Si bien este tema se encuentra vinculado a la experiencia sociopolítica chilena y a la tarea que como país tenemos por delante, el tipo de proposiciones que estoy presentando son posibles para cualquier país que anhele transformar su cultura y su modelo social, económico y cultural hacia el bien común, comenzando procesos que comprometen a cualquiera que anhele gobernar, legislar o tener cargos públicos en el país, con la desaparición de los partidos, ya que se trata de orientar todo hacia el bien común ciudadano.
Antecedentes fundamentales
En una jornada histórica por la alta participación ciudadana, en medio de la COVID-19, los chilenos se pronunciaron en favor de que se genere una nueva Constitución que reemplace la existente: el 80% de los votantes sufragaron por «Apruebo» y por una «Convención Constitucional», basada en ciudadanos totalmente electos por votación popular para encargarse de redactar la proposición de un texto para que, nuevamente, se pronuncie la ciudadanía al respecto por sufragio popular. La actual Constitución, nacida en dictadura, reformada en numerosos aspectos, no permitía efectuar plebiscitos nacionales sobre temas de interés ciudadano en cuanto país.
¿Cómo se pudo llegar a tener la posibilidad de llamar a la ciudadanía a pronunciarse a través de un plebiscito que no estaba contemplado como posibilidad constitucional?
La Constitución vigente, no anticipa a tener una sociedad que priorice el bien común, sino que, por el contrario, postula la existencia de un Estado «subsidiario» respecto al sector privado, lo que ha significado en la práctica tener un Estado pasivo, débil en su acción, con instituciones deslegitimadas por la ciudadanía.
Este es un modelo social, económico y cultural que, de hecho, ha promovido y amparado una gran desigualdad social, donde el 85% de los hogares del país tienen ingresos familiares que no alcanzaban para acceder a educación, salud, pensiones, entre otras necesidades (que son un tema de mercado); es decir que han de ser pagadas a precios de mercado si se desea un servicio de mínima calidad, lo que llevan a endeudarse angustiosamente, sin un «piso mínimo» adecuado y digno para estas familias. Este «modelo de sociedad» ha significado que los gobiernos, los políticos, el parlamento, las policías, el poder judicial, el empresariado y las empresas han amparado y ejercido corrupción, abusos de poder, estafas masivas, privilegios indignantes, lo que se hizo insostenible en el tiempo.
En octubre de 2019, esa situación «explotó» en lo que se denominó un «estallido social», con una manifestación pacífica de más de un millón y medio de personas en Santiago y manifestaciones similares a lo largo de todo el país durante todo el resto del año 2019 y del 2020. Todo esto, a pesar de la COVID-19. Hubo también manifestaciones violentas, cuyo origen no está claro, dado que sin duda no son un «apoyo» a las manifestaciones pacíficas. Sospechosamente, hubo infiltrados violentos que trataban de deslegitimar las manifestaciones pacíficas masivas y una importante cantidad de heridos graves de parte de la policía chilena dejando incluso ciegos y tuertos. De allí, los lapidarios informes de violación de DDHH emitidos por los organismos especializados.
El gobierno presidido por Sebastián Piñera tuvo que dejar de lado todo su programa y comenzar a reforzar las acciones del Estado para poder no solo apoyar la realización de este plebiscito, sino tratar de dar apoyo a la inmensa masa poblacional más vulnerable con medidas socio económicas para enfrentar tanto su vulnerabilidad como los efectos de la pandemia. Fue una «reacción» ante la presión callejera.
El video a continuación es de un periodista y analista muy conocido en el país (Tomás Mocciati), que sintetiza bastante bien el cómo se llega a las manifestaciones masivas y a aceptar modificar y acomodar urgentemente la Constitución actual para poder efectuar el plebiscito del pasado 25 de octubre.
Chile y su gente. La cultura «chilensis»
Al yo señalar en algún análisis que la votación plebiscitaria era una gran esperanza para Chile y los chilenos, un amigo me comentaba:
Sin pretender decepcionarte, estoy convencido que para que Chile cambie deben cambiar los chilenos. Lo digo con pena porque también soy chileno y amo a mi país. Yo he tenido la gran suerte de rodearme de gente buena, lo que agradezco. Pero, lamentablemente ni Chile ni el mundo son ni solidarios ni inclusivos: suelen ser egoístas, discriminadores, aprovechadores, entre otros aspectos. En eso no hay diferencias sociales: sacar provecho a como dé lugar.
