«Valar Dohaeris»
(«Todos los hombres deben servir» en alto valyrio)
A mí sí me gustó el cierre de Juego de Tronos (GoT, por sus siglas en ingles). Me parece que la historia de ocho años cierra muy bien el circulo iniciado en 2010. No soy de series, pero a GoT la seguí tarde, como en 2015; sin embargo, me puse al día junto a mi esposa Alba — disfrutar con tu ser amado siempre es mejor.
Entre ella y a veces familiares, las veíamos en casa de unos tíos muy queridos entre copas o buenas comidas, para luego adquirir las temporadas completas en DVD o Blue Ray, mejor. Reconozco que fue una amiga del trabajo, Gracias Aurora, quien me prestó la primera temporada y quedamos bien apresados.
Juego de Tronos es la eterna trama de la lucha por el poder, ya planteada para las mayorías en la tetralogía operística de Richard Wagner El Anillo del Nibelungo, a finales de siglo XIX. Luego Tolkien lo desgermanizó para los británicos con su mitología celta y así le llego esta fantasía a un mayor publico en su laureado libro que añadía sus experiencias de la Primera Guerra Mundial. Los libros fueron un éxito y culto popular. A este otro anillo le siguieron animaciones no muy buenas en los 70, pero la trilogía del cine dirigida por Peter Jackson le valió para conseguir su Óscar. Ahora en nuestra década, Canción de hielo y fuego, de George Martin, con libretos para la actual serie de TV sí dio vuelta al planeta entero, batiendo todos los registros de seguimiento humano.
Satisfecho también estoy con distintos elementos de la serie: el vestuario, que es sobrio de época, pero mucho más intimidante, los diálogos concretos y aleccionadores, cada escenario evitando el mínimo gazapo (aunque ocurrieron, publicidad gratis para alguna empresas). Vital es que los guionistas y actores te hagan creer lo increíble. Esto es lo que hace grande una historia y si es de fantasía medieval como GoT aún mas. Nunca se puede olvidar como cada personaje evoluciona o se queda en su drama. El discurso de Tyrion Lannister, el Gnomo, durante su juicio amañado por sus enemigos, la bondad y maldad de Daenerys, la nobleza de los Stark reflejada en Edgar y Jon «el bastardo» Targaeryen. No puedo olvidar a la hechicera Melisandre, que muestra la única cercanía al monoteísmo en la serie con sus seguidores de la espada flamígera, y el cinismo escéptico de Sandor Clegane. O esa ponderación para todo con acento escoces del caballero de las cebollas...
Los paralelismos históricos los reconoce el autor y productores: la Guerra de las Rosas en nuestro siglo XV, donde la casa York y Lancaster disputaron amargamente en aquella Inglaterra. El mapa geográfico de GoT es una isla británica con mas aristas y recovecos. También las analogías actuales te vienen a la mente, mucho mas para los venezolanos de años recientes u otros pueblos sufridos de la Tierra por los desatinos de sus gobernantes.
Escenas tan dantescas como la boda roja son referentes reales. Aunque hay luz en el mundo oscuro de la lucha por el poder, el centro de sabiduría donde estudian los Maestres con montañas de libros iluminados por la reