Hoy se considera que el Partido Demócrata, de los Estados Unidos, es un partido progresista, quizá ese es su mejor rasgo, en el escenario político electoral norteamericano por los ataques que recibe de los miembros y activistas políticos del Partido Republicano, y del propio Presidente Donald Trump, que lleva sus ataques a calificarlo como un partido de «izquierda», «socialista», tratando de identificarlo como «comunista», que no lo es.
No siempre el Partido Demócrata fue reformista o progresista. En sus inicios fue un partido «conservador» y “populista” con apoyo en las zonas rurales y sureñas de los Estados Unidos. En el siglo XIX, fundado a mediados de ese siglo, no fue abolicionista.
Hacia la década de 1930 estos sectores «conservadores» dentro del Partido Demócrata empezaron a ser desplazados, con motivo de los efectos de la Gran Crisis Económica, o la Gran Depresión en los Estados Unidos, de finales de la década de 1920 e inicios de la década de 1930, que importantes efectos mundiales tuvo, por las políticas, especialmente que impulsó el presidente Franklin D. Roosevelt, entre 1932 y 1938, para enfrentar la crisis interna de la Gran Depresión, la crisis financiera, la pobreza y el desempleo, las quiebras de miles de pequeñas empresas, para estimular la economía norteamericana, impulsar su crecimiento y desarrollo, para lo que tuvo que impulsar una política intervencionista de Estado en todos los órdenes que le era posible de la economía y política de los Estados Unidos.
Dentro de estas políticas impulsó reformas bancarias, ayudas sociales, atención a los desempleados, estimuló programas agrícolas, estimuló el fortalecimiento de los sindicatos con una serie de leyes, impulsó una ley de seguridad social. Estas leyes de seguridad social, venían dándose en Alemania desde finales del siglo XIX y a partir de 1919 las impulsaron los países que firmaron el Pacto de Versalles, al terminar la Primera Guerra Mundial. Toda su acción pública se veía como una gran Reforma Social, que tuvo fuertes encontronazos y frenos, incluso institucionales y judiciales en Estados Unidos.
Era la época de desarrollo de la Revolución rusa, en 1917, y de la Unión Soviética, a partir de 1921, y de su Plan Quinquenal, como un modelo alternativo al capitalismo, junto al desarrollo de la III Internacional Comunista, desde 1919 hasta 1935, que impulsaba la creación de partidos comunistas en diferentes partes del mundo, y era la época de desarrollo del fascismo en Italia, desde 1920 y del nacional socialismo en Alemania, desde finales de la década de 1920, cuando aparece Hitler y ya gobierna a partir de 1933, e inicia su expansión europea a partir de 1939, provocando la II Guerra Mundial. En esa década se da la II República Española y la Guerra Civil de España, como antesala de enfrentamiento entre las fuerzas socialistas y fascistas y antesala de la II Guerra Mundial. La crisis mundial de 1929 no afectó a la Unión Soviética, de manera que la imagen de ella era casi la del «derrumbe» del sistema capitalista frente al sistema socialista.
Las reformas que impulsó Roosevelt fortalecieron la democracia de Estados Unidos. Con el Wagner Act hizo a los sindicatos poderosas organizaciones de trabajadores, que durante la década de 1940, en el contexto de la II Guerra Mundial, le dieron su apoyo al Partido Demócrata, y con los sindicatos una serie de pequeños partidos de trabajadores, que también se sumaron en ese apoyo, diluyéndose en él. De allí esa imagen del Partido Demócrata como un partido político más cercano a los trabajadores que el Partido Republicano, a pesar de que en las elecciones del 2016 los grupos organizados de trabajadores más se volcaran en apoyo a Donald Trump que a Hillary Clinton, y hace que, todavía, Trump alardeé en este sentido hacia las elecciones de noviembre del 2020, por las políticas suyas que han hecho disminuir la tasa de desempleo, y que han dinamizado la economía interna.