Yo le respondía:
Te has referido a lo que yo he denominado en mis clases universitarias en la cátedra de Control de gestión de empresas, en su primer módulo: la cultura «chilensis».
Confirmando lo que tú señalas, se trata de una «cultura» de falta de solidaridad, de irresponsabilidad, de incumplimiento de los compromisos, de buscar la «avivada» (de cómo aprovecharse de a quien se lo pueda sorprender); una «cultura donde se practica la murmuración («el pelambre»), hablando mal de personas que no están presentes, por señalar algunas de sus características más conocidas.
Estos diversos aspectos de nuestra «cultura» (o «des cultura»), se manifiestan de manera transversal en todas las «capas sociales». Dos frases lapidarias la retratan: a) la fila de la gente exigiendo sus derechos se extiende varias cuadras; b) la fila de la gente pidiendo cumplir con sus deberes está vacía.
Cualquiera que haya vivido en nuestro país, o mejor aún, que haya trabajado, podrá dar testimonio de cuan arraigadas están estas tenebrosas características de nuestros compatriotas, aun cuando también somos muchos quienes abominamos de las mismas. No conozco datos estadísticos poblacionales respecto a esta manera de actuar.
¿Qué hacemos?
Necesito pensar que, junto con la gente que es parte de esa «des cultura», hay muchos que no son así. Espero que no sea solo un buen deseo, una ingenuidad de mi parte. Todos conocemos gente que, como nosotros, (le decía a mi amigo), anhelamos un mejor país con mejores personas. Hay jóvenes dispuestos, capacitados, con experiencia y con antecedentes adecuados éticos y de probidad con quienes se puede contar.
En todas las capas de nuestra sociedad junto con aquellos que abrazan la «cultura chilensis», hay mucha gente que paga sus cuentas, que trata de cumplir sus compromisos, que es veraz, que anhela tener un sentido de vida orientado al bien, a la honestidad, a relaciones mutuas sinceras y constructivas.
La necesidad de encarar un cambio cultural aprovechando el desafío de una nueva Constitución para Chile
La nueva Constitución es una oportunidad para lograr un punto de apoyo fundamental en términos de aportar al cambio cultural que necesitamos. Para que eso sea posible, es necesario doblarle la mano a la actual clase política, a los partidos corruptos, a los defensores de supuestos intereses corporativos, de manera que sea gente correcta, no contaminada ideológicamente, gente que anhele el bien común la que forme parte de la constituyente para poder generar una Carta Fundamental redactada en términos creativos, de manera que conduzca claramente hacia la renovación institucional, amparando un esfuerzo consiente para cambiar la «cultura chilensis» por otra diferente centrada en el bien común ciudadano. Esa sería una enorme esperanza para generar un proceso de cambio hacia un nuevo Chile.
¿Seremos capaces? ¿El quedarnos tal cual estamos es una alternativa viable?
La primera pregunta la respondo con un «tenemos que intentarlo como país”». La segunda pregunta la respondo con un «no tenemos la alternativa de quedarnos como estamos».
El denominado «estallido social», junto con la COVID-19, generó como «reacción del gobierno» un proceso de medidas sociales «de urgencia» y un plebiscito que nos condujo a poder redactar en los próximos meses una nueva Constitución. La esperanza es que esta ayude a ir generando un cambio estructural en lo social, económico e institucional, ya que, si bien las cifras macroeconómicas de disminución de la pobreza son ciertas, los engaños, los privilegios, la frustración ante una desmedida y arrogante publicidad del «milagro económico chileno» que solo estaba al alcance de algunos y que para la mayoría era simplemente inexistente; la mentira de que el mercado funcionaba igual para todos, los abusos, la impunidad judicial para algunos, todo eso y mucho más, ¡también es cierto!
La «cultura chilensis» donde cada cual se ocupa de sí mismo, dando la espalda a lo que pasa al resto, es también concordante con el actual «modelo» de sociedad de Chile.
Una Constitución comprometida con el cambio cultural y social de Chile
El fundamento de la nueva Constitución ha de ser que Chile, en cuanto país, a través de todas sus instituciones tanto públicas como privadas, priorizará el bien común ciudadano, aclarando la significación práctica de dichos términos. Que dicha prioridad será la base sobre la que se asienta todo el funcionamiento de la institucionalidad chilena. Eso ha de ser explicitado como el aspecto esencial.
