Tras el obligado cierre por la pandemia, la muestra Ulises, el arte y el mito reabre desde el 19 de mayo hasta octubre de 2020. Comisariada por Francesco Leone, Fernando Mazzocca, Fabrizio Paolucci y Paola Refice, esta exposición se demuestra a la altura de la sede que la despliega, poniéndose el reto de confirmar la gran talla expositiva, que en 15 años Forlí ha sido capaz de organizar, con el proyecto del director, Gianfranco Brunelli.
El tema elegido, absolutamente atractivo, se demuestra excepcional por la importancia de los préstamos y por la calidad del montaje de su contenido. La cita se atreve a afrontar nada más y nada menos que el tema del personaje de Ulises (el más antiguo y el más moderno protagonista de la literatura occidental) y de su mito que aún persiste tras tres mil años en la cuenca mediterránea y a nivel universal. Una leyenda que se ha convertido en historia, transmutada en arquetipo, idea, imagen... y que en la actualidad, como en los milenios transcurridos, encuentra legados y encuadres diferentes: reflejo de las ansias de los individuos de todos los tiempos, que reviven el Ulises existente en su interior.
Es oportuno recordar el sugestivo personaje: Ulises u Odiseo (de ahí el título de la Odisea, uno de los dos poemas épicos griegos atribuidos a Homero) fue un rey legendario de Itaca, padre de Telémaco y esposo de Penélope. Tomó parte en la guerra de Troya, donde se distinguió por su valentía y diplomacia; suya fue la idea de construir el caballo de madera que permitió a los aqueos entrar en la ciudad. El regreso a su patria está descrito en la Odisea.
Durante la vuelta, recaló en el país de los lotófagos y en el de los cíclopes, donde cegó a Polifemo; en el de los lestrigones, en la isla de Ea, dominio de la hechicera Circe, que le dio un hijo, Telégono. Tras consultar al adivino Tiresias, reemprendió su viaje. Consiguió escapar de las seductoras sirenas, pero una tempestad, desencadenada por Zeus, provocó el naufragio de su nave y amarrado a un mástil, arribó a la isla de Calipso, donde fue retenido por la ninfa. Una vez liberado, se paró en el reino de Alcínoo, quien le procuró un navío para llegar a Itaca, donde disfrazado de mendigo, dio muerte a los pretendientes de su esposa y recuperó el trono.
El infinito influjo de Ulises ha impregnado la cultura de Occidente. Lo recuerdan Dante Alighieri en el XXVI° Canto del «Infierno» de la Divina Comedia, al director Stanley Kubrick de 2001: Una odisea del espacio; del capitán Achab de Moby Dick a la ciudad de los inmortales de Jorge Luís Borges; de Torcuato Tasso de la Jerusalén liberada a la «Odisea» de Leopold Bloom (el héroe del libro de James Joyce que cumple su viaje en una jornada), el Kafavis de Retorno a Itaca, donde explica que el sentido del viaje no estriba en la meta sino más bien en el viaje en sí, con sus encuentros inesperados y sus aventurosas vivencias, hasta Óscar Godoy con su película Ulises de 2011, que describe la lucha cotidiana de un hombre para integrarse en un país extranjero que lo rechaza refugiándose en la nostalgia de casa como un Ulises moderno condenado a un eterno deambular.
Una trayectoria emocionante, para marcar una vicisitud que nos pertenece y que constituye nuestro patrimonio cultural, que en el ejemplo de Ulises revive nuestro destino... ya que Ulises encarna a nosotros mismos, con nuestras inquietudes, con nuestros desafíos, con nuestra voluntad de arriesgar, de conocer lo nuevo, de ir más allá, en marcha hacia el descubrimiento de lo desconocido y complejo que albergamos dentro de nosotros.
Por su parte, la aportación del arte se ha confirmado decisiva en la transformación del mito, en la adaptación, en la ilustración y en la interpretación continua con relación a la propia época.
Así pues, se cumple una gran travesía por el océano del arte sin limitarse solo al arte. Una historia infinita que los artistas han ilustrado a través de obras maravillosas, para narrar un itinerario sin precedentes, por medio de obras maestras de todos los tiempos: desde la Antigüedad al siglo pasado, desde la Edad Media al Renacimiento, del Naturalismo al Neoclasicismo, del Romanticismo al Simbolismo hasta el Film art contemporáneo.
Como subraya el director general, Gianfranco Brunelli:
Una exposición en que la que el grande Arte no aparece esclavo de la historia y del mito y de estos no es tampoco una mera ilustración, si no que evidencia por la directa relación entre arte y mito, valiéndose de la figura paradigmática de Ulises, cómo nace y se renueva la narración. Porque el arte, figurándolo, ha transformado el mito. Y el mito ha narrado la forma del arte.
Nota
Merece un párrafo aparte la recuperación del conjunto de San Domenico -su privilegiada sede- formado por la antigua iglesia (privada de su techo) posteriormente ampliada, por un claustro (totalmente cerrado) y por otro abierto que la ladea. El templo, que se remonta al siglo XIII, remodelado en fase renacentista, alarga el aula y añade las capillas, obra ultimada en 1704. En el período napoleónico, la iglesia fue expropiada y posteriormente adquirida al patrimonio del Estado para destinarla al ejército. A partir de ahí, inicia el fenómeno de degrado que culmina en 1978 con el derrumbe de una parte de la cubierta y de la fachada meridional. La recuperación del conjunto monumental no solo se integra en el programa de recualificación del centro histórico de la ciudad, sino que constituye una especie de proyecto para la reorganización del sistema museal. Su función actual es la de sede de Pinacoteca y de los Museos Cívicos, que ocupan la parte del convento, además del espacio multifuncional de la antigua iglesia para alojar en la primera planta las grandes exposiciones anuales. Los hallazgos arqueológicos recuperados -tiestos de cerámica y vidrio utilizados en el refectorio y en la cocina- permiten delinear la vida cotidiana conducida en el convento a lo largo de cuatro siglos.