La relación que mantenemos con nuestro entorno, en gran medida, es fruto de factores ajenos a uno. Estos, consciente o inconscientemente, condicionan nuestro modo de estar en el mundo. Es tal la influencia que ejerce la cultura sobre nosotros que nos empuja a buscar formas de ocio en las que esta se presente como protagonista, de ahí la elección de viajes que mucho distan del formato tradicional.
La imagen que proyecta en alguien un destino turístico es el producto de una serie de variantes, entre las que se encuentra el bagaje cultural. Las distintas formas de expresión de la cultura llevan a la reconstrucción de un territorio para darle un significado propio.
En este contexto es en el que hace su aparición el turismo literario, una modalidad muy demandada por parte de un público entusiasta, amante de los libros. Integran esta categoría todas esas personas que se han visto arrolladas tanto por el universo creado por un autor como por la biografía del mismo, de manera que, tras perderse sin remedio entre las páginas de un libro, anhelan con vehemencia traspasar el cristal de la imaginación para contemplar por sí mismos los paisajes, olores, texturas, sonidos y sabores que se resisten a ser intangibles.
La literatura mantiene una íntima relación con el paisaje, derrocha simbolismo a borbotones. No solo eso, permite integrar dos realidades distintas en una sola, establecer un diálogo a tres bandas con el autor y los personajes; incluso hace posible que lleguemos a mimetizarnos con la obra. Ello explica que el turismo literario tenga tan buena acogida.
El fenómeno literario está fuertemente vinculado con el entorno, ahora somos más conscientes de ello que nunca. En él han dejado su poso tanto el autor como su obra. Y es esa esencia lo que empuja al lector-viajero a recorrer los parajes que contienen las huellas literarias que antes quedaron fijadas en su propia persona; la curiosidad por conocer qué se esconde tras la capa del mago, el deseo de atravesar el espejo como hizo Alicia, es el interés por perpetuar ese diálogo que es la literatura a través de los siglos, más allá del pacto de ficción.
Por todo ello, es fácil encontrar una buena variedad de destinos pintorescos que responden a las particularidades de la búsqueda de cada viajero. Para empezar, por qué no echar mano de nuestro más insigne personaje, el más loco y el más sabio, el antihéroe más querido, el más español, don Quijote. Un peregrinaje por tierras manchegas puede ser muy ilustrativo para recrear las aventuras sin par que este personaje experimentara siglos atrás: los gigantes en forma de molino, las fondas, el paisaje árido y pajizo.
Una vez hayamos dejado atrás La Mancha, podemos dar un paseo por Alcalá de Henares, una acogedora ciudad en la que no solo estudiaron algunos de los más célebres escritores de nuestras fronteras, si no en la que también se halla el que fuera hogar de Cervantes, padre de don Quijote. Una casa-museo que podremos visitar para contemplar la recreación de cómo uno vivía hace cuatrocientos años e imaginar el discernir del poeta en la espera de las musas.
Si fijamos la vista en Antonio Machado veremos que son muchos los paisajes castellano-leoneses que uno puede visitar siguiendo el periplo personal y profesional de sus pasos. Veremos las tierras en las que impartió la enseñanza como maestro y que dieron a luz Campos de Castilla, encontraremos los lugares por los que paseó la ilusión por Leonor, así como a la tristeza infinita por su ausencia y a la esperanza de que un día, como al olmo seco, también de su corazón brotara una ramita verde. Incluso es posible visitar la tumba del poeta en Colliure; último destino al que viajó cansado y enfermo, huyendo de las tensiones políticas que amenazaban su vida, con la compañía de su madre y una maleta con sus escritos que tuvo de dejar en el camino. También ambos se quedaron en el camino, partiendo para siempre una detrás del otro nada más pisar tierras francesas.
Las casas-museo son una excelente iniciativa que contiene la exposición de objetos reseñables de la vida y obra de un autor; el propósito es cuidar el recuerdo del personaje ilustre en cuestión. A su vez, aporta un valor cultural al lugar en el que se encuentra ubicada; los ejemplos pueden ser infinitos. Solo por citar algunos especialmente reseñables: la «casa de atrás» en Ámsterdam, el escondite en el que la malograda Ana Frank y su familia estuvieron recluidos fuera de los ojos de sus perseguidores. También está la Casa Azul, en la Ciudad de México, hogar de la icónica Frida Kahlo y Diego Rivera; fue el escenario de sus turbulentos amores, el fondo de su desarrollo creativo, el soporte de una historia de sufrimiento. La casa de Dalí de Portlligat en la que uno se puede recrear con el paisaje, el arte y las excentricidades de las que hacía gala su más notorio vecino. Casas museos hay para todos los gustos.
