Pasan los días. Días de aplauso y agradecimientos espontáneos. Días de solidaridad. Días de incertidumbres y miedos.
Estamos viviendo momentos únicos que dejarán sus huellas en todos nosotros. Unas huellas difíciles de olvidar, de que solo sabremos de su magnitud cuándo todo esto pase. Pasará.
Escribir.
Anotar, vomitar nuestro día a día, nuestras sensaciones, ideas, reflexiones; nuestros proyectos, miedos, emociones. Dejar por escrito todo aquello que quisiéramos mejorar para cuando, como sea, salgamos de esta.
He escrito siempre. Fatal, pero lo he hecho. Me ha servido de mucho. Me he ahorrado mucho dinero en psicólogos.
En algunas ocasiones, por qué no decirlo, cuando uno escribe y otros leen e interpretan a su manera lo que uno escribe, también te puede crear algún disgusto. Aún así, siempre he recomendado escribir diariamente, es tremendamente positivo.
Todos estamos viviendo momentos de verdadera y auténtica incertidumbre. Son días donde nos estamos enfrentando a realidades que jamás hubiéramos ni siquiera imaginado. Estas incertidumbres nos provocan miedos, nerviosismo, ansiedad y estrés.
Coge un cuaderno nuevo y, aunque no lo hayas hecho nunca, crea tu Diario de Esperanza, tu Diario de Vida, tu Diario Positivo o como quieras llamarlo. Eso sí, siempre con un sentido optimista. Al menos una vez al día siéntate a escribir. Escribe lo que te venga en gana, como quieras; ni siquiera te entretengas en revisar cómo está escrito. Simplemente escribe. Desahógate.
Escribir es una manera de desprenderte de tus miedos o esos pensamientos negativos que te acompañan.
Escribir lo que hayas pensado o sentido a lo largo del día.
Poco a poco verás cómo escribir, además de guardar tus sensaciones, tus recuerdos, tus ideas y proyectos, te tranquiliza, te motiva y hace que te encuentres contigo, en estos días que nos van y vienen.
Al centrarte en lo que piensas y sientes, te obligas a reflexionar sobre esos aspectos de tu personalidad que normalmente están ocultos. Te conocerás mejor y sabrás qué debes cambiar o potenciar de ti.
Llevar este cuarderno o diario y generar un hábito de escritura durante estos días, ayudará también a no olvidar esas ideas que tienes para el futuro y esos proyectos o acciones que quieres llevar a cabo cuando todo esto termine. ¡Que terminará, más pronto que tarde!
Casi siempre, tendemos a olvidar pronto todo eso a lo que nos comprometemos cuando las cosas no van bien. Todo eso que haríamos y que luego, cuando pasa lo malo, olvidamos de hacer. Leer este cuaderno más adelante, cuando todo haya pasado, nos servirá para no olvidar o para no volver a cometer las mismas equivocaciones que, en cierta manera, nos han traído hasta aquí.
Elige tu momento y tu lugar para escribir. Escribe en primera persona.
Escribe lo que quieres realmente de ti y de tu vida, lo que sientes y no lo que debes hacer por obligación. No te juzgues. No es momento de culpabilidades o mirar atrás; es momento de encontrarte y de Ser.
No te hagas preguntas. Encuentra respuestas firmes.
Intenta ser siempre positivo. Desahógate, pero no olvides que esas páginas serán el rincón en el que guardes lo positivo de ti mientras desechas todo lo negativo.
Céntrate en lo que piensas, en ti, en tu propia existencia. Cualquier idea que se te ocurra, escríbela por muy tonta que te parezca.
Este cuaderno siempre te será útil para mirar atrás de vez en cuando y recordar estos momentos que fueron.
Escribir ayuda a focalizar los pensamientos.
Escribir un diario te ordena y te permite organizar mejor tus ideas. Escribiendo cada día, además de generar un hábito positivo y una rutina, ejercitarás la presencia, el Aquí y el Ahora.
Escribir un diario te ayudará a aumentar tu creatividad.
Y, por último, no olvides que en ese rato que estaras escribiendo se convertirá en tu espacio de libertad donde podrás decir y escribir lo que te de la real gana. Lo normal es que nadie lo lea o, como mucho, tal vez lo volverás a leer tu para recordar, reírte o llorar pensando en esos momentos pasados.
Nunca había tenido, ni siquiera cuando hice el servicio militar, una sensación de no libertad. Ni que decir tiene, que no es lo mismo no ser libre en nuestras casas, con las pocas o muchas comodidades que tengamos, a estarlo, por ejemplo, en una cárcel, secuestrado o escondido en un cuchitril por motivos políticos (que los ha habido y hay todavía en algunos países). Lo cierto es que, sin haber sido consciente de haber producido una desgracia a este mundo, aunque es posible que lo haya hecho, como todos, más mal que bien, así estoy (estamos) en esta especie de semi libertad. Estamos encarcelados en casa.
Vivimos llenos de esperanza, eso sí. Habitamos en nosotros con incertidumbres e incluso diría con expectativas relativas.
