La Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, visitó por tres días Venezuela, un tiempo relativamente corto, para interiorizarse, personalmente, de los numerosos problemas del país, y para verificar en el terreno, múltiples denuncias por violaciones masivas de los Derechos Fundamentales. Una situación ya perfectamente conocida, gracias a las denuncias de la oposición política al régimen de Maduro, así como profusamente informada y desde hace meses, por casi toda la prensa y medios de comunicación internacional; salvo por aquellos países y medios, que incondicionalmente le apoyan por razones ideológicas. Todo lo cual, ha hecho que más de cincuenta Estados, califiquen como ilegítimo al régimen Chavista, y reconozcan como Presidente Encargado, a Juan Guaidó, Presidente de la Asamblea Nacional.
Un tema que pese a las divisiones, permitió que el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, compuesto por 47 representantes elegidos, acordaron en agosto de 2018, que la Oficina del Alto Comisionado, debía actuar y elaborar un informe. No fue nada fácil y motivó meses de tratativas con Venezuela. Finalmente, se envió una avanzada que visitó Venezuela, y cuyos resultados, permitieron un informe oral preliminar de la Alta Comisionada. Dicha relación, puso su acento en la violación de los Derechos Políticos y Civiles, incluida la defensa de las libertades fundamentales. Una situación que viene agravada por las sanciones impuestas por varios países al régimen actual, lo que hace que la realidad política, económica y social, así como la institucional, sea alarmante, según afirmó.
Como la máxima responsable en materia de Derechos Humanos, Secretaria General Adjunta de Naciones Unidas, y autoridad moral y portavoz, según sus funciones, el viaje de la Alta Comisionada constituyó el momento oportuno para ejercerlas. Hay que destacar que el régimen de Maduro no puso trabas, ni limitaciones, ni condiciones a la visita. Pudo entrevistarse tanto con él, como con Guaidó, con las principales autoridades y colaboradores, así como recibir testimonios en entrevistas personales, de expresos políticos, víctimas de violaciones, torturas, persecuciones, amedrentamientos y otras vulneraciones de los derechos humanos básicos. Pudo, igualmente, evaluar las terribles carencias que sufre, desde hace largo tiempo, la población, en la búsqueda de alimentos, salud, servicios, agua y variados insumos indispensables. Constatar las profundas divergencias entre las partes, en lo político, institucional, conducción económica, productividad, que tienen al país postrado, fracasado, con una inflación que se calcula en millones porcentuales, y separado drásticamente en dos bandos irreconciliables. Ha podido constatar que lo tantas veces denunciado por múltiples medios de comunicación es verdad.
Al dejar Caracas hizo un breve pero revelador recuento de su visita. Decidió instalar dos representantes para monitorear y asesorar técnicamente, el cumplimiento de los derechos humanos; destacó que alcanzó acuerdos al respecto; evaluó y citó terribles casos de tortura y obstáculos al acceso a la justicia, con casos precisos y detallados; ofreció una evaluación cercana, una relatoría constante, y estar a abierta a todo tipo de denuncias de la sociedad civil; se puso a disposición de todos. Destacó sus entrevistas con la Corte Suprema, Fiscal General, Asamblea Nacional, tanto la de Guaidó como la suplantada por Maduro. Escucho las desgarradoras versiones de testigos, la necesidad de reparación y normalización de los servicios, el auxilio a la natalidad, enfermos graves, y ayuda a una salud crítica.
Aludió al éxodo de migrantes que viene constatando el otro Alto Comisionado, el de Migraciones y la ACNUR, los que ya superan los cuatro millones de desplazados. Ofreció la ayuda de otras Agencias de Naciones Unidas. Aludió a las virtualmente fracasadas negociaciones en Noruega, que deberían reactivarse. Dijo haber escuchado todas las voces, y haber apelado a los líderes de todos los sectores a proseguir en dicho intento, con objetivos de corto y mediano plazo; y aseguró que continuará trabajando en la situación venezolana, para presentar el informe final y escrito, en julio próximo, ante el Consejo de Derechos Humanos.
Un recuento preliminar donde se limitó a constatar lo observado, equilibradamente, y dentro del lenguaje propio de las relatorías de los Altos Funcionarios Internacionales. No hubo propuestas ni consejos en materias tan sensibles como la institucionalidad, la democracia, la economía, la productividad, o si debería dejar el poder Maduro o asumir Guaidó, o si correspondería cumplir la Constitución venezolana y convocarse a nuevas elecciones, como está previsto. Tampoco abordó plazos, medidas, vías de negociación u objetivos. Hay que señalar que no le corresponde hacerlo, no está entre sus atribuciones ni tiene tal mandato del Consejo de Derechos Humanos, ni de ningún otro órgano de las Naciones Unidas. Otra cosa es lo que tales órganos decidan, una vez que la Alta Comisionada, presente su informe al Consejo, el que sabemos que lo examinará y podrá adoptar cursos y decisiones, o solicitar más antecedentes y postergar toda decisión definitiva. El Consejo actuará desde el punto de vista político, ya que entre sus 47 representantes, están presentes partidarios y contrarios a Maduro y a Guaidó, los que no se privarán de decidir en conformidad a sus respectivas ideologías. Siempre ha sido así, al resolverse sobre los Informes de los Altos Comisionados.
Por cierto que respecto a la evaluación que vendrá, ésta será en torno a lo que efectivamente está dentro de la competencia de la Oficina del Alto Comisionado, y será juzgado en su mérito, imparcialidad, objetividad y constatación de lo que pudo observar, en su relato. Habrá quienes no lo encuentren debidamente imparcial, dada la calidad política conocida de la señora Bachelet, como expresidenta, dos veces, de Chile, y militante activa de la izquierda en su país, y figura indiscutida, todavía, de la política interna nacional.
Otra cosa es actuar como la alta funcionaria internacional, que es actualmente, y que para algunos podría aspirar a una carrera todavía más significativa en la Organización. Su actuar en Venezuela podría hacer la diferencia y serle fundamental.
Respecto al régimen de Maduro, ha posibilitado sin entorpecimientos el viaje de la Alta Comisionada. Hay que reconocerlo, aunque tal vez no estaba en condiciones de hacer algo diferente, en vista de la crítica situación internacional en que está, con gran parte de la comunidad internacional dividida. Es posible que lo utilice para demostrar flexibilidad y buena disposición, como una manera de ganar tiempo suplementario y evitar que las sanciones se intensifiquen, todavía más. Fue explícito en culpar de todo a dichas sanciones, y hacerlas responsables de la terrible situación de hoy, concretamente acusando a los Estados Unidos. Si bien, esta situación viene progresando y aumentando en el tiempo, desde hace años, por total ineficiencia o voluntad, del régimen. Pero no hay duda de que sabrá sacar ventaja de la visita, y hará todas las gestiones entre los países que lo apoyan, para así mostrarlo.
Por su parte, Guaido, hará énfasis en lo que el informe de la Alta Comisionada pueda evidenciar, como un país y un sistema, que viene violando, sistemáticamente, todos los derechos humanos, incluidos los civiles y políticos, y económicos y culturales, obligados por los respectivos Pactos, y de los que Venezuela es Estado parte.
Habrá mucho en juego respecto al informe de la Alta Comisionada, y por todos los sectores venezolanos y en el resto del mundo. Es de esperar que cumpla con tantas expectativas depositadas en él. En todo caso, ha sido una visita importante, y por sobre todo, necesaria.