Llega la famosa cuenta atrás que describía el grupo Mecano en su canción, para hacer balance de todo lo vivido durante los últimos 12 meses, y lo que queda es una sensación de sorpresa, de impotencia y de incertidumbre. Sorpresa porque, ¿quién nos hubiera dicho que habríamos vivido una pandemia mundial? Tanto imaginar catástrofes distópicas en series de televisión y resulta que hemos —más bien continuamos— luchando por sobrevivir en un caos que ha traído un ser minúsculo entre la vida y la muerte. Poco a poco, con mejores noticias como el hallazgo de la vacuna que aporta, al menos, algo de esperanza frente al desconocimiento, la incertidumbre y el cansancio de una situación que se prolonga demasiado en el tiempo.
Se siente impotencia, por no haber previsto, por lo que no se hizo, por lo que se podría haber hecho y, fundamentalmente, por todos y cada uno de los que ya no estarán aquí para contarlo y terminaron sus últimos días entre el miedo, el aislamiento sin aire o sin el consuelo de los seres queridos cerca. Todos ellos héroes a los que no podremos olvidar nunca. Sin dejar de lado a los enormes profesionales —no héroes ni santos, personas de carne y hueso— que se han dejado la piel día a día, incluso en esta segunda oleada de la pandemia, por curarnos. Ellos son ejemplo de solidaridad. Nos recuerdan cada día que de este caos no podremos salir individualmente, solo siendo responsables y luchando por el bien común. Qué más da si por una vez no podemos celebrar las Navidades con quedadas con diferentes grupos, comidas familiares enormes, o con jornadas maratonianas de compras por todas las tiendas de centros comerciales. Si hay algo bueno que ha traído este 2020 es que nos ha recordado —de una forma brutal, eso sí— lo que es importante: la salud, el trabajo, cuidar de los que queremos. Tan simple, tan cierto. Fuera prisas, ambiciones narcisistas desmedidas —bye Mr. Trump— o postureo. Vuelta a lo básico.
Aunque parezca que todo lo que hemos vivido está sacado del guion más macabro, la vida no es una serie de televisión que podemos seguir o desconectar cuando queramos. No hay ficción que pueda superar a la realidad, ni la habrá. Nosotros, cada uno, somos los guionistas de esta tragicomedia y debemos ser lo suficientemente sagaces para escribir un nuevo guion que esté a la altura de las circunstancias. Nuestro cerebro no está preparado para tamaño nivel de incertidumbre en el tiempo, pero sí está diseñado para luchar y buscar creativamente nuevas soluciones. Dejamos atrás con muchas ganas un año que se diría para olvidar, pero que nos ha traído lecciones más que valiosas. No sabemos cómo será el futuro, pero sí que debemos empezar a construirlo desde la esperanza, la determinación, la creatividad y la persistencia; desde la confianza en nosotros y en el propio futuro. Hay que dejar a un lado el desánimo, la tristeza, la angustia o el miedo paralizante y sacar a relucir, sin olvidar lo que pasó, nuestro verdadero instinto de supervivencia. Solo así avanzaremos y dejaremos atrás toda esta situación incomprensible. Necesitamos un nuevo relato que deje atrás el miedo; otro relato que saque a relucir nuestras fortalezas como especie y nuestra capacidad de seguir adelante. Si no se nos da ese nuevo guion desde las instituciones que nos representan como sociedad tendremos que escribirlo nosotros mismos. Pero saldremos adelante.