Como espectadores, hemos recorrido una gran variedad de experiencias interpretativas: jazz, rock, canción culta (Lied), oratorios, ópera, música popular y tradicional china, árabe, japonesa, rusa, colombiana, y un largo etcétera. Todo lo anterior, para el caso que nos ocupa, lo referiremos al fenómeno del canto. Aquí y allá surgen el gusto y la desaprobación; experimentamos en nosotros una serie de emociones y sensaciones muy diversas (ya culturales, ya íntimas) que se desprenden de «eso que pasa en escena», mientras quienes cantan o acompañan al canto hacen los suyo. ¿Pero en qué momento surge la pregunta de qué fue lo que ocurrió? ¿Qué hay en la actuación en vivo que nos atrae acaso más que una grabación?
Henos aquí, por ejemplo, en una pequeña sala, incluso incómoda. Además, llueve y el ruido de los automóviles se cuela por las paredes como un insecto indeseable que salta sobre nosotros. Inicia el espectáculo: los primeros sonidos musicales se mezclan con los chillidos de las bocinas, los motores y la lluvia. Avanza el espectáculo, quizá, acostumbrados a la lluvia ya no la oímos, por el contrario, el canto nos llega con más claridad. Algo ocurre en nosotros que nos hace olvidar la estrechez de los asientos, ya no hay bocinas ni motores y, sin saberlo, en un instante traspasamos de la realidad que traíamos a otra creada por la actuación en escena. Pero una vez acabada la función lo «evadido» regresa. Nunca se ha ido, pero no le prestábamos atención.
El recorrido ha sido muy breve, apenas como ejemplo, sin detenernos más que en algunos rasgos generales del fenómeno de ingreso al que Max Bense ha denominado la correalidad.
Ahora, considerando la experiencia anterior podemos hacernos varias preguntas: ¿cómo y por qué entramos allí (la correalidad)?, ¿qué ocurrió en escena que nos «transportó»?
Estas preguntas son en realidad más complejas de lo que aparentan.
Si hiciéramos un intento por metodologizar el proceso acaecido, es decir, fragmentarlo para fines analíticos, podríamos llegar a la siguiente aproximación:
i. Motivación o interés
ii. Concentración
iii. Liberación
iv. Compenetración
Para nuestro caso, en lo posible, el primer paso implica separarse de prejuicios y liberar la actitud emocional-contemplativa y no la racional-crítica o reflexiva. Vamos a dar esto por hecho para así poder pasar al siguiente paso, que es la necesidad de hacer consciencia en el hecho escénico: ahí está, lo contemplo, me voy acercando a él, más cada vez más. Solo entonces viene la renuncia al juicio, es decir, una actitud desinteresada hacia previos «gustos» y, guiados nada más por el gozo hacia algo nuevo (desconocido), dejamos que el hecho escénico nos arrastre e, incluso, nos haga parte de él.
A modo de ejemplo, analizaremos las imágenes ciberópticas en cuanto a percepción. En primera instancia, se observarán patrones lineales bi o policromáticos. Luego, desviando el ángulo de visión, se logra percibir la imagen ciberóptica tridimensional. Es decir, después de la concentración visual, el sujeto (nosotros) se abandona al objeto. Sin ese abandono, sin permitir que nuestra mente se «readapte» para crear la imagen tridimensional, no se verá nada además de los patrones lineales. Luego, viene la compenetración, pues ya dentro de la angularidad precisa y la superposición de imágenes que brindan la tridimensionalidad se miran los detalles y se experimentan sensaciones diversas.
En algunas religiones orientales este fenómeno de ingreso a la correalidad se emplea para acceder al «espacio religioso» o «nuevos estados de consciencia».
La compenetración en el fenómeno interpretativo viene a ser la recuperación de la consciencia anterior al ingreso, pero ya estando «dentro de la correalidad». Es propiamente aquí que el espectador se integra a la propuesta escénica interpretativa y a la evocación que surge de la interacción musical propiamente dicha, en combinación con el texto.
Todo lo anterior, claro está, es una aproximación a lo que ocurre desde la perspectiva del espectador. ¿Pero qué ocurre desde el intérprete? ¿Cómo nos convence a nosotros como público? En otras palabras, ¿cómo crea la realidad estética y nos involucra?
Por el momento, nos quedamos aquí y ya le dedicaremos luego una reflexión al fenómeno interpretativo desde el intérprete.