Lord Acton nació y vivió en Inglaterra de 1834 a 1902 y se destacó como historiador y pensador político emblemático del movimiento católico liberal. Se distinguió como profesor en la Universidad de Cambridge y escribió numerosos artículos, algunos de ellos reunidos en su Historia de la libertad.

Su nombre completo era John Emerich Edward Dalberg-Acton. Fue, sin duda, uno de los maestros del intelectual y teólogo norteamericano Michael Novak. Su misión fue la de construir puentes entre el catolicismo y el liberalismo, un trabajo complicado en el siglo XIX y en el siglo XXI.

Así, por ejemplo, colocó a Jesús entre los precursores de la libertad, pues cuando el Nazareno dijo que «había que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», le puso límites al poder civil, de manera que repudia el absolutismo y marca el comienzo de la libertad. El César ya no es absoluto pues no le competen los asuntos del Reino de Dios. Jesús, en fin, según Lord Acton reduce la autoridad política dentro de límites bien definidos, lo cual es un anhelo de los liberales.

También destacó el papel de los atenienses quienes según él construyeron en la antigüedad la única democracia que prospera, así como la contribución de los estoicos y su doctrina de igualdad, fraternidad y humanidad que les permite defender los derechos del individuo ante la autoridad. Sin embargo, sostuvo que en la democracia antigua la libertad está atada con esclavitud.

Según Acton, por nacimiento, todos los seres humanos son libres y la libertad no es un medio sino el fin del gobierno. Por lo demás, escribió: «Amigos sinceros de la libertad ha habido pocos en todas las épocas» (1986, p. 13).

Este intelectual de la Inglaterra victoriana afirmó que las amenazas hacia la libertad pueden venir de la autoridad, de la opinión, de las costumbres e incluso de la mayoría. Para él «la idea de libertad es la unidad, la única unidad de la historia del mundo y el principal concepto de una filosofía de la historia» (1986. p. 9).

En sus escritos se adivinan lecturas de Santo Tomás de Aquino y de John Locke, el fundador del liberalismo.

Aunque fungió como parlamentario y confidente del liberal Primer Ministro William Gladstone, siempre desconfió del poder. Su hostilidad hacia el poder tiene una base moralista. Desde su punto de vista, el poder en general es malo, corrompe, y el poder absoluto es lo peor y corrompe absolutamente. El absolutismo es negativo no solo porque anula la libertad, sino porque es fuente ilimitada de corrupción.

Su ensayo sobre la libertad en el cristianismo termina con las siguientes palabras: «Y porque la luz que nos ha guiado está aún sin apagar y las causas que nos han llevado tan lejos en la nave de las naciones libres no ha perdido aún su poder, la historia del futuro está escrita en el pasado, y lo que ha sido es lo que será» (1986. p. 72).

Lord Acton destacó como un católico defensor de la igualdad de todos los seres humanos, así como de la fraternidad y sobre todo de la libertad. En fin, un católico liberal. Muchas veces incomprendido y criticado tanto por algunos católicos como por ciertos liberales.

Nota

Acton, L. (1986). Historia de la Libertad. San José, Costa Rica: Libro Libre.