Derivado de una Institucionalidad asentada en el bien común ciudadano se tendrán que acordar diversas garantías, tales como libertad de expresión y de culto, respeto a las minorías, no discriminación ni promoción del odio, una justicia que no ampare la impunidad ni los privilegios (igualdad ante la ley), una sociedad más justa y solidaria, por mencionar solo algunos aspectos que son vitales, expresados de tal modo que se implementen, que se cumplan y que no queden solo en buenas intenciones.
La enorme frustración e indignación de la ciudadanía determina un desafío para Chile mucho mayor que solo «dejar constancia» de las características de país que anhelamos. La Constitución ha de estipular que es necesario comprometer toda la futura acción política del país, de manera que cualquiera que lo gobierne, o quienes hagan las leyes, se vean obligados a respetar procesos de cambio en diversas materias temáticas, que se definirán en la Constitución, que conduzcan hacia el bien común y lo vayan mejorando en sus diversas expresiones practicas institucionales.
La Constitución ha de explicitar que todas las leyes han de tener un «fundamento» acerca de la razón de esta en lenguaje simple, entendible por personas no especializadas en lo jurídico, de manera que la «letra» no se interprete de modo «jurídico solamente», sino desde el sentido común elemental: no más privilegiados ante la ley. O, puesto de otra manera, no más aplicabilidad del dicho: «hecha la ley fabricada la trampa».
También es necesario reestudiar el actual sistema presidencial y el actual parlamento. Posiblemente habrá que plantear una Cámara única, en lugar de un sistema bicameral, más técnica, con asesorías centrales y convenios con las instituciones educacionales, tecnológicas y científicas. Si bien mantener el aspecto unitario del país es fundamental, también lo es descentralizarlo para que las regiones asuman su capacidad de gestión y sus autonomías de gobernabilidad, incluyendo aspectos tributarios y financieros.
Esperemos que no se trate de «otra Constitución más» para Chile. Habrá que ser muy creativo en la redacción y presentación de esta nueva Carta Fundamental de manera que no haya más posibilidad para partidos políticos, clase política, empresarios y ejecutivos, jueces y leyes que terminen debilitando la institucionalidad del país y la credibilidad respecto a esta.
Como expresión preliminar podríamos señalar: el Estado chileno, Chile en cuanto país, tendrá como tarea fundamental el desarrollo de toda su institucionalidad orientada al bien común ciudadano, de manera que se aseguren efectivamente los diversos derechos ciudadanos, así como el cumplimiento de los deberes ciudadanos fundamentales, mediante la definición o el pauteo de ciertos procesos fundamentales en el tiempo para lograr esos propósitos. Eso incluye que queden estipuladas junto con los derechos ciudadanos que se pretenden garantizar e implementar por la vía de «procesos en el tiempo» respecto a estos. Las obligaciones o responsabilidades de los ciudadanos ante la sociedad, ante el conjunto del resto de los ciudadanos del país, también deben ser explicitadas en dichos procesos.
Chile tiene recursos suficientes que, adecuadamente utilizados en beneficio de sus ciudadanos, le ayudarán a ir generando un modelo socio económico y cultural de país con bases éticas, de probidad, con un Estado activo, eficiente, equilibrado, conviviendo con un sector privado creativo, innovador, generador de bienes y servicios, ambos orientados al bien común. Es necesario que, como sociedad, no se defiendan intereses corporativos ni ideológicos polarizados, dado que la prioridad de bien común indica que los intereses fundamentales para el país son el bienestar de cada uno de los ciudadanos chilenos y sus familias, que, en conjunto, gozarán del esfuerzo institucional orientado hacia el bien común ciudadano.
De los anexos constitucionales que formen parte del «Cuerpo constitucional»
Una posible idea es generar anexos constitucionales que especifiquen “procesos para lograr el bien común”, en determinadas materias fundamentales para ir formando un nuevo modelo de sociedad en lo económico, social y cultural. A modo de ilustración:
- Una educación con mínimos básicos nacionales, (tanto para educación pública como privada), orientada a un cambio cultural de los chilenos, a la formación de ciudadanos éticos, responsables, con valores humanistas, capacitados para aportar, para constituir núcleos familiares basados en el amor, el respeto mutuo y en la vivencia de valores éticos esenciales, para responder a la sociedad como conjunto, dentro del marco del bien común que prioriza esta Carta Fundamental. Se trata de «bases educacionales» flexibles y adaptables a los diversos planes de estudios que puedan existir, pero que tendrán que ser parte de todos ellos.
