Son días de lo más extraño, el tiempo es lento, todo sin prisa. Unos lo aprovechan, otros no. Me viene a la cabeza la palabra paciencia.
Paciencia es la capacidad de sufrir y tolerar desgracias y adversidades o cosas molestas u ofensivas, con fortaleza, sin quejarse ni rebelarse. También es calma o tranquilidad para esperar.
Tener paciencia se ha convertido en lo más importante en estos momentos que, junto a la serenidad, produce un cierto estado de equilibrio que no te permite caer al precipicio. La paciencia es una actitud. Con paciencia somos capaces de vivir con intensidad el Aquí y el Ahora, de lo contrario, la impaciencia, nos llevaría a la insatisfacción e intranquilidad. «La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte», decía Kant.
Nos hemos visto obligados a bajar el ritmo; tenemos la inmensa oportunidad de centrarnos en el presente, de vivir conscientemente el ahora como regla máxima vital. Nuestro mundo es frenético. Estamos obligados a tener todo bajo control, a obtener resultados Ya. Esperar es un ejercicio de fuerza.
El impaciente lo quiere todo ya. Quiere que esta situación termine mañana, quiere tener el último modelo de smartphone en cuanto lo pongan a la venta, quiere llegar a la meta cuanto antes. La paciencia siempre es optimista, implica esperanza.
Un estudio, publicado en 2012 en la revista Journal of Positive Psychology, identificó tres formas distintas de expresar la paciencia: la interpersonal, que es cuando conservas la calma al enfrentarte a alguien que está molesto, enojado o es insufrible; ante las adversidades de la vida, es decir, cuando ves el lado positivo de las cosas después de un gran contratiempo, y ante las dificultades diarias, que se refiere a reprimir el enfado al lidiar con demoras o cualquier cosa irritante que pueda inspirar un tuit sarcástico.
La paciencia es una actitud que se puede modificar. Si hoy no eres paciente, hay esperanza, te encuentras en un buen momento para practicar y ser más paciente el día de mañana. Es una virtud que se puede desarrollar y que nos dará fuerza para llevar a cabo aquello que deseemos.
Deja de tener prisa. Si nos hemos caído, podemos volver a levantarnos e intentarlo de nuevo.
La felicidad está en la experiencia del vivir cada instante.
Lo más importante de la vida no es inmediato, necesita tiempo.
Respira.
Toma conciencia de la situación.
¿Puedes hacer algo para cambiar la situación?
Fortalece tu fuerza de voluntad.
Cambia tus hábitos mentales.
Saber observar.
Pensar en silencio.
Date tiempo.
Estar Presentes.
La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces.
(Proverbio persa)
La melancolía nos viene, nos recorre el corazón como esas ramas de la parra del patio de Minaya.
Me adapto, nos adaptamos todos, pero reconocemos que todo es muy raro.
Todos extrañamos algo, a esas personas que queremos, a los amigos, los compañeros, las risas, esas cañas tras la jornada; también las tensiones del trabajo, las discusiones con unos y otros, cómo no.
Los últimos kilómetros, antes de llegar a la meta, suelen ser los más duros. Paciencia.
Son días complicados incluso para los privilegiados.
Estamos en el momento de decidir, de elegir, de influir.
Cada uno de nosotros está en esa posición de transformar las dificultades en recursos para seguir caminando más preparados.
Cerrar ciclos e iniciar ciclos con conciencia.
Es un momento de transformación, no de cambio.
Momento de despertarnos, de agarrarnos a ese poder interior que todos llevamos y
asumir nuestro liderazgo personal.
Construir.
Vivir en calma.
La paciencia te permite tomar mejores decisiones.
La paciencia contribuye a la eficacia. Las prisas no son buenas para nada, implican desorden.
La vida que llevamos, o llevábamos, es una carrera sin fin y muchas veces sin dirección.
Para vivir parece que solo tenemos que superarnos continuamente y no parar quietos. Nos exigen y nos exigimos.
Ansiedad, estrés, depresión, aumento de la tensión, ictus, infartos.
Vivimos acelerados. Yo vivía acelerado hasta antes de ayer.
Nos queremos convertir en dioses, pequeños dioses individuales, y nos echamos encima la responsabilidad de conseguir una utópica felicidad a base de esas carreras, desafíos constantes, exigencias y objetivos materialistas.
Ya está bien.
La paciencia es la virtud del presente. Aprovéchala.
Contempla la verdad, la belleza. Sé dueño de tu momento, que nada te lo estropee.
Es tiempo de paciencia y de aprender a sentir el Ahora.
No olvides que las cosas importantes siempre suelen hacerse en silencio y sentados, nunca rodeados de ruido y corriendo.
Hay momentos en la vida, ahora es uno de ellos, en los que no sólo es recomendable tener paciencia, sino necesario.
Toda persona que viva este valor, o virtud, de la paciencia, poseerá una inmensa sensibilidad para afrontar las contrariedades. Conservará la calma y el equilibrio interior, logrando así comprender mejor el porqué de las circunstancias, generando paz y armonía a su alrededor.