De las políticas del New Deal todavía existen en Estados Unidos instituciones poderosas e importantes como la Federal Deposite Insurance Corporation, la Federal Housing Administration, la Tennese Valley Authority, el Social Security System, la Security and Exchange Commission, el Civilian Conservation Corps, la National Labor Relations Board, la Fair Employment Practices Commission. Un punto importante de sus políticas sociales fueron las políticas de jubilaciones o pensiones, y de salarios, así como las de ayudas sociales. Impulsó políticas integracionistas racialmente, prohibiendo la discriminación de negros, mujeres y minorías, mucho antes de los Movimientos por los Derechos Civiles, de la década de los 60.
El New Deal simbolizó el «nuevo trato» para el pueblo norteamericano. No fue una bandera política ideológica, fue una implementación de medidas y de acciones políticas prácticas. Roosevelt se hizo acompañar de liberales brillantes, algunos cercanos a la planificación estatal, y de personas que supieron revalorar la moral de los estadounidenses, golpeada por la crisis.
De esta época emerge la idea del Estado del Bienestar, the Welfare State. Roosevelt había empleado el concepto de «reforma» para destacar sus políticas y en cierto modo a su Gobierno. La derecha política atacó al New Deal como una «forma degenerada de socialismo y de degradación del capitalismo», y otros, a la izquierda política, lo consideraban «conservador».
Después de la II Guerra Mundial, de la creación, al impulso de Roosevelt, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del Plan Marshall para la reconstrucción europea, como en sus efectos del Play Clayton y el Plan Truman para América Latina, junto al desarrollo del socialismo a escala mundial, con el surgimiento del Sistema Mundial Socialista, después de 1945, en el seno de la política electoral de los Estados Unidos estas tendencias «reformistas» y «conservadoras» se acentuaron.
Hoy mismo, como reacción a Trump, han surgido los Demócratas Socialistas de América, el DSA, ¿socialdemócratas clásicos?, a quienes califican negativamente de «socialistas», a secas, con todo lo que eso puede significar en la cultura norteamericana, presentando candidatos a diputados y a gobernadores, dentro de las listas del Partido Demócrata, destacando entre sus dirigentes Alexandria Ocasio-Cortez y Joe Crowley.
El DSA viene de las tradiciones de la izquierda norteamericana. Este grupo es más un movimiento social que una corriente política, por ahora, dentro del Partido Demócrata. No se plantean acabar con el capitalismo. Tampoco la socialdemocracia internacional pretendía acabar con el capitalismo ni con los sistemas capitalistas donde actuaba con sus partidos políticos. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) hasta hace pocos años se identificaba como un partido marxista, término que fue eliminado de sus documentos doctrinarios y políticos.
El Senador Bernie Sanders, quien se define como un «demócrata socialista», no pertenece a esta tendencia de «Demócratas Socialistas de América», ni se ubica dentro de corrientes políticas «marxistas», correspondiendo más su origen a lo que conocemos como socialdemócratas antimarxistas, aun cuando podamos entender que el marxismo es tan solo una forma, un método, de análisis de la realidad social y política para actuar sobre ella.
Para Sanders sus banderas principales son la salud universal, el Medicare for all, y la educación universitaria gratuita, su lucha es contra las grandes corporaciones y multinacionales, es por reducir la desigualdad social inmensa que hay en Estados Unidos con mejor distribución de la riqueza, es para dar garantías federales de empleo para todos, impulsar el salario mínimo de 15 dólares la hora y que el movimiento sindical se duplique en afiliación durante su gobierno, y para hacer renovable todo el sistema de energía de los Estados Unidos, legalizar la marihuana, igualar salarios de hombres y mujeres en todos los trabajos, defender el derecho al aborto, no hacer guerras sin autorización del Congreso, apoyar la diversidad, la migración, el laicismo y el secularismo, la defensa de los derechos reproductivos, el matrimonio igualitario, la libertad de religión, la lucha contra la violencia por motivos de género.
Su identificación con la socialdemocracia se da cuando la socialdemocracia internacional ha bajado sus banderas sociales, que son importantes en boca de Sanders, con sus limitaciones, dentro de la sociedad norteamericana, polarizada por el conservadurismo y el pensamiento de derecha de Donald Trump y lo que él y el Partido Republicano significa y proyecta.