- Similares «procesos» para salud pública en sus diversos aspectos.
- Para sistemas de pensiones (exentos de privilegios para algunos y con «pisos mínimos asegurados» para todos).
- similarmente para cultura, creatividad y acceso ciudadano a la misma.
- Para participación política ciudadana (Esto último vinculado a la manera de modificar cómo se ha estructurado la democracia en Chile, incluyendo el nombramiento de candidatos para miembros de los diversos poderes).
- Similarmente, para reestudiar la existencia misma de partidos políticos basados en ideologías polarizadas que no tendrían sentido alguno en una sociedad orientada al bien común. La creatividad será fundamental en este aspecto. La ciudadanía no tiene interés en participar en este tipo de organizaciones, pero sí en otras donde su aporte y participación es activa, creadora y eficiente. Al desaparecer los partidos, los candidatos para formar parte tanto del ejecutivo como del legislativo se podrían nominar sobre la base de un listado único de «personas capacitadas» con un respaldo de una cierta cantidad de ciudadanos, que se presentarían con sus antecedentes curriculares y con «proyectos específicos propuestos» sobre la base de sus especialidades o conocimientos, todo ello orientado al bien común, y que se marquen al momento de sufragar, a unos cinco candidatos del listado. Las simples mayorías serían quienes formarían parte tanto del ejecutivo como del legislativo, con una mirada de trabajo mancomunado entre ambos poderes.
- «Procesos» para orientar una nueva institucionalidad en la gobernanza del país tanto para el ejecutivo, como para el legislativo, para el judicial y los diversos aspectos que los componen, que asegure una transición no traumática entre lo que existe actualmente y lo que se pretende para que como sociedad podamos generar un modelo orientado al bien común.
- Para una verdadera descentralización administrativa, política, financiera, tributaria, de gestión en lo territorial con grados importantes de autonomía regionales y nuevos focos de desarrollo socio económico, cultural, y en otras manifestaciones de la creatividad humana.
- Para un nuevo sistema judicial, teniendo presente penalizaciones adecuadas para los delitos equivalentes como mínimo al daño generado; recuperación social de delincuentes; redefinición de las funciones de los defensores penales (con normas éticas fundamentales que eviten el defender «a ultranza» casos de delitos evidentes a objeto de «obtener logros profesionales», dañando tanto a la sociedad como a los afectados por el delito); destino de los delincuentes irrecuperables con apertura de discusión pública acerca de la pena de muerte aun cuando hayan tratados internacionales al respecto…
- Similarmente, para las policías que deben reinventarse, especializarse, formarse culturalmente, con protocolos adecuados; quizás disolver la institución de Carabineros tan absolutamente deslegitimada.
- Similarmente, en materias orientadas hacia la protección a la mujer y a la infancia.
- Procesos orientados al reconocimiento explícito y grados de autonomía de los pueblos ancestrales para acordar soluciones definitivas respecto a los temas pendientes con ellos… En este aspecto, hay que darnos la oportunidad de una real inclusión y autonomía cultural, de vida comunitaria para estos pueblos como parte de la diversidad existente en Chile. Más aun, para poder aprender de sus experiencias con nuevas alternativas de producción, distribución y relación mutua para quienes puedan, a su vez, incorporarse a ese tipo de experiencias.
Comparto un video con un enfoque interesante, donde les propongo escuchar las palabras del vicepresidente de Bolivia, David Choquehuanca, del 8 de noviembre 2020.
Lo antes señalado sirve para ilustrar con algunos temas la necesidad de definir «procesos específicos constitucionales» para que formen parte de la nueva Constitución orientada hacia una sociedad con modelo social, económico, cultural que priorice, efectivamente, el bien común.
En conclusión, la nueva Constitución no solo ha de dar «normativas generales» como tantas otras, sino que ha de tratar de ser muy creativa, generando y forzando un proceso general de cambio en nuestra actual institucionalidad, orientándola hacia el bien común a través de «procesos específicos en el tiempo», entre otras, en las materias antes señaladas.
Algunos colegas economistas señalan que el termino bien común no es «claro»; a estas personas les recomendaría leer este artículo, con el objetivo de que se den cuenta de que es posible un país diferente al que tenemos y de que el bien común no solo es posible, es urgente.