El mundo entero suspiró el pasado sábado 7 de noviembre cuando los conteos en Pensilvania, Arizona, Nevada y Georgia dieron la victoria electoral a Joe Biden. Después de cuatro años de una administración demagógica, vulgar y antidemocrática, los ciudadanos americanos dijeron no a otro periodo presidencial para Donald Trump.
El mismo sistema electoral que puso a Trump en la Casa Blanca hoy lo pone fuera. El sistema puede tener mermas, pero funciona.
Sin embargo, la derrota de hoy no es definitiva ni para Trump ni para las nefastas ideas que representa. En democracia no hay victoria (o derrota) permanente. Y, mientras el mundo y las calles de las principales ciudades americanas celebran, algunos queremos llamar la atención a un peligro que puede ser fatal para la democracia americana: la captura por parte de Trump del Partido Republicano, la disolución del centro, de la derecha liberal, de los moderados y la transformación definitiva del partido de Abraham Lincoln al partido de Trump.
Ya que, Trump, incluso en su derrota, obtuvo al menos 72,288,375 votos, es el segundo candidato con más votos en la historia de EE. UU. Y el Partido Republicano no obtuvo la derrota aplastante que muchos opinólogos predecían (o deseaban); logró mantener el control de Estados clave como Texas y Florida y, al momento en que escribo (12 de noviembre), tienen 50 escaños en el Senado, mientras que los demócratas tienen 48 y aún faltan por decidir dos escaños.
Suponer que la fuerza política del Grand Old Party (GOP) (sinónimo de Partido Republicano, para enfatizar su papel en la preservación de la Unión durante la Guerra Civil) se debe exclusivamente al discurso incendiario de Trump y a que todos sus votantes son los acéfalos que cómicos como Jordan Klepper gustan de atormentar (con los típicos aires de superioridad intelectual y moral de tantos «libre pensadores» de izquierda), es ceguera en el análisis y dejarse llevar por wishful thinking.
Entonces, ¿quiénes más votan por el Partido Republicano, incluso cuando presenta como candidato a un demagogo, populista y racista como Donald Trump? Aventuró los siguientes grupos:
Conservadores en lo moral que no concuerdan con la plataforma del Partido Demócrata.
One single voters en el tema del aborto que, mientras el candidato sea provida lo apoyarán y se opondrán a cualquier posición pro-choice sin importar nada más. Para estos votantes el aborto es un mal absoluto que debe de combatirse siempre.
Votantes latinos (principalmente cubanoamericanos de Miami) que identifican a la socialdemocracia o progresismo económico de los demócratas como socialismo castrista o chavista; identificación que es un error.
Trabajadores de la industria o del sector energético que no tienen la posibilidad de pasar a trabajos en el sector de los servicios y se van quedando sin trabajo.
Votantes que se oponen fervientemente a la ortodoxia woke de las alas más radicales del Partido Demócrata. La misma ortodoxia que busca quitar no solo las estatuas de generales y héroes Confederados, sino también las de Washington e incluso la de Lincoln; que busca correr o prohibir a conferencistas como Ben Shapiro de las Universidades, apelando a la idea de Safe Spaces y que busca que todo aquel que no exprese en su mayor pureza el credo políticamente correcto sea cancelado de los medios de comunicación (Para mayor referencia ver la New Rule de Bill Maher del viernes 13 de diciembre).
En un sistema democrático como el americano, que provoca casi necesariamente un bipartidismo,1 los partidos políticos nunca son monolíticos ni coherentes ideológicamente. Son, más bien, un conglomerado plural de intereses y posturas políticas heterogéneas que guardan algunos elementos en común muy puntuales. En muchos casos, un rechazo u oposición al conglomerado formado por el otro partido.
La democracia americana necesita un GOP fuerte y funcional para garantizar su salud, no solo por cuestiones históricas. Las políticas e ideas del Partido Demócrata no siempre tienen la razón, ni siempre son los querubines desinteresados, benefactores de la humanidad y las minorías; es por eso por lo que necesitan el contrapeso del otro partido. Por otro lado, mientras el GOP se ha estado moviendo, desafortunadamente, hacia la extrema derecha, grandes sectores del Partido Demócrata se están moviendo hacia la extrema izquierda.2 Y los Estados Unidos son, como lo explicaba el exgobernador de Ohio, John Kasich —republicano que apoyó abiertamente a Joe Biden—, un país mayoritariamente de centro político, de derecha o izquierda, pero en su mayor parte moderados.
