Un color que evoca otros tiempos: Picasso, Hieronymus Bosch, Rafael. Imágenes que hablan a los sentimientos. Simplicidad hecha versos, un uso de la luz que sabe de técnica, ojos y miradas que hablan de vida, tierra y cielo: Nicoletta Tomas Caravia, la pintora española que encierra el mediterráneo y los Alpes en un vuelo único, buscando un lenguaje claro, sencillo y directo; una armonía de sueños y símbolos en un espacio que crece y nos reclama, porque nos habla en silencio.

Del color vamos a los ojos, como espejo o ventana del alma; ojos de niños, ojos de mujeres, ojos perdidos en un horizonte que no existe, ojos que viajan sin moverse y todo lo detienen. Ante estas pinturas, nos quedamos mudos, pensando sin pensar, porque nos hablan en un lenguaje olvidado. Las palabras enmudecen, nos reconocemos y reconocemos la expresión del retratado y por los ojos entramos en un mundo que no está y que, sin embargo, se siente vivo y presente.

Nicoletta Tomas insinúa con sus imágenes estados de ánimo, emociones y sueños. Su fuerza evocativa da a su pintura y a nosotros, espectadores lejanos, la posibilidad de acercarnos lentamente hasta llegar a tocarnos y descubrirnos humanos y vulnerables. Y aquí estoy yo, bebiendo de su subjetividad de artista, haciendo mío su mundo, mientras descubro el mío, fragmento a fragmento, color a color, de forma en forma; un espacio suyo, ideado por ella con mis propios sentimientos, convirtiéndome en un reflejo de sus reflejos.

En sus pinturas, exploro la intersubjetividad, la expresividad y lenguaje de su arte y, a través de él, la descubro una romántica, arquitecta de sensaciones y sentimientos, bailarina del arcoíris con todos sus matices y, a la vez, incógnita. Una pregunta me lleva a otra pregunta. Su búsqueda, me lleva a buscar, su vuelo a volar en un diálogo a distancia física y temporalmente descubro pequeños secretos y, con ellos, la sustancia sublime de una cosmología vital, el sueño y el viaje.

Y, después, todo fluye en un reencuentro sin fin, en abrazos y anillos y en el tejido del tiempo; una ciudad vacía, un recuerdo, un micro en el macro universo; una niña acariciando un elefante y un orificio que es el principio y el fin de un ciclo de vida eterno. Sujeto y objeto, historia y momento, realidad y sueño, mientras un gato nos mira, un perro nos ladra y mil pájaros pasan en vuelo.

¿Qué es el arte sin un reencuentro, qué es una imagen sin evocar sensaciones perdidas y qué es un acuario sin peces de colores y un observador atento? En otras miradas descubrimos que no estamos solos, hay siempre alguien; un otro que nos sigue y observa detrás de una puerta desde una ventana abierta o desde el alto, cuando miramos el cielo y en ese otro se esconde el sentido, la razón de cada presencia y con él sabemos, que el mundo es uno y que la realidad se esfuma entre las estrellas.

Y, así, retornamos a la artista, que se hace las mismas preguntas, cuando tú y yo, espectadores sumergidos en su obra, nos dejamos llevar hasta perder cada huella en un espacio, donde cada posibilidad queda abierta, esperando su vuelo.

Olvido

Todo se va
y nada vuelve.
Se van las hojas
y el mes de siempre.
Se van las flores,
los besos fuertes
y en la mirada
queda el presente.
Se van los sueños,
ser y tenerte.
En un abrazo,
lejos y ausente.

Ojalá

Ojos de luz,
ojos del alma.
La vida toda
en una mirada.
Ojos de cielo,
ojos de agua.
No hay presente,
solo distancia.
Ojos de lluvia
en paz y calma.
La vida vuela,
hay esperanza.