Hace exactamente un año, en enero de 2019, publicamos en este mismo medio un artículo titulado América Latina: desafíos a la democracia. Tras doce meses realmente frenéticos en la esfera política, queremos ahora analizar nuevamente los desafíos que enfrenta la democracia en América Latina, teniendo en cuenta los recientes sucesos tanto a nivel global como regional. Si en el artículo del año pasado nos basábamos en los datos recogidos durante el período 2015-2017, en el presente partimos de lo acontecido en el lapso 2018-2019. En ambos casos, el análisis se sustenta en los dos estudios de IDEA: El estado de la democracia en el mundo, 2017 y El estado de la democracia en el mundo, 2019.
I. El estado de la democracia en el mundo
En su informe sobre El estado de la democracia en el mundo 2019, el estudio más completo existente, IDEA analizó 158 países, subdivididos en seis regiones: África, América Latina y el Caribe, América del Norte, Asia y el Pacífico, Europa y Oriente Medio. Y elaboró 97 indicadores para medir resultados en cinco áreas:
a) gobierno representativo,
b) derechos fundamentales,
c) controles sobre los gobiernos,
d) imparcialidad de la administración y .
e) participación.
Entre sus conclusiones globales destacan:
«El número de democracias sigue aumentando. El mundo es más democrático que nunca. La proporción de países no democráticos se ha reducido a menos de la mitad desde 1975 (el 68 por ciento de los países en 1975 frente a solo el 20 por ciento en 2018). El desempeño democrático y la calidad de muchas de las democracias de la tercera ola sigue siendo bajo; y la proporción de democracias débiles va en aumento».
«En 2018, la mitad de las democracias del mundo sufrieron una erosión con declives en al menos un sub-atributo de la democracia, y en el 15 por ciento de ellas se registraron declives en tres sub-atributos o más».
«Los aspectos de la democracia que han registrado los menores avances en las últimas cuatro décadas son los relativos a la reducción de la corrupción, el avance en la Igualdad de Género, el aumento de Igualdad entre los Grupos Sociales y el fortalecimiento de la Independencia Judicial».
«Entre los factores políticos que alientan la movilización populista se cuentan la crisis de representación de los partidos políticos tradicionales; el descenso del número de miembros de los partidos; y el aumento de la conciencia política y la movilización de la clase media desencantada por la percibida ineficacia de la democracia. Otros factores son la transformación y la desintegración de la cultura política debido al creciente individualismo; y la fragmentación y la polarización de la esfera pública, intensificadas por el surgimiento de las nuevas tecnologías y las redes sociales».
Para America Latina, el estudio de IDEA sugiere los siguientes factores de riesgo:
a) Pérdida de Independencia del Poder Judicial. Los retrocesos mayores
habrían ocurrido en República Dominicana, Haití, Cuba, Nicaragua,
Ecuador y Venezuela.
b) Limitado Acceso a la Justicia. En el periodo 2012-17 se detectan
mayores regresiones en cuatro países: Brasil, República Dominicana,
Haití y Venezuela.
c) Restricciones a la Libertad de Expresión. Seis países retroceden, en
particular: Venezuela, Nicaragua, Panamá y Brasil.
d) Baja representatividad de los Gobiernos elegidos. Cuatro países
retroceden en la limpieza de sus elecciones y seis muestran
restricciones a la libertad de los partidos. La principal caída se registra
en Venezuela.
II. Riesgos para la democracia en América Latina
Muchas de las falencias actuales continuarán y emergerán nuevas. Por tanto, es necesario efectuar un seguimiento permanente para medir la efectividad de las políticas adoptadas y anticipar los nuevos retos.
A futuro, se deben tener presente los siguientes hechos:
La preferencia por la democracia desciende (de 60% a 48% entre 2010 y 2018, Latinobarómetro, encuesta 2018).
La pobreza disminuyó entre 2002 y 2014 (de 46 a 28,5%), luego se estancó y ahora remonta en 2020 (29,8%). (CEPAL, Panorama Social de America Latina, 2019).
El crecimiento apenas superaría el 1,0% en 2020 (CEPAL, Proyección Crecimiento de ALC 2019-20, nov 2019).
La movilización social está adquiriendo niveles sin precedentes. Ella es una expresión ciudadana cuando las personas no encuentran respuesta a sus problemas por la via institucional, son postergados, excluidos y las personas no perciben respaldo de los gobiernos. Y está cambiando de forma.