Por otro lado, en algunos sitios se organizan eventos en torno a la literatura en forma de diversas manifestaciones; es el caso de Barcelona, donde se celebra cada dos años Kosmopolis, un encuentro que reúne a escritores, cineastas, músicos, dibujantes, actores y editores. Debaten sobre la actualidad y revisan la tradición literaria. También tenemos la Noche de los Libros en Madrid, con multitud de actividades en torno a los escritores y los libros.
Otro gran destino es Urueña, un precioso pueblo medieval en la provincia de Valladolid que además contiene el título de ser Villa del Libro. Esta es una iniciativa cultural que implica que espacios públicos posean una función de compraventa de libros y de celebración de eventos relacionados con el mundo literario.
También hay ciudades que cuentan con sus propios itinerarios literarios que, a modo de vía crucis, conducen al interesado por una suerte de recorrido con parada en puntos de interés solo reconocibles si uno posee las coordenadas de la vida u obra de un autor, como sucede con Barcelona y Carlos Ruiz Zafón.
Otro interesante recorrido, en esta ocasión para los fanáticos de las tierras medias, se encuentra en Birmingham, destino en el que uno puede pasear por los lugares en los que J. R. R. Tolkien pasó gran parte de su vida y en los que halló su fuente de inspiración. También está la recreación de las más famosas escenas de Juego de Tronos en la República de Irlanda e Irlanda del Norte.
Rizando más el rizo, topamos con fechas en el calendario reservadas para la celebración de festivales literarios en honor de un literato o de un personaje, capaces de mover a una buena parte del mundo para sumarse al evento. Así sucede cada 16 de junio desde 1954: el Bloomsday es el día elegido para rendir homenaje a Leopold Bloom del Ulises de James Joyce. Ese día, entre otros eventos, los abnegados seguidores se reúnen en Dublín en una peregrinación a la que se entregan a comer y cenar, realizan las mismas acciones que llevaron a cabo los personajes el día en el que transcurre la obra. Algo similar ocurre con la Noche de Max Estrella en honor a Valle-Inclán; se reproduce el recorrido por las calles de Madrid de los personajes de Luces de bohemia, aderezados con las representaciones teatrales y lectura de textos.
Otro acontecimiento de interés para el tema que nos ocupa es el festival de Bram Stoker tiene lugar cada año durante cuatro días a finales de octubre, integrando en una unión perfecta al vampiro con la fiesta de Halloween. Aunque es amplia la oferta de actividades para esos días, siempre con lo terrorífico como protagonista, sin embargo, su principal atractivo es el desfile Macnas con música, danza y teatro.
Son muchos los destinos literarios que Irlanda ofrece en conmemoración de sus autores (Yeats, Wilde, Swift). Además, en Dublín podemos encontrar el Museo de los escritores, es un edificio de estilo georgiano en donde se ubican tanto objetos personales como una biblioteca de primeras ediciones de autores irlandeses de los siglos XVIII y XIX.
Cambiando de escenario, para los amantes de la novela negra, la localidad inglesa de Norwich celebra cada año, durante cuatro días, el Noirwich Crime Writing Festival. Goza de tal prestigio para los amantes del género, que ha reunido a autores tan destacados como Benjamin Black y Paula Hawkins.
Otra gran propuesta que no puede quedar de lado viene de la mano de la escritora Espido Freire. La experta en literatura inglesa y en algunas de sus más importantes autoras ofrece una experiencia literaria que nos conduce físicamente a explorar la mismísima campiña inglesa en la que vivió Jane Austen. Un viaje de cuatro días en los que se visita Bath, Winchester y Chawton. Tantos de esos lugares que formaron parte de la vida de una de las escritoras inglesas que más ahondó en el espíritu y los sentimientos femeninos en un mundo todavía dominado por el hombre.
Se ha enumerado una serie de ejemplos que tienen que ver con la amplia oferta turístico-literaria a la que podemos tener acceso, aunque, sin duda, son infinitas las opciones para todos los gustos y bolsillos. ¡Qué mejor idea que comenzar el año con un viaje mágico!