Pedro Sánchez tuvo a lo largo del verano una maravillosa oportunidad de formar un Gobierno, de coalición o no, con tintes progresistas. Un Gobierno que hubiera podido meter en vereda a Vox y Ciudadanos y minimizar su subida, y un Gobierno que hubiera podido reducir al PP de Casado a la total intranscendencia política.
Ahora el escenario es muy diferente, con las elecciones del 10 de noviembre, encontramos un ala derecha de la política española completamente revitalizado, empezando ya la (pre)campaña y deseando cazar la presa que se les escapó hace unos meses. El peligro de tener a Vox, ya no en el Gobierno, si no con influencia política es más real que nunca y más tras demostrar el PSOE y Unidas Podemos que no han sido capaces de entenderse y que no son, bajo ningún concepto, garantes de la estabilidad política de España.
Mirando atrás, como era de esperar, existe la corriente mediática impulsada desde el PSOE de responsabilizar y culpabilizar a UP del reiterado fracaso de las negociaciones. La verdad es que desconozco si realmente Pablo Iglesias y los suyos se subieron a las ramas pidiendo y sabotearon así la negociación, pero sí que recuerdo muy bien cuando Pedro Sánchez fue echado del PSOE por lo que era un complot para facilitar el Gobierno de Rajoy y el ascenso de Susana Díaz al frente de los socialistas. El aún presidente del Gobierno en funciones apareció en el popular programa de La Sexta Salvados y declaró que no le dejaron unirse a Podemos para formar Gobierno, que incluso el aparato mediático de PRISA (con El País del entonces mandamás Cebrián al frente) saboteó todo posible acuerdo atacando a Podemos y que le dijeron desde el hipotecado conglomerado mediático a él personalmente que iban a comprometer todo posible acuerdo con la formación morada.
Pues bien, tomando todo aquello por cierto, me pregunto qué habrá cambiado en el panorama político actual para que ahora sea Podemos quien deba llevar la culpa. Es posible que realmente las circunstancias hayan cambiado, pero algo me dice que los tiros van por otro lado; Unidas Podemos sigue atacando parte de la casta que el PSOE aún sigue siendo, y el discurso de Sánchez varía por su rol en él; de estar completamente fuera de la ecuación a ser el actor principal. Creo que él dice lo que debe decir para seguir en su cargo, contentar a las facciones antiguas del PSOE e intentar lograr más votos en las próximas elecciones, esta última parte siendo una apuesta extremadamente arriesgada, no porque los socialistas no vayan a ganar, que parece que sí, pero porque el frente de la derecha puede, entre los tres, esta vez sumar suficientes escaños. Y ellos han demostrado ser mucho menos escrupulosos que la izquierda a la hora de encontrar nuevos compañeros de cama, en particular un Rivera al que le da igual pactar con PP, con Vox, con el PSOE (como ya hizo) y hasta con Unidas Podemos, cuando fueron estos los que, a su vez, vetaron el acuerdo con la formación naranja después de que Rivera y Sánchez se unieran ya hace varias elecciones pero tampoco demasiados años.