De la movilización encabezada por organizaciones sociales organizadas y líderes conocidos se ha evolucionado explosiones sociales sin conducción ni liderazgo, un «individualismo de masas». También ha cambiado la actitud ante las policías. No temen a la policía ni a los militares, no han vivido los niveles de miseria y represión de las generaciones anteriores. Los manifestantes no huyen, se enfrentan. Las técnicas policiales no funcionan, lo que estimula actitudes de rebelión y violencia, Es un fenómeno mundial.
Algunas causas de la intensificación de las movilizaciones y explosiones sociales son:
- Aumento de la conciencia social y rechazo a la elevada desigualdad.
- Vulnerabilidad de sectores medios, y precariedad de los que se
hallan en pobreza y reclaman protección social.
- Expectativas se elevan, alentadas por las tecnologías de
comunicación y el mayor nivel educacional.
- Estado carente de capacidades suficientes para satisfacer las
demandas sociales, especialmente bienes públicos, generando
frustración.
- Brecha entre elite y ciudadanía, pérdida de legitimidad y
desconfianza en las instituciones. Desborde y marginación de los
partidos políticos.
- Protagonismo de nuevas generaciones nacidas en democracia, que
aspiran a más oportunidades, mayor movilidad social y menos
abusos.
- La violencia interna persiste y puede crecer. Altas cifras de homicidios,
crimen común, narcotráfico, pandillas. Y ahora se anticipa la acción de
grupos violentos, que destruyen bienes públicos y causan temor, y que
operan escondidos en las amplias movilizaciones sociales.
Todos estos fenómenos harán más difícil la gobernabilidad y exigirán de más habilidad de los dirigentes y funcionarios, y de mayor coordinación interinstitucional, con participación ciudadana. Los movimientos sociales sacuden pero no gobiernan. Las movilizaciones y protestas son pasajeras, están conformadas por grupos diversos que expresan distintas demandas, o son convocadas por redes sociales sin que aparezca uno o varios líderes que las conduzcan. Pero crean condiciones nuevas para impulsar reformas prioritarias. Abren las conciencias, y corren las fronteras de lo posible. Y es tarea de los partidos recoger esas aspiraciones y desarrollar programas para corregir e innovar, con inclusión. Si no se atienden a tiempo las demandas, en un dialogo social, un país puede ingresar a una etapa de deterioro político y decadencia social.
La crisis de la democracia representativa, entonces, puede desembocar en una regresión democrática (regímenes híbridos), o en una situación de anomia (vacío político y Estado fallido), u ocasionar la irrupción de gobiernos populista-autoritarios.
III. Cómo fortalecer la democracia: cuatro grandes tareas
Para aumentar la resiliencia democrática se deben encarar 4 desafíos mayores:
Desafío Político institucional
La crisis de representatividad conlleva mayor protesta y movilización social, y desafía la gobernabilidad democrática. Urgen reformas para encauzar institucionalmente las demandas sociales por mayor igualdad y participación. La democracia latinoamericana requiere entonces hacer realidad los derechos económicos y sociales para que todos los ciudadanos puedan ejercer de verdad sus derechos políticos.
Las transformaciones institucionales son prioritarias, y ellas deben materializarse en el marco del Estado de Derecho. Las nuevas normas legales deben surgir a través de las reglas existentes.
Entre las principales políticas públicas cabe destacar:
Nuevas formas de participación y consulta. A nivel regional, local o sectorial la democracia se debe ejercer de manera más directa, pudiendo los ciudadanos votar para decidir y resolver problemas. También se debe fortalecer la sociedad civil. Las redes sociales y las nuevas tecnologías de comunicación permiten realizar consultas y entregar información. Son además un instrumento para la educación ciudadana.
Instituciones para el diálogo social. Crear nuevos mecanismos como los consejos económico-sociales y ambientales, con participación de los principales actores de la sociedad civil.
Reforma del Estado para gobernar sociedades complejas. El aparato público debe ganar eficiencia para entregar bienes públicos de calidad. Los aparatos estatales de America Latina deben redefinir sus funciones y ampliar sus capacidades para reducir la desigualdad, cambiar la estructura productiva, impulsar el avance tecnológico, coordinar a los actores públicos y privados, y prevenir y mitigar los efectos del cambio climático.