Sin embargo, el Partido Republicano vive una de sus mayores crisis en la historia. Se está convirtiendo en el Partido de Donald Trump, un demagogo populista de derecha.
La historia del GOP nos puede dar una pista de cómo ha ocurrido esto y qué solución existe. A lo largo de la historia en EE. UU., siempre han existido dos partidos, en términos generales, uno enfocado en las élites industriales y el otro en todos aquellos ajenos a las mismas. El primer dúo fue el Federalista de Hamilton contra el Demócrata-Republicano de Jefferson. A mediados del siglo XIX, eran el Partido Whig contra el Partido Demócrata (en esos años con fuerte apoyo en el sur esclavista, siendo el partido oficial en mantener y extender la esclavitud por EE. UU.).
En 1854, el Partido Whig desapareció y, el 20 de marzo de ese mismo año, se fundó el Partido Republicano, en una reunión celebrada en una pequeña escuela de la ciudad de Ripon, Wisconsin. El nuevo Partido Republicano estaba formado por ex-Whig, ex-Free Soilers, ex-Know Nothing (partidos pequeños partidos antiesclavistas) y por fuerzas opuestas a la expansión de la esclavitud. Desde el inicio, se identificó con la sociedad norteña de EE. UU., de la industrialización, con la oposición a la esclavitud, el apoyo gubernamental a la infraestructura pública y el capitalismo.
Su primer triunfo presidencial fue con Abraham Lincoln (1861) y trajo consigo la Guerra Civil Americana (1861-1865). La Guerra Civil sirvió al Partido Republicano para consolidarse bajo la política de Lincoln: la importancia de mantener la Unión, la oposición a la esclavitud, la importancia de la industrialización y la defensa de los ideales que fundaron a los EE. UU., mejor representados en el discurso de Gettysburg.
Four score and seven years ago our fathers brought forth on this continent a new nation, conceived in Liberty, and dedicated to the proposition that all men are created equal.
Now we are engaged in a great civil war, testing whether that nation or any nation so conceived and so dedicated, can long endure. We are met on a great battle-field of that war. We have come to dedicate a portion of that field, as a final resting place for those who here gave their lives that that nation might live. It is altogether fitting and proper that we should do this.
But, in a larger sense, we can not dedicate —we can not consecrate—we can not hallow— this ground. The brave men, living and dead, who struggled here, have consecrated it, far above our poor power to add or detract. The world will little note, nor long remember what we say here, but it can never forget what they did here. It is for us the living, rather, to be dedicated here to the unfinished work which they who fought here have thus far so nobly advanced. It is rather for us to be here dedicated to the great task remaining before us —that from these honored dead we take increased devotion to that cause for which they gave the last full measure of devotion— that we here highly resolve that these dead shall not have died in vain— that this nation, under God, shall have a new birth of freedom —and that government of the people, by the people, for the people, shall not perish from the earth.
Al final de la Guerra Civil, gracias a la inversión pública, a la industria en el esfuerzo de la guerra y el apogeo de la Revolución Industrial surgieron las primeras grandes corporaciones industriales, los Big business, cuyos dueños y dirigentes estaban íntimamente ligados al GOP. Los años subsecuentes a la Guerra Civil, se conocen como la época de la Reconstrucción, donde fuerzas Federales toman control de los Estados Confederados y dirigen una nueva etapa de igualdad.
Desafortunadamente la época de Reconstrucción terminó antes de tiempo. A finales de la década de los 70 del siglo XIX, los republicanos sentían que ya habían hecho mucho por los afroamericanos y abandonan el proyecto de la Reconstrucción. Esto permitió que el Partido Demócrata, en esa época dominado por supremacistas blancos, muchos de ellos antiguos propietarios de esclavos aplicarán en el sur políticas segregacionistas (las infames leyes Jim Crow), obstaculizaran el voto de los afroamericanos e impulsaran una revisión histórica falsa y cargada de mentiras, donde se reivindicaba a la Confederación (es de esta época el boom de estatuas de generales esclavistas).
Uno de los caricaturistas políticos más importantes de la época, Thomas Nast, en 1874 va a representar al GOP como un elefante asustado y torpe, frente a las políticas de los demócratas. Desde entonces se identifica al GOP con los elefantes.
El Partido Republicano queda entonces como el partido de los grandes negocios, el libre mercado y el capitalismo. Por ejemplo, uno de los principales republicanos de la época fue el magnate del acero, Andrew Carnegie. Sin embargo, siguieron siendo el partido de los afroamericanos, al menos hasta la década de los 60.