La esperanza te hace vivir porque te hace sentir.
La esperanza es algo simple, no cuesta dinero. No tener esperanza también es simple, tampoco cuesta.
Vengo alimentando mi esperanza, estos días, en cuadernos (donde escribo estas notas). Cuadernos que me acompañan desde siempre, pero que ahora lo hacen de una manera mucho más cercana.
En ellos vierto mis silencios, mis añoranzas, mis recuerdos, mis errores o culpas, lo que pienso o leo. Y no dejo de recomendar, desde la experiencia, hacerlo.
La escritura natural de este tiempo es el diario. El tiempo verbal que mejor expresa lo que vivimos ahora mismo es el presente de indicativo, el que nombra los hechos en el instante mismo en que suceden, o unas horas más tarde, como máximo, cuando ni el olvido ni la memoria han emprendido ya su tarea habitual y constante.
(Antonio Muñoz Molina)
Son muchos los que, estos días de confinamiento, escriben un diario.
El diario es un espacio de libertad, casi de clandestinidad personal, en un momento en el que no somos libres del todo.
Muchos de los que ahora escriben, cuando termine esta situación, no volverán a hacerlo. Muchos otros quedarán enganchados para siempre en esta especie de terapia personal que carece de más coste que el de la tinta y los cuadernos.
En los diarios no contamos nada a nadie, tampoco tenemos por qué escribir bien ni con un estilo académico. Simplemente vomitamos, escupimos o nos relajamos mientras nos deshacemos de muchas de las toxicidades que nos acompañan en el día a día.
Es un buen momento para la introspección, para la superación de esta batalla que es personal contra el mundo externo, pero también contra el interno.
Escribir es un método de autodescubrimiento.
Es otro modo de entendernos, de pasar un rato con nosotros. Es una manera de analizar tus emociones, entenderlas y gestionarlas mejor.
Escribir te hace sentir acompañado en caso de que te sientas solo; te hace encontrar tu momento de soledad en caso de que estés acompañado.
Te sirve para estructurar tus pensamientos y así tomar mejores decisiones en tu día a día.
Escribir te proyecta más allá del presente.
También te sirve para perdonarte, para vomitar esas culpas que vas arrastrando en ese saco que es la vida.
Para creer más en ti.
Simplemente para expresarte y decir lo que piensas.
El diario es el lugar natural de la crónica del confinamiento y la expectativa. Si se escribe a mano y en un cuaderno, queda todavía más acentuada su condición de espacio físico, de habitación propia, de realidad material que tocan las manos.
(Antonio Muñoz Molina)
La vida sigue. Pensamos que ha parado, pero sigue. Narremos con nuestras palabras o voz, lo que realmente pensamos, vivimos o sentimos en nuestros días. Es una manera de poner en orden este caos al que nos hemos visto abocados por la pandemia.
La mente nos dicta, pero también el corazón y el alma. Es cuestión de dejarse llevar y dejar a la pluma y el boli que simplemente transcriba en el papel.
En los diarios, la intimidad se gesta en el tuétano de la experiencia cotidiana y emerge en la soledad de la habitación o de la casa.
(Begoña Méndez)
¿Qué he conseguido hoy?, ¿qué he aprendido?, ¿a qué he dedicado mi tiempo?, ¿he descubierto algo interesante?, ¿cómo me he sentido?, ¿cómo he ayudado a otros?, ¿qué he conseguido en el trabajo?, ¿cómo he pasado el tiempo?, ¿qué puedo mejorar? Responder a estas preguntas ya es un paso para escribir cada día. El resto viene solo.
Según Gillie Bolton, investigadora del King’s College de Medicina y Arte de la Universidad de Londres, cuando se está escribiendo un diario «aumenta la confianza en uno mismo, se potencian los sentimientos de autoestima y motivación para la vida. De alguna manera permite explorar áreas cognitivas y emocionales que no siempre son accesibles».
Desde el King’s College se asegura que, gracias al diario, «podemos mejorar nuestra salud, es decir, que ya no se trata solo de un medio para hacer frente a momentos difíciles, sino de una herramienta para mejorar sin necesidad de estar mal para hacerlo. El diario aumenta la capacidad de autocuración del organismo. Quienes escriben un diario superan antes procesos infecciosos y cicatrizan antes las heridas».
Escribir un diario fortalece el compromiso con uno mismo. Siempre he leído diarios. De escritores, filósofos, científicos, políticos o empresarios. Aunque sean diarios públicos, pulidos y corregidos, encuentras la inspiración, los momentos de flaqueza, el desorden de la vida, la búsqueda de un mismo en cada uno de ellos.
En este momento, personas innumerables se inclinan sobre un cuaderno, manejan la pluma, el lápiz, la barra de cera, cortan y pegan cosas, alzan los ojos hacia una ventana, prestan oído al silencio inaudito al que ya se han acostumbrado, roban un rato al sueño después del trabajo en el hospital para dejar constancia de lo que han visto. Están dibujando entre todos el mapa inmenso y meticuloso del presente.
(Antonio Muñoz Molina)