La historia de México es la historia de un pueblo buscando dejar sus fiascos del pasado; sometimiento, pobreza y dictaduras. No ha sido fácil ni un camino lineal ni progresivo. Muchos han sido nuestros fracasos. Sin embargo, en la búsqueda de tener una democracia eficiente México ha avanzado mucho al grado de usar el voto como herramienta para destruir la dictadura de partido único, Partido Revolucionario Institucional (PRI), que Vargas Llosa definió como la «dictadura perfecta».
La formación del Instituto Federal Electoral, su autonomía, la credencial electoral con fotografía y los ciudadanos como centro de la organización de las elecciones permitió a México transitar hacia la democracia.
La democratización de México no ha terminado. Todavía quedan problemas por corregir.
México, un país con problemas de pobreza e infraestructura, tiene una democracia cara e ineficiente. Cara por los altos costos e ineficiente pues los intereses de los ciudadanos y los de los partidos no están alineados. Existe un divorció entre partidos políticos tradicionales y los votantes; el mismo que se refleja en baja asistencia a las urnas y desconfianza en el sistema político-electoral, expresado de modo magistral en el dicho popular: «todos son iguales».
Muchas y variadas son las causas, pero una de ellas es el financiamiento público de los partidos políticos. Resultado del desencanto con la política, el despilfarro de dinero público y la corrupción, se ha generado la petición popular de disminuir o eliminar el financiamiento público de los partidos. Inmediatamente voces de académicos e intelectuales (bien intencionados) se han opuesto al reclamo ciudadano. Advirtiendo las consecuencias negativas que tendría.
En este caso vale la pena revisar las ventajas del financiamiento privado a los partidos políticos. Para añadir una voz distinta a las editoriales de académicos e intelectuales y para intentar armar el argumento del reclamo popular.
¿Por qué estoy en contra el financiamiento público de los partidos políticos y a favor del financiamiento privado? Tres son mis razones.
En primer lugar, el financiamiento público es injusto. El financiamiento público es dinero originado de los impuestos, los mismos que vienen del trabajo de los ciudadanos. Algunos partidos políticos tienen intereses y programas contrarios, hostiles y antagónicos a los intereses de algunos ciudadanos. Así que los ciudadanos trabajan para apoyar a quien lo perjudica.
Ejemplos: (1) quienes trabajan para Marie Stopes Clínica de Interrupción legal del embarazo ILE, financian a los partidos: Partido Acción Nacional (conservador) y al Partido Encuentro Social (evangelista). Y (2) los inversionistas en el sector energético financian al partido Morena, actualmente en el poder y promotor de la nacionalización de dicho sector.
Por otro lado, el financiamiento público convierte a los partidos políticos en negocios, no en herramientas para la expresión de las posturas políticas de la sociedad. Ejemplo: Partido Verde, o el Partido del Trabajo; organismos estatales que no están por agendas públicas sino para captar y repartir dinero. Su estrategia en los últimos años ha sido medio fortalecer su voto duro y aliarse con el mejor postor, como rémoras políticas. Son la antítesis de una empresa privada y no sirven de nada.
Más importante, el financiamiento público es un pésimo sistema de incentivos. Este es el corazón de mi argumento. El comportamiento de los políticos y sus partidos políticos depende de los incentivos que tienen y no tanto de ideologías. Lo que los mueve es el origen de su dinero.
El financiamiento público incentiva comportamientos indeseables y contrario a los intereses de los ciudadanos. Si el dinero viene de la estructura del Estado, pues entonces a defender esa estructura. Los partidos políticos se han dado cuenta que para conservar el poder y sus ingresos deben: fortalecer su voto duro, clientelar y desincentivar al votante independiente que no es parte de su estructura partidista.
Mientras el dinero en promedio invertido en cada votante corporativo sea menor al dinero que se asigna por voto; éxito, se tienen utilidades.
Los opositores al financiamiento privado y en favor de mantener el en favor del financiamiento público argumentan que es un movimiento en favor de la plutocracia mexicana. Que la generaría, beneficiaría y entregaría el sistema democrático. Los más avezados ponen el ejemplo del financiamiento en EUA; que tiene varios vicios: políticos que dedican gran parte de su tiempo a buscar financiamiento, grupos empresariales y de interés que controlan a los legisladores como la infame National Rifle Association (NRA).
Respondo: la plutocracia mexicana a existe y se beneficia de los partidos políticos y del financiamiento público. Mucha de nuestras empresas y nuestra economía depende de sus ventas al sector público. Por otro lado, el mal ejemplo de lo que ocurre en EU, que sirva de guía para regular el financiamiento privado.
Entre los límites y controles para evitar caer en los problemas que los estadounidenses tienen; limitar el monto que se puede dar a un partido, limitar el número de partidos que se pueden financiar, solo permitir el financiamiento por parte de personas físicas mexicanas y transparentar toda la operación, entre otros.
Además, el financiamiento privado genera información relevante para el votante. Pues tiene una clara idea de que intereses defiende cada candidato, pues sabe quién le dio dinero.
Sin embargo, existe una ventaja del financiamiento público del cual debemos hablar y mantener en caso de transitar a financiamiento privado. El financiamiento privado en sistemas presidenciales conlleva, a lo largo del tiempo, a la reducción de los partidos políticos hasta llegar a dos. Esto se debe a que dentro del escrutinio mayoritario uninominal (First Past the Post Voting) que tenemos los votos y recursos de los partidos minoritarios se irían estratégicamente a los partidos con mayor número de votantes y cercanos a sus intereses, pero no a quienes realmente apoyan.
De este modo la representación de los intereses y creencias de los votantes no es precisa lo que termina desincentivando al votante a participar. Pues termina votando no por el partido o candidato que le agradé más, sino por el que le desagrada menos.
Afortunadamente en México tenemos, perfectible, un antídoto para este problema: los legisladores plurinominales. En la elección de legisladores los mexicanos realmente tenemos dos votos; uno para el candidato de nuestro distrito o Estado, y un segundo para un Partido Político en búsqueda de representación plurinominal. Así que quienes apoyan a partidos minoritarios cuyos candidatos no van a ganar distritos nominales, tienen la certeza de que su voto influye y lleva su voz al congreso.
Solución perfectible por ejemplo dividiendo el voto, entregando dos boletas para la elección de diputados y dos para senadores; uno para el legislador nominal y el otro para el plurinominal. Incluso podríamos buscar cómo quitarle a la dirección de los partidos la definición de las listas plurinominales.