En este portal ya se ha citado al gran orador y pensador de la Republica Romana, Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.). Aunque ahora, en mi reflexión, luego de releer la historia de la Roma pre-imperial, y para el consenso universal, Marco Tulio destaca como el más grande filósofo y luchador político del lado de las causas más «honestas» en la antigua Italia.
De origen acaudalado, logró cultivarse en Grecia, ejemplo de cultura y sabiduría para todos los romanos que perseguían superarse intelectualmente. Marco Tulio no era un hombre de pelea física, más bien su salud resultaba una desventaja. Sin embargo, combatió de joven en la guerra civil romana en las filas de Lucio Cornelio Sila (138-78 a. C.). En el año 77, luego de sus viajes de estudio y primeros trabajos, se casó con una prospera mujer llamada Terencia; se decía que ella lo dominaba.
La gran virtud de Marco Tulio era escribir en latín, siempre quiso ser, como su par griego Demóstenes, el mejor orador de la antigua Roma. En aquellos tiempos, el derecho estaba en su infancia y los elementos de juicio dependían más de la oratoria que de una causa. Marco Tulio era un maestro y casi siempre abrazaba las causas más nobles. Su fama creció con el juicio a un político corrupto de nombre Verres, en el año 70, que tenía el apoyo de la aristocracia Romana. No valió la demora, ni el dinero, ni las artimañas, a Verres lo declararon culpable. Aunque este ladrón logró huir a Massilia, el veredicto fue un gran logro para la Republica Romana y minimizó el cáncer de la corrupción.
La cúspide de las luchas políticas y oratorias de Marco Tulio fue la disputa contra el senador Catilina quien conspiraba para obtener el poder total en el año 63. Para ello, Marco Tulio ingresó de lleno como cónsul al Senado donde enfrentó a Catilina de forma presencial y a través de una serie de discursos, ahora célebres. En la Roma Republicana, la ascensión de dictadores era solo permitida en casos breves de extrema emergencia nacional. Los reyes o cualquier autocracia unipersonal eran rechazados de plano por el sistema de votación. Aunque imperfecta y poco representativa, la democracia romana era de carácter más amplio que la democracia griega.
Marco Tulio logró probar que existía una conspiración por parte de Catilina. Ante la contundente evidencia, este último huyó del Senado y unió tropas a las afueras de la ciudad de Roma. Marco Tulio no solo logró el apoyo de los senadores, sino también de gran parte del pueblo y de las tropas leales a la República. Al año siguiente, Catilina fue derrotado y se suicidó. Catón el Joven dijo que Marco Tulio Cicerón era «El padre de la patria».
Luego de este evento, su mayor logro político, entre la década del 60 al 50 a. C., Marco Tulio se dedicó a escribir sus grandes obras: De legibus, De republica, De oratore, De natura deorum. Yo siento gran orgullo de tener entre mis libros su texto titulado: La amistad. Un privilegio de los hombres buenos. En digital recientemente descargué Paradoxa, donde condensa su filosofía estoica para reflexionar sobre los problemas morales, el pecado, la virtud y la felicidad. «Solo es bueno, lo que es honesto», dice en los comienzos de este libro, pero, en sí, esto puede llegar a ser paradójico: ¿se puede hacer el bien haciendo algo deshonesto?
Un conflicto destacado en la vida de Marco Tulio Cicerón fue el asunto con Publio Clodio en los tiempos del Triunvirato de Julio César (102-44 a. C.), Pompeyo y Craso. Clodio era un tribuno aristócrata de acciones caprichosas ante los ritos religiosos y las eternas vanidades sociales de la época, sin embargo, todo lo solventaba con dinero, encanto personal, regalo de cereales a los menesterosos y a través de sus bandas de acoso. Marco Tulio reprochó los modos de Clodio, incluso, ante la supuesta infidelidad de la esposa de César; finalmente, se ganó la enemistad total de Clodio. Marco Tulio debió exilarse por seguridad, lo que aprovechó su enemigo para confiscarle sus propiedades en Roma, al igual que incendió su villa.
Al regreso de Marco Tulio a Roma en el 57 a. C., Clodio ya tenía gladiadores a su servicio. No obstante, el tribuno Tito Annia Milo Papiniano, casado con la hija de Sila, se colocó del lado del orden y organizó una banda de defensa armada. Cinco años después de varios incidentes de terror en las calles, terminaron con la muerte del acosador. Marco Tulio obviamente defendió a Milo, aunque esta vez sin las glorias pasadas. Milo perdió el juicio y fue exiliado.
Luego vino la turbulenta segunda guerra civil romana, la muerte de Craso en Partia, los conflictos con Pompeyo y los triunfos de Julio César. César, quien logró el poder total en el 45 a. C., reorganizó la República; también creó el famoso calendario que lleva su nombre (Juliano) y extendió la ciudadanía romana. César no arremetió ante las desgracias de Marco Tulio, sin embargo, Julio César fue asesinado al año siguiente y, con ello, también murió la suerte de Marco Tulio.
El «heredero» de César era Marco Antonio, quien profesaba odio hacia Marco Tulio Cicerón, ya que el gran orador había ordenado la muerte de su padre adoptivo durante la conspiración de Catilina. El segundo triunvirato con Octavio, Lepido y Antonio selló el destino de Marco Tulio Cicerón. Marco Tulio huyó en barco, pero la mala fortuna hizo que los vientos lo regresasen al puerto donde lo esperaban los soldados de Marco Antonio. Marco Tulio no ofreció resistencia, frenando a sus escoltas enfrentó la muerte solo y con valentía. Quizás nos quede como consuelo saber que el primer enemigo de Marco Tulio Cicerón, el insaciable corrupto Verres, también fue perseguido y muerto por Marco Antonio.