandad musulmana egipcia» o que, por el contrario, dadas las necesidades de la población y su situación humanitaria, económica, así como la pandemia, tomen la decisión de aceptar las condiciones del liderazgo árabe actual que, además, va encaminado a una renovación en su visión regional y global.
Queda debiendo el mundo árabe con respecto a la población palestina, pero no son los únicos que han fallado para resolver este problema, otros actores tienen una importante responsabilidad, incluyendo a las organizaciones internacionales y los países con propuestas a medias.
Notas
Baker, A. (2021). ¿Cómo desmantelar el distorsionado discurso occidental sobre Israel? Aurora. Enero, 17.
Human Rights Watch. (2010). Jordania: Dejar de despojar de su nacionalidad a los ciudadanos de origen palestino. Febrero, 1.
Jerozolimski, J. (2021). Irán y los palestinos se equivocan al creer que Biden será otro Obama, afirma experto israelí. Semanario Hebreo Jai. Enero, 20.
King Hussein. (s.f.). Disengagement from the West Bank.
Rodríguez, Y. (2021). Un vistazo: Biden y el inestable Oriente Próximo. The Political Room. Enero, 20.
Swissinfo.ch. (2020). Hace 50 años los combatientes palestinos en Jordania sufrían su «Septiembre Negro». Septiembre, 15.
Xinhua Español. (2021). Turquía e Irán se comprometen a impulsar las relaciones . Enero, 29.