¡Oh hijos nuestros! Vamos a marcharnos,
pero regresaremos. Ahora les dejamos
sabias recomendaciones y consejos.
Escuchen todos ustedes que vinieron de
una lejana patria… no nos olviden nunca,
pues siempre debemos permanecer en su
memoria.

(Popol Vuh)

La palabra maya significa «gran amor», «inmensa querencia» o «inmensa estima» (2008, p. 5). Esta civilización dejó huella desde el norte de California hasta Bolivia, pasando por México y los países de Centroamérica. Su cultura y su religión han sido estudiadas profusamente, debido a los grandes misterios que aún encierra y a la increíble sabiduría que desarrolló, logrando ser uno de los pilares para las otras culturas de América.

Uno de sus más importantes y asombrosos enigmas fue la construcción del calendario que regía sus vidas y organizaba sus ciudades. De ahí que tomaran el nombre de «Maestros de las estrellas», pues descubrieron que el movimiento de estas era cíclico y que ciertos acontecimientos se repetían periódicamente. En este campo, llegaron a perfeccionar sus estudios y observaciones a un nivel que aventajó con mucho a sus contemporáneos.

En una vasta y rica región de América, el pueblo maya creó una de las más originales y grandiosas civilizaciones antiguas. Los mayas no constituyen a un grupo homogéneo, sino un conjunto de etnias con distintas lenguas, costumbres y realidades históricas, pero que comparten rasgos que nos permiten integrarlas en una unidad cultural.

La evolución cultural de los pueblos americanos se manifiesta en muy diversas maneras, que culminan con el nacimiento de sociedades estatales de complejidad cultural similar a la existente en el Oriente.1

La cultura maya es y ha sido una de las civilizaciones más fecundas en la historia de Mesoamérica,2 debido a que creó sus propios medios culturales que le permitieron desarrollarse, a tal punto de convertirse en una de las culturas más importantes y poderosas del continente americano.

El pueblo maya, como sus vecinos los teotihuacanos, zapotecos y totonacos, o los más tardíos toltecas y aztecas, fue variando lenta y continuamente, desde las formaciones sociopolíticas más simples, catalogadas como «bandas», hacia una organización y una estructura características de las sociedades civilizadas y estatales.

Los antiguos mayas crearon la civilización que destaca por sus increíbles monumentos, su singular escritura y sus notables conocimientos matemáticos y astronómicos. Estas creaciones, así como su vida social, económica y política, e incluso sus guerras, estuvieron integradas a una compleja vida ritual (De la Garza, M. 2006, p. 8).

Los mayas formaron grupos diferentes por su posición económica, por su trabajo, por su pertenencia a determinadas familias dentro de la estructura religiosa y política. Edificaron maravillosas obras arquitectónicas; elaboraron excelentes piezas de joyería, escultura y alfarería. Por otra parte, realizaron observaciones astronómicas de las que dejaron constancia e inventaron y diseñaron un sistema calendárico de gran precisión (objeto que hasta nuestros días es estudiado, debido a la gran sorpresa que causa saber el avance astronómico que esta cultura tuvo y los adelantos que permitieron un mayor estudio de esta).

Fue una civilización que encontró rápidamente su esplendor y, durante esos momentos de lucidez cultural, dedicó y unió todos sus esfuerzos para vivir, sobrevivir y sobresalir ante las demás culturas que se encontraban distribuidas en toda Mesoamérica hasta que desapareció y fue borrada del mapa inexplicablemente.3

De esta manera, la cultura maya es considerada por muchos autores como la «Grecia de América», debido a sus conocimientos astrológicos, astronómicos y matemáticos. Sin embargo, hicieron más que eso: crearon un panteón de dioses «mágicos», vivieron unidos a la naturaleza, no temían la llegada de la muerte y construían pirámides con pinturas y escalas de gran embeleso. A lo largo de su existencia como cultura mesoamericana formaron una civilización única que dejó su huella y mostró sus obras realizadas para la posteridad (2008, pp. 5-6).

Notas

1 Según Enrique Semo, en su libro Los orígenes (2006), los años 100 a 900 d.C. (periodo clásico) son la edad de oro de la historia antigua de México. Fue durante esos siglos cuando los pueblos mesoamericanos construyeron algunas grandes civilizaciones comparables con las clásicas de China, India y Medio Oriente. No debe, sin embargo, creerse que toda Mesoamérica conoció el esplendor en el mismo periodo. A mediados del primer siglo de nuestra era se levantaban ya construcciones imponentes en Teotihuacán, un siglo más tarde, los mayas de las tierras bajas y los zapotecas del Valle de Oaxaca seguían el mismo camino.
2 Mesoamérica es el área de multiplicación temprana de aldeas sedentarias y de una apretada sucesión de civilizaciones que comparten una serie de rasgos originales que las distinguen del resto del mundo: chinampas, el cultivo del maguey para aguamiel, arrope, pulque y papel; el calendario con base en la combinación del año solar de 365 días y el ciclo sagrado de 260; la escritura jeroglífica; los mercados organizados y el comercio a larga distancia; el uso del cacao como moneda; las guerras floridas; los códices, anales históricos y mapas. Cuatro plantas han dominado, durante otros tantos milenios, la vida agrícola de México: maíz, frijol, calabaza y chile. Le siguen en importancia aguacate, amaranto, seta y agave. La planta más importante, más no la primera en ser domesticada, fue el maíz. Sin duda, eso sucedió antes del año 5000 a.C., cuando los habitantes del valle de Tehuacán tenían mazorcas con glumas suaves (Cubierta floral de las plantas gramíneas, que se compone de dos valvas a manera de escamas, insertas debajo del ovario) y raquis (eje de una espiga) parcialmente endurecidos. La selección e hibridación de los siguientes 3000 años produjeron un maíz más grande.
Aun cuando el maíz es un alimento excelente, es deficiente en algunas vitaminas y proteínas, por eso la economía agrícola recibió un extraordinario impulso de la domesticación de otras plantas ricas en esas propiedades.
Con el nombre genérico de chilli, los nahuas designaban varias especies del género Capiscum. El origen y la antigüedad de las especies domesticadas de chile, cuyo nombre maya es el ik, son difíciles de establecer, por la similitud que guardan las semillas de las variedades cultivadas y salvajes. (Semo, 2006.)
3 La cultura maya fue una de las civilizaciones más prolíferas de Mesoamérica, sin embargo, se dice que fue borrada inexplicablemente, debido a que no hay registros de la razón de su desaparición. En la actualidad, los habitantes de la región sureste del país son llamados igualmente mayas, debido a que se encuentran en la región del Mayab, aunque no posean las características de los antiguos mayas (grandes astrólogos, astrónomos, matemáticos, etc.).
De la Garza, M., et al. (2006). El misterio maya. Dioses, ritos y arquitectura sagrada. México: América Ibérica.
s/a. (2008). Leyendas y mitos mayas. México: Editorial Época.
Semo, E. (2006). Los orígenes: de los cazadores y recolectoras a las sociedades tributarias, 22000 a. C-1519 d. C. México: UNAM.