Tenía varios meses sin escribirles, a pesar de tener mucho para compartir. He querido hablarles de Frida y por qué sí es ejemplo de feminismo. He pensado en Simone de Beauvoir y su libro El segundo sexo, en ocasión de un horrendo crimen cometido en mi país, en el que varios hombres, entre ellos un menor de edad, violaron y posteriormente asesinaron a una niña de 4 años. Temas que seguro les contaré en otras entregas. Pero, ¿cómo no hablar de lo que está ocurriendo en todo el mundo?
En República Dominicana el virus llegó a inicios de marzo, de acuerdo a fuentes oficiales. Se trató de casos positivos que llegaron desde otros lugares. De acuerdo al protocolo establecido por las autoridades de salud, estas personas fueron aisladas para evitar la propagación del virus. O es lo que nos dijeron. Circula información de una persona que afirma llegó de España y ahora, dos semanas después, presenta síntomas como altas temperaturas y dificultad para respirar. Dice haber llamado a los números de teléfono dispuestos para ciudadanos que ameriten atención sanitaria y no haber recibido ayuda.
Por primera vez en lo que va de siglo y en mucho tiempo que recuerde, un mismo evento pone prácticamente de rodillas a todos los países del mundo. Claro, no todas las rodillas son iguales. Se ha declarado cuarentena desde la Argentina hasta Rusia, muchas naciones han impuesto el toque de queda en horas de la noche, como en mi país, aunque, en algunas barriadas, jóvenes y no tan jóvenes insisten en un comportamiento irresponsable y chabacano, alegando que «de algo hay que morirse» y que la «cosa no es para tanto». Mientras, Estados Unidos, en la voz de su presidente, alega no poder detener su economía, al tiempo que los casos positivos en Nueva York solo aumentan y aumentan. Entre posturas y actitudes individualistas, la situación se presenta difícil. Puede que a los más de diez mil infractores del toque de queda en mi país, la cultura isleña de la que se sirven les salga cara, ya que todos los detenidos son llevados a cuarteles de la policía, y siendo que estamos llamados a mantener distancia, resulta insensato amotinar detenidos por un lapso de más de catorce horas para luego ser puestos en libertad sin algún tipo de control sanitario in situ ni posterior.
De una u otra forma, el virus del momento nos obliga a poner en perspectiva nuestro estilo de vida. La cultura de consumo ha quedado expuesta, así como la forma en que priorizamos las necesidades y derechos humanos. En parte de mi América, las deficiencias del sector salud han quedado desnudas de forma espantosa, tanto que de no tomarse medidas extremas, y aquí me refiero exactamente a República Dominicana, abril será un mes para recordar por sus muertos. Al día en que redacto estas líneas ya contamos 1.745 casos confirmados y 82 fallecidos, entre ellos la talentosísima y querida diseñadora dominicana, Jenny Polanco y el escritor René Rodríguez Sorieano, quien, aunque falleció en un hospital de Houston, se habría contagiado mientras asistía a una actividad literaria celebrada en el país. Vale destacar que varias ciudades al interior no reportan un solo caso.
Desde la corta distancia que suponen las redes sociales, hemos estado al tanto de lo que sucede en Italia y España. Personalmente tengo amistades en ambos países y me he comunicado con ellos para saber cómo están y dar algo de apoyo en medio de la incertidumbre que significan estos eventos. Sin embargo, hasta hace poco para muchos de mis paisanos el Covid-19 era algo lejano, quizá influido por la propia dejadez del Gobierno para tomar medidas drásticas, como decretar el aislamiento social y habilitar las instalaciones sanitarias pertinentes para la pandemia, o la de suspender vuelos desde países con altas tasas de casos, algo que no sucedió sino hasta el quince de marzo, a pesar de contar con un paciente en observación proveniente de Italia, así como el caso de una dominicana que llegó desde el mismo país y dio positivo al virus, por citar solo dos casos, En este punto, las autoridades sanitarias insistían en que los 11 casos registrados a esa fecha eran importados, es decir, que habían venido de otro país, como les dije líneas arriba. Sin embargo, no hubo garantías de que esos 11 casos estarían efectivamente aislados y no serían foco de contagio, como efectivamente terminó ocurriendo.
La misma conducta relajada se observó en una boda celebrada en Punta Cana, misma a la que asistieron 500 invitados, muchos de ellos provenientes de España. La actividad se realizó poquísimos días antes de que el Gobierno tomara las medidas de aislamiento y suspendiera los vuelos y cruceros. La boda fue objeto de grandes críticas y censura en las redes sociales y medios noticiosos, debido a que, tal y como apunta un importante diario de circulación nacional «(…) los presentes se burlaban del Covid-19, ya que vistieron a camareros como si fuesen enfermeros que servían los tragos de alcohol en jeringas». En lo personal, considero el gesto de pésimo gusto y ausente de toda empatía, tomando en cuenta lo que ya venía sucediendo en otros países, a pesar de que los organizadores simplemente continuaron con su agenda más allá de los riesgos que esta pudiera suponer, amén de que no estaban violando ninguna orden sanitaria oficial. Como toda acción que trae una reacción, hijos de figuras políticas y muchas otras personas presumiblemente resultaron contagiadas en esa actividad.
Sin embargo, todo parece surreal hasta que fallece el familiar de alguien conocido, o cuando un amigo muy querido está enfermo y presenta un cuadro pulmonar complicado, o al fallecer una de las mujeres del mundo de la moda local más queridas y admiradas, como pasó con Jenny Polanco.
Y para no perder el espíritu isleño, en una de las emisoras locales suena cada dos por tres un merengue movidísimo instruyendo y orientando a la ciudadanía. En mi caso, no fue hasta la tercera vez que lo escuché que supe que se trabaja del virus. Definitivamente he debido venir de otro lugar de la galaxia, porque no comparto la algarabía del spot publicitario en medio de toda la crisis social, sanitaria y económica que desnuda esta pandemia.
Situaciones como las que acontecen actualmente sacan lo mejor del ser humano, nos permiten valorar lo necesario y replantearnos comportamientos que no son lo mejor para la especie; pero no nos engañemos, en medio del pánico y la incertidumbre mal gestionados, también sale lo peor, llegamos a exhibir comportamientos egoístas, aberrantes y dañinos.
La incertidumbre no deja de ser necesaria para el ser humano. Vivir en certidumbre no nos llevaría a la conquista de nada. Falta mucho, o eso parece, para conocer qué tanto tiempo queda para que todo esto acabe. Sobre los decesos a futuro solo disponemos de proyecciones y depende mucho de las medidas que los gobiernos tomen y del compromiso responsable de cada uno. Mientras, la tierra descansa de su depredador número uno: los humanos.