Se ha hablado mucho de la lamentable situación y de las peripecias que tuvieron que afrontar los pasajeros del Open Arms y, lo que es peor, se hizo y se está haciendo mucho populismo con ese tema desde las más altas esferas políticas del país, lo cual es una práctica lamentable, pero tampoco es sorprendente que en la paupérrima política patria eso suceda.
El barco deambuló varias semanas por el Mediterráneo sin saber dónde dejar a los refugiados, con los puertos italianos cerrados, y con los pasajeros en un estado deplorable. Desconozco por qué razón no se los devolvió, en ese caso, y no se los devuelve en general, a su punto de partida, si son inmigrantes ilegales, ya que es dónde deberían acabar en la gran mayoría de casos todos los inmigrantes ilegales, en su país de origen, por definición y por ley, y digo eso sin quererme meter en cuestiones humanitarias, que es un mundo aparte.
Lo más lamentable de todo es el rédito político que se saca desde todos los partidos de esta lamentable situación. La derecha azota al barco, a las oenegés y a todo lo que representan por acusarlas de promover la inmigración ilegal. Por su parte, la izquierda vende un discurso más humanitario y, más fácil de vender, pero en ese escenario encontramos a Pedro Sánchez, teórico líder de la izquierda, esperando para anunciar que abría el puerto de Algeciras a la llegada del barco, y haciéndolo cuando este se encontraba en la otra punta del Mediterráneo, a seis días por mar de Andalucía. Una medida populista, electoralista (por las posibles elecciones generales que se avecinan), tardía e inútil por la lejanía del navío. Algo que demuestra que hay muchos intereses creados y que lo que menos importa son las vidas de las personas que se encuentran en el barco.
Como barcelonés, he visto las constantes bravatas de Ada Colau, queriendo acoger al barco en el puerto de Barcelona. Una alcaldesa desesperada por votos, que renovó mandato sin ganar las elecciones y gracias al apoyo de la derecha, y que se encuentra en unos mínimos de popularidad que cuestan de recordar por la Ciudad Condal. Y ella espera que esos comentarios en medios y redes sociales sobre el Open Arms la acerquen de nuevo a su público electoral; la izquierda más pura.
La alcaldesa de Barcelona se encuentra con una resistencia enconada de muchos barceloneses, que están hartos de tener un verano negro por el aumento del crimen en la ciudad y por la falta de medidas por parte del Ayuntamiento para acabar con una alarmante crisis de seguridad. Mucho de ese aumento de la criminalidad, que no es tanto como se dice y no está muy por encima del de Madrid, por ejemplo, se atribuye a la inmigración ilegal, particularmente norteafricana, y con los menas, la mayoría marroquís, en el ojo del huracán.
Cierto es que la inmigración ilegal acarrea una alta criminalidad por su situación, y por lo barato que resulta cometer delitos menores en España, y en especial es barato para los menores, huelga recordar que los menas son menores que llegan sin familiares y que actualmente no se les puede devolver a sus países. Pero no es menos cierto que existen muchas medidas que los gobernantes podrían tomar, pero, de nuevo, parece haber muchos intereses ocultos y mucho deseo de controversia, populismo y popularidad.
Al final la crisis del Open Arms se resolvió con la decisión de un fiscal italiano que permitió atracar al barco en puerto italiano y con el ulterior reparto de los inmigrantes a borde entre distintos países europeos, de modo que el ofrecimiento de Colau quedó sin efecto. Y menos mal. Menos mal, pero por una razón bien diferente a las que se leen por las redes o los medios; los líderes políticos barceloneses y catalanes son altamente incompetentes e inútiles en las gestiones de crisis y situaciones anormales.
Desconozco si realmente hay recursos para albergar a los inmigrantes que hay o a muchos otros que puedan llegar, pero la situación actual demuestra una total y absoluta falta de recursos intelectuales por parte de las altas esferas políticas de la ciudad.
Con tales líderes, los inmigrantes del barco recibirían ayudas, pero no se favorecería su integración, así que esas ayudas solo les servirían para acabar aislados, sin integrarse en la vida de la ciudad y posiblemente sin poder encontrar trabajo; caldo de cultivo para que se unan a la comentada ola de crímenes que vive la ciudad. Sería ideal que se les pudiera ofrecer una red de infraestructuras que facilitara su integración, si es que hay recursos, y ayudas similares a las que puedan recibir los barceloneses, si es afrontable financieramente.
Una sociedad multicultural es mucho más interesante y rica. Pero actualmente no existen esos mecanismos legales ni esas infraestructuras, y hay auténticos cenutrios gobernando, con lo que no se esperan tales medidas y la situación está lejos de ser idílica. Y lo peor es que Barcelona no es, ni mucho menos, la única ciudad española con ese problema.