No es mi costumbre inundar con buenos propósitos e intenciones a todos y para todos en las noches del 24 y el 31 de diciembre.
En primera instancia porque la fecha del nacimiento de Jesús de Nazaret se desconoce a ciencia cierta. Es falso decir que nació la noche del 24 de diciembre hace 2019 años.
Esa noche correspondía a la culminación de la celebración de las Fiestas Saturnales o Saturnalia, en latín, que se celebraban en la Roma imperial o Roma precristiana (fueron introducidas alrededor del año 217 a. C. para elevar la moral de los ciudadanos romanos después de una derrota militar sufrida por el Imperio romano ante los cartagineses en la batalla del lago Trasimeno) en honor al dios Saturno.
Lo interesante es que, el punto culminante de la celebración consistía en un sacrificio en el Templo de Saturno (en lo que se conocía como el Foro Romano) con un gran banquete público, seguido por un intercambio de regalos, continuo festejo y un ambiente de carnaval en el que se producía una relajación casi total de las normas sociales, por lo que el poeta romano Catulo lo llamó «el mejor de los días».
La fiesta era tan apreciada por el pueblo romano que de forma no oficial se festejaba a lo largo de siete días, del 17 al 23 de diciembre. Y a partir de esa última fecha (23 de diciembre), la cosa se pone más interesante, pues, a la luz de las velas y las antorchas encendidas, los ciudadanos romanos celebraban el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz.
Era la celebración del Sol Invictus («Sol invicto» o «inconquistado») y fue un culto religioso hacia la divinidad solar iniciado en el Imperio romano tardío. O sea, muy antiguo y, por ende, muy recordado y tradicional.
Pero eso no es todo, el Día o Festival del Nacimiento del Sol Inconquistado (Dies Natalis Solis Invicti en latín) iniciaba a partir del final del solsticio de invierno (el 21 de diciembre) cuando los días empezaban a hacerse más largos indicando que «nacía un nuevo sol» que vencía a la oscuridad. Y adivinen: este Festival finalizaba el 25 de diciembre con la entrada del Sol en el signo de Capricornio en el solsticio de invierno.
¿Coincidencia?¡Quizás! Pero observen que fue en el año 274 cuando el emperador Aureliano convirtió en oficial el culto al Sol Invictus, junto a las otras tradiciones romanas. Y el culto fue favorecido por los emperadores subsiguientes, al punto de que fueron acuñadas monedas en su honor, hasta la llegada de Constantino I.
Sí, ese mismo Constantino I que fue el primer emperador en detener la persecución de los cristianos y legalizar el cristianismo con el Edicto de Milán del año 313. Ese mismo Constantino I que facilitó la convocatoria del Primer Concilio de Nicea en año 325, mismo que produjo la declaración de la creencia cristiana conocida como el Credo de Nicea.
Yo en lo personal no creo en tanta coincidencia. Pero sí creo en la conveniencia de montar un Imperio en base al control político y religioso. Precisamente controlando la política con una nueva religión que destruyera las bases de la antigua. Para asentar su poder político como Emperador de los Romanos y de paso también como Padre de la Iglesia ortodoxa, de las Iglesias ortodoxas orientales y de la Iglesia católica bizantina griega como san Constantino.
En segunda instancia, o primera, dependiendo del punto de vista de cada quien, siempre he rechazado la hipocresía, en especial la de Fin de Año, cuando la gente promete esto, lo otro y lo del más allá. Y nada de eso cumple o tiene la intención de cumplir. Por eso, yo no prometo nada. Y sólo me propongo, como propósito de Fin de Año, lo que sé que puedo cumplir. Como lo es desenmascarar a los demagogos políticos y religiosos en mi país.
Pero este año tengo una propuesta para ustedes, que sé que la podrán cumplir si se lo proponen. La propuesta es: ¡luchen por mejorar su comunidad, su medio ambiente, por disminuir un poco el devastador efecto del cambio climático y la contaminación ambiental!
¿Cómo? Reciclando, consumiendo menos, no desperdiciando, siendo eficiente.
Pero, sobre todo, denunciando públicamente y ante sus representantes políticos y religiosos, a los corruptos y criminales que cometen crímenes contra el ambiente, por pura mezquindad y avaricia, en busca del beneficio propio.