Fortalecimiento de los partidos políticos, estrechar los vínculos con las organizaciones sociales, e innovar las formas de interacción entre partidos y movimientos sociales. También los partidos deberán articular coaliciones, otorgar formacion política a sus miembros y elaborar buenos programas de gobierno.
Luchar sin tregua contra la corrupción, El Estado necesita elevar su capacidad de fiscalización y supervisión, establecer estándares de transparencia. El cumplimento de esta meta requiere un cuerpo de fiscales autónomos, una justicia independiente y una prensa libre de amenazas.
Instancias de anticipación, exploración de escenarios, y diseño de estrategias de largo alcance, con participación y deliberación ciudadana amplia. La prospectiva contribuye a gestar visiones compartidas y cohesión social.
Afianzar la seguridad ciudadana, el combate al crimen y la violencia.
La democracia necesita de orden público, sustentado en el respeto de los derechos humanos, policías bien formadas, y con capacidad de inteligencia para prevenir. La seguridad ciudadana es un factor esencial para la convivencia y legitimidad democrática y es condición necesaria para materializar las grandes reformas sociales y políticas. El orden interno no debiera recaer en los miliares.
Desafío económico
El buen manejo macroeconómico, el cambio de la estructura productiva, y la sustentabilidad social y ambiental, son tres requisitos copulativos para afianzar la gobernabilidad democrática. La concentración del ingreso y la riqueza en medio de una pobreza que supera el 30% de la población compromete seriamente el avance democrático.
El equilibrio fiscal exige reformas tributarias que eleven los ingresos fiscales para financiar el gasto social. El Estado debe ampliar su capacidad de proveer bienes públicos universales, de calidad, especialmente en salud, educación, pensiones, vivienda y seguridad.
El aumento de la productividad implica incrementar la educación técnica, capacitación de los trabajadores, investigación, innovación y emprendimiento. También la expansión de la Infraestructura, energías renovables, digitalización y asociaciones público-privadas para generar mayor valor agregado. El progreso social no puede sostenerse con tasas decrecimiento bajas. En la sociedad del conocimiento no basta con la explotación de recursos naturales, se debe apuntar la innovación, la investigación y la formacion de capital humano avanzado.
El cambio tecnológico destruirá empleos rutinarios de menor calificación. Los países necesitan lanzar grandes planes de alfabetización digital y también de protección social para ayudar en la transición hacia los nuevos empleos.
El impacto imparable del cambio climático requerirá acciones enérgicas para incrementar el uso de energías renovables, racionalizar el consumo de agua, ahorro y reciclaje de productos escasos o contaminantes, reforestación, transporte público eléctrico. Ello será posible y rápido si participa la comunidad.
La coordinación publico privada. El Estado debe impulsar iniciativas con empresas, universidades y trabajadores para acometer proyectos de innovación, políticas pro pymes, responsabilidad social empresarial y anticipar los efectos del cambio tecnológico.
Desafío de Cohesión Social
La democracia se profundizará si se alcanza una mayor cohesión social. Sin acciones públicas poderosas, la desigualdad irá en aumento por la globalización y el cambio tecnológico. America Latina deberá superar un doble obstáculo: desigualdad y lento crecimiento. Para encara este dilema será necesario asumir la responsabilidad de poner en práctica:
Políticas sociales potentes que abran acceso a una educación y salud, de calidad para todos y organizar un sistema de pensiones capaz de proteger a los sectores de menores ingresos.
Priorizar la creación de nuevos empleos en sectores que requieran habilidades de digitalización y programación.
Analizar La idea de un Ingreso Básico Universal y un Nuevo Pacto Social, ante los riesgos de despido por robotización e inteligencia artificial
Entender que la percepción de la desigualdad trasciende lo material, Y nace de los abusos y discriminaciones que atentan contra la dignidad Superarlo exige buen trato y respeto a cada ciudadano y ciudadana.
Priorizar el cambio climático. La sequía, escasez de agua, incendios, elevación de nivel del mar, afectará en mayor medida a las familias más pobres.
