Con la entrada del siglo XX, el desarrollo industrial en el mundo entró en su fase expansiva, especialmente en los Estados Unidos, Inglaterra y Alemania. Las vías férreas se multiplicaron a finales de los 1800 y luego de la Guerra Civil norteamericana con mucha más fuerza, haciendo que el mapa de esa nación luciese como una gran tela de araña. Además de las chimeneas de las fábricas, grandes bosques eran talados para construir los espacios nuevos que demandaban la creciente población humana. Este positivo avance económico tenía su lado oscuro en el impacto ambiental que a menudo afectaba vastas zonas naturales.
Solo los residentes que quedaban en las áreas vírgenes y los sitios de gran belleza paisajística comenzaban a notar que la naturaleza estaba siendo afectada ante el avance del progreso. En el año 1901, ocurrió un evento desafortunado que llevaría a la presidencia de Estados Unidos a un hombre con otra visión del ambiente. Para esos días, el presidente republicano en su segundo periodo era William McKinley quien, inaugurando una exposición en Buffalo (Nueva York) fue asesinado. El vicepresidente que asumió el mandato era Teodoro Roosevelt de 42 años.
Este robusto y pugnaz abogado, graduado en Harvard, también tenía intereses sociales, especialmente entre las luchas anticorrupción policial y de dar límite a los abusos de los grandes capitales que comenzaban a monopolizar la economía estadounidense. En Latinoamérica conocemos a Teodoro Roosevelt por varios eventos de cuidado; uno es su participación en la guerra contra España (1897-1901) y su último bastión colonial que era Cuba, el segundo es la separación de Panamá de Colombia para construir el Canal, y sus diligencias internacionales para retirar el bloqueo de las armadas europeas a las costas de Venezuela en 1902.
En lo interno, Teodoro se dedicó en su primer periodo a introducir con éxito la Ley antimonopolios e intervino como mediador en conflictos laborales que lograron aumentos salariales y la calma en el sector obrero frente a sus patrones. Los pocos ratos libres del presidente fueron marcados por un escocés radicado en Norteamérica desde niño. John Muir (1838-1914) era un naturalista quien, luego de la Guerra Civil, se había dedicado a recorrer esos parajes prístinos de la sierra californiana; especialmente disfrutaba del valle de Yosemite. Muir escribió sobre todo ello con mucho arte narrativo en varios artículos de revistas y libros, entre los cuales destaca Cuadernos de montaña y Nuestros parques naturales. Todos estos eran leídos por el público norteamericano quienes encontraban un descanso de la vida citadina e industrial.
Los escritos de Muir llegaron hasta el presidente, quien los leía ávidamente, y estos hicieron lo contactara. Lo que posteriormente forjó una amistad entre los dos. Teodoro visitó sin escolta y solo con John por varios días el valle de Yosemite; de hecho, el presidente le aclaró al naturalista que su intención era alejarse de la política. Pero más que retirarse a un solaz, le dio una nueva perspectiva de una creciente necesidad, la protección del ambiente. Si bien el primer parque nacional de Estados Unidos fue Yellowstone en 1872, las gestiones de Muir y el presidente lograron crear muchos más parques a lo largo del país y, como resultado final, instituir el Servicio Forestal en 1905 y el de Parques Nacionales en 1916.
Yosemite y el Gran Cañón en Arizona son parte del resultado de esas gestiones. Además de estos grandes espacios protegidos, fundan el Parque Nacional de las Secoyas, la primera reserva de aves Pelican Island en Florida, General Grant Groves y Kings Canyon.
Teodoro también era un ocasional cazador de vida silvestre, y esto no debe verse como una contradicción en la protección de la naturaleza. Está confirmado que la cacería local y deportiva en proporciones sustentables de algunas especies son estímulo para mantener esas poblaciones. En el año 1902, durante un célebre recorrido del presidente, atraparon un viejo oso y se le ofreció a Roosevelt el tiro final, a lo cual este dijo que era antideportivo, como resultado se liberó al mismo. De allí se popularizó una caricatura del evento en el Washington Post, de la cual luego se hizo un juguete conocido como el Osito Teddy, al que el presidente consintió su uso sin cobrar derecho ni mediar conflicto de interés. Aparte, el icono del oso fue usado como símbolo del partido republicano durante la campaña a la reelección de 1904.
En su segundo periodo, participó en la diplomacia para acabar la guerra entre Rusia y Japón de 1905, adicional a las disputas de Francia y Alemania por Marruecos. Por esas negociaciones recibió el premio Nobel de la Paz al año siguiente. Se retiró de la presidencia al final del término y murió dormido diez años después el 6 de enero de 1919.
Por todo lo anterior es que Teodoro Roosevelt es considerado como uno de los mejores presidentes de la historia y su rostro fue esculpido, en 1927, en el Rushmore Mountain junto al de Abraham Lincoln, Tomas Jefferson y George Washington.