La gran depresión del siglo XX y la Segunda Guerra Mundial, provocaron que el Partido Demócrata tomará políticas económicas progresistas. Lo que implicaba un incremento en el tamaño e importancia del Estado en la economía, a través de un aumento del gasto público y las regulaciones. Es la época del New Deal de Franklin D. Roosevelt. Los republicanos respondieron aferrándose a una visión pronegocios y laissez faire, por lo que se les nombra «conservadores económicos».3 Existieron republicanos moderados o liberales quienes pugnaban por una mayor participación del Estado en la economía sin llegar a los extremos del New Deal demócrata. Se les conocía despectivamente como RINOS, Republicans In Name Only, uno de los más importantes fue el gobernador de NY, Nelson Rockefeller.
La década de los años 60 implicó un cambio drástico en la política americana. Por un lado, los demócratas arrancan la bandera de la lucha por los derechos civiles al GOP cuando el presidente demócrata, Lyndon Baines Johnson, se destacó por su lucha contra el racismo y la segregación racial, firmando la Ley de Derechos Civiles y la Ley del Voto, enfrentando una fuerte oposición interna en su propio partido. El voto blanco del sur, tradicionalmente demócrata abandona al partido y busca una nueva organización política que defienda sus intereses. Por otro lado, durante los años sesenta se presentó la revolución sexual y la revolución del amor, que cuestionaban la hasta entonces dominante moralidad tradicional, enmarcada en la moralidad cristiana. Muchos conservadores en lo moral y social buscarán un partido que defienda su estilo de vida y de criterios de comportamiento frente a cambios sociales que juzgan erróneos y peligrosos.
Ambos grupos, a veces identificables más no siempre, encuentran en la oposición al Big Goverment del Partido Republicano la mejor respuesta a la crisis de identidad con que se enfrentan. No quieren que el gobierno les dicte sus normas y criterios morales, pues se oponen a las nuevas tendencias como el aborto, uso de anticonceptivos, luchas feministas e igualdad racial. El reflejo de este cambio se vio cuando, para la elección presidencial de 1964, el GOP nominó al ultraconservador senador por Arizona, Barry Goldwater, en lugar del republicano liberal, Nelson Rockefeller. Goldwater fue la expresión más prominente de los conservadores opuestos al estado de bienestar instaurado por Franklin Roosevelt y continuado por Eisenhower.
Goldwater fue fácilmente derrotado por Lyndon B. Johnson en 1964, perdiendo todos los Estados, menos en seis. Pero Goldwater llevó al país el credo que había desarrollado durante 12 años en el senado. Su campaña política se encuadraba en reducir el poder del gobierno federal, favorecer las libertades económicas y políticas, apoyando una política exterior basada en un ferviente anticomunismo. Se considera que jugó un papel clave en el renacimiento de los movimientos conservador y libertario en los EE. UU., abonando el campo para que Ronald Reagan fuese elegido presidente de los Estados Unidos en 1980.
Por último, se han ido identificando con este partido toda una base de electores incapaces de adaptarse en lo económico y social a los cambios originados desde los años 80; muchos de ellos, hombres frustrados que no ven la manera de tener éxito y sobresalir y que se sienten aislados y derrotados. Esto, aunado al surgimiento del Tea Party que permitió volver mainstream la idea de que todo lo que hace el gobierno está mal, financiada por grupos como el Heritage Foundation.
Este es el recorrido que ha llevado GOP para convertirse en el partido de Trump. Se han ido radicalizando en sus propuestas, opiniones políticas y votos en el Congreso Americano. Se han arraigado a una base de votantes que está muy lejos de los ideales originales del Partido Republicano. El elefante está enfermo, necesita el regreso del sentido común, el liberalismo clásico, la moderación política, la apertura al cambio y el credo de que todos los humanos son iguales.
El elefante necesita del rinoceronte.
Notas
1 El financiamiento privado a los partidos políticos y el winner takes all, en cada elección.
2 Por ejemplo, Elizabeth Warren, Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez y la siguiente vicepresidenta, Kamala Harris.
3 Es importante hacer notar que, en términos económicos, el concepto «conservador» en EE. UU. se entiende de modo distinto a como se entiende en América Latina. Mientras que en América Latina se refiere a una posición mercantilista, identificada con el viejo régimen de la época Virreinal, en EE. UU. se entiende como defensora del liberalismo económico. Es decir, en economía, el conservador americano es el liberal latinoamericano.