Desafío cultural
A la par con los cambios políticos, tecnológicos, climáticos el mundo verá evoluciones aceleradas de comportamientos, valores y aspiraciones. La velocidad de propagación y amplitud de las informaciones y de ideas generarán nuevas realidades que los gobiernos y partidos políticos demoran en captar e interpretar. Ya no bastan los análisis y comentarios de economistas y cientistas políticos para diagnosticar y proponer nuevas políticas. Será indispensable contar con la opinión sistemática de los propios afectados, y también de expertos en otras disciplinas, como filósofos, psicólogos e historiadores que ayudaran a comprender mejor los cambios de comportamiento.
El movimiento de las mujeres por la igualdad de derechos asumirá creciente gravitación. La mayor presencia de mujeres en funciones de gobierno y parlamentarias, en directorios de empresa es una necesidad para afianzar la democracia. Asimismo, son prioritarias las medidas para intensificar la educación de párvulos, el cuidado de niños en etapas de primera infancia, para liberar tiempo de las madres que realizan un trabajo complementario.
Los jóvenes exigen cambios más acelerados. Las nuevas generaciones, nacidas en democracia, sin temor y con mejores niveles de educación, no se resignan a la desigualdad de oportunidades. Elevar la cobertura de la educación terciaria técnica, desarrollar habilidades digitales, crear programas de capacitación para toda la vida satisfarán mejor las expectativas y mejorarán la productividad y el crecimiento económico.
Valorar lo público y las actitudes solidarias es un cambio cultural que morigera el impulso individualista. Los desafíos futuros de inclusión social y cambio climático obligan a desplegar la colaboración, respetar la diversidad y las libertades individuales y promover la convivencia e identidad de toda la comunidad.
Una firme posición en favor de la laicidad y la separación de la religión y la política es básico para alentar, la tolerancia y el espíritu republicano. La expansión de grupos religiosos conservadores puede obstruir la necesaria deliberación, tolerancia y pluralismo esenciales para la democracia.
La educación para la democracia, desde la escuela, exige cambios curriculares y la formacion de profesores que sepan inculcar los valores de la tolerancia y el pluralismo, la deliberación razonada y el respeto a la diversidad. El conocimiento de la historia también ayuda a transformar la sociedad por caminos pacíficos, y el rechazo a la violencia.
El ejemplo de los políticos tiene alto valor educativo. El ejercicio de sus funciones con transparencia, coherencia entre lo que dicen y hacen, con probidad y vocación de servicio público, son indispensables para contribuir a un cambio cultural que mejore la convivencia basada en la justicia, la igualdad y el respeto.
IV. El Buen Gobierno
Muchos ciudadanos atribuyen al sistema democrático las falencias del mal gobierno. Los errores de conducción, la ineficiencia, la corrupción, las promesas falsas, y también el alejamiento de la gente, no se deben a falencias del sistema democrático. Sino a las falencias del ejercicio del poder por gobiernos elegidos democráticamente.
Con frecuencia, las falencias surgen de fallas de quienes gobiernan, su débil capacidad de diseñar políticas e implementarlas, la insuficiencia de consultas y diálogo, la opacidad y ausencia de un relato, de comunicación y explicación de lo que se hace , que haga sentido a las personas. Mejorar la legitimidad democrática necesita que se gobierne bien, sin improvisación, con consultas ciudadanas y mayorías políticas.
Los países latinoamericanos disponen de escasas escuelas de gobierno, mientras abundan las escuelas de negocios. América Latina carece de suficientes personas bien formadas política y técnicamente para asumir las funciones de gobierno. Formarlas es una prioridad. A medida que se torna más difícil gobernar, y se requiere de nuevas instituciones, se necesitarán mejores partidos, con buenos programas y personal político técnico bien formado. Las nuevas generaciones están mejor educadas, y deberán ser estimuladas y atraídas para asumir responsabilidades públicas.
La democracia se fortalece con mayor deliberación y educación. Los espacios organizados para el debate abierto de nuevas ideas serán prioritarios, a fin de converger y evitar la fragmentación.
Gobernar bien exige empatía de los líderes con los ciudadanos. No basta pregonar eficiencia y crecimiento, sin compromiso real por proveer servicios de salud, educación, vivienda, pensiones a los excluidos, y lograr su progresiva inclusión.
La distancia, la arrogancia, el menosprecio o la pretensión que el mercado y el crecimiento resuelven los problemas sociales, acentúa el distanciamiento de la “elite “con la gente, aumenta la desconfianza y se socava la democracia representativa. La empatía, sentida por las personas, y la atención de verdad a sus problemas críticos es de la esencia de un Buen Gobierno.