Hace unas semanas me consultaron desde un periódico de tirada nacional como experto en conducta humana para conocer mi opinión sobre cómo afecta esta situación en los adolescentes. Al respecto contesté que son muchas y variadas las lecciones que podemos aprender del ejemplar comportamiento de los jóvenes antes y después del confinamiento desde el punto de vista psicológico.
La primera y la más sorprendente ha sido el comprobar en los jóvenes la capacidad de superación de una situación inédita en la historia reciente, donde en la mayoría de las ocasiones se han comportado cívicamente, cuidándose y cuidando a los demás, renunciando a su libertad de desplazamiento en beneficio de la salud general.
El segundo aspecto para destacar sería la capacidad de adaptación de los adolescentes, acostumbrados a la tecnología, pero que han tenido que adoptar el nuevo modelo de teleformación o formación online para continuar con su desarrollo personal y profesional.
La tercera es la resiliencia, por la cual se ha podido sobrellevar una situación de miedo tan importante como es al contagio, a pesar de lo cual los jóvenes han estado a la altura de las expectativas, y se han comportado, en la mayoría de los casos cuidando las medidas de salud.
Es cierto que a algunos les ha costado más que a otros, y que incluso hay quien ha sufrido en exceso la situación llevándole a problemas relacionados con la ansiedad o la depresión, pero la mayoría han sabido soportar la situación sin mayores inconvenientes.
Igualmente es cierto que la sobreexposición a internet ha facilitado el surgimiento y agravamiento de las adicciones tecnológicas por la cual se quiere estar continuamente conectado y consumiendo contenidos, ya sea ebooks, música o vídeos de Youtube.
Si bien en algunos países el desconfinamiento o desescalada ha llevado a muchos jóvenes a tratar de recuperar una vida cotidiana, incluso llegándose a realizar algunas protestas por lo prolongado del encierro, rápidamente se han dado cuenta de que, al vivir en sociedad, deben de mirar por sí mismos y por los demás.
Además, y teniendo en cuenta que una de las características de los adolescentes es su gran implicación emocional en proyectos relacionados con los valores como la solidaridad o la conciencia ecológica, no han tenido problemas en adoptar las medidas de salud que requiere el posconfinamiento.
Si bien es cierto que esta ha sido la realidad en la mayoría de los jóvenes, algunos han preferido no salir de sus domicilios, en lo que se ha llamado como «síndrome de la cabaña» por el cual la persona prefiere mantenerse a resguardo en su casa alejado de los «peligros» del exterior, en este caso para evitar el contagio del covid-19, pero que con anterioridad había sido descrito como síndrome de hikikomori, originariamente identificado en Japón durante la década de los ochenta y noventa, y que se calcula que afecta a más de medio millón de jóvenes en dicho país.
Aunque el rango de edad que abarca este síndrome se extiende desde los 15 a 39 años, el período más crítico es el de la adolescencia en donde los que lo sufren literalmente dan la espalda a la sociedad, y se niegan a interactuar con los demás, si no es a través de internet, en ocasiones acompañado de una mala nutrición e incluso del abandono de la higiene personal.
Una situación asociada a la adicción a las tecnologías y no tanto al miedo al contagio, que se ha observado en mayor o menor grado a lo largo de todo el mundo, en donde la pantalla del ordenador se convierte en la «realidad» del joven, no existiendo nada más allá fuera de las cuatro paredes de su cuarto y eso que, gracias a los dispositivos móviles, como las tabletas, iPads, smartphone o teléfonos inteligentes, ya no es preciso quedarse en casa para estar conectados a Internet.
Si bien investigaciones precedentes informan de niveles de adicción a determinadas redes sociales de entre el 30 al 50% de los usuarios más jóvenes, en cuanto al número de horas e «intensidad» de la interacción en redes como Facebook, se esperaría que estas cifras se viesen incrementadas por efecto del confinamiento e igualmente que aumentase el número de afectados en el mundo por el síndrome de hikikomori.
A pesar de lo cual la mayoría de los adolescentes están mostrando mayor fortaleza de la que muchos pensaban, siendo ellos los primeros en adoptar las medidas de higiene y distanciamiento social, no solo protegiéndose con ello, sino también dando ejemplo a adultos y niños.