Con Sanders lo que se levanta en el Partido Demócrata es el socialismo democrático, que tiene una fuerte raíz en el sector cultural progresista y de la izquierda de este partido.
Si Sanders sale victorioso revitalizará el concepto de «izquierda» en Estados Unidos, de «izquierda democrática», de «socialdemocracia», y de «socialismo» en general, pero nada de ello tendrá que ver con el socialismo clásico, el llamado socialismo científico. Junto a Sanders, la senadora Elizabeth Warren, es la otra representante, de estas tendencias «progresistas», «socialistas» en la carrera presidencial del Partido Demócrata.
Sanders y Warren como binomio en la papeleta presidencial podrían ponerle más acento a estas tendencias progresistas y reformistas en la política nacional, y en cierta manera internacional, de los Estados Unidos. Pero está por verse todavía.
Las reformas de la época de Roosevelt son las que aún pesan, en la baja cultura política de los Estados Unidos, para calificar al Partido Demócrata de «izquierda», o de «socialista». En ello contribuyó que, a partir de la década del 60, apoyaron más las políticas de integración y de abolición de las políticas segregacionistas raciales, quitándole esta bandera al Partido Republicano, que en época de Lincoln fue el que impulsó la abolición de la esclavitud.
Hasta ahora este «izquierdismo» verbal en el discurso de algunos de los candidatos demócratas que disputan la candidatura presidencial, no garantiza triunfo alguno. Esto tenderá a definirse más cuando haya ya un candidato del Partido Demócrata, y definirá más si ese candidato es Bernie Sanders. Allí se pondrá a prueba el propio Partido como maquinaria electoral, con la organización electoral, con las movilizaciones, con los debates, con el arraigo local que pueda despertar, con los sectores sociales que le den apoyo en todos los Estados Unidos.
El estigma negativo, como anatema político, de la izquierda, del socialismo, en los Estados Unidos está muy arraigado aún en la cultura y cívica norteamericana para hacer de la campaña electoral un enfrentamiento de izquierda — derecha, que además no es un enfrentamiento de «socialismo» versus «capitalismo». Esta será una lucha entre dos partidos políticos, el Demócrata y el Republicano, que son partidos pro capitalismo, como sistema económico y sistema político, que están por fortalecer el papel de los Estados Unidos en las relaciones internacionales y en los procesos de la globalización mundial. Su distinción fundamental será la de las políticas de gobierno internas, como suele ser hoy, en todos los procesos electorales de la inmensa mayoría de países. Sus rasgos de política exterior estarán determinados por la importancia y el valor estratégico de sus intereses económicos y geopolíticos.
Desde 1900 hasta hoy ha habido en Estados Unidos 12 presidentes del Partido Republicano y 8 del Partido Demócrata. Los Presidentes elegidos por el Partido Demócrata han sido Woodrow Wilson, de 1913 a 1921, Franklin Delano Roosevelt, de 1933 a 1945, Harry S. Truman, de 1945 a 1953, John Fitzgerald Kennedy, de 1961 a 1963, Lyndon B. Johnson, de 1963 a 1969, Jimmy Carter, de 1977 a 1981, Bill Clinton, de 1993 al 2001 y Barak Obama del 2009 al 2017. De los últimos 120 años de vida política en los Estados Unidos, el Partido Demócrata ha gobernado 56 años. Visto así, los presidentes nominados por el Partido Republicano han ejercido el mayor dominio de la vida política y del Estado norteamericano, 64 años.
La naturaleza del Estado, de las políticas y del sistema económico político de los Estados Unidos con todos ellos ha mantenido cohesión, unidad de propósitos, políticas comunes internacionales. Hasta ahora en los debates de los precandidatos presidenciales del Partido Demócrata no hay nada que los distinga de estos ejes, con Trump. La distinción está en las políticas internas de tipo social. El capitalismo como sistema económico, político y de vida en los Estados Unidos no está en juego en estas elecciones. Con cualquier presidente que llegue, de cualquiera de los dos partidos, el capitalismo proyectará su vida.
Lo que se puede aspirar y desear es que haya un futuro Presidente de los Estados Unidos progresista, reformista y no uno conservador. Ese es el escenario que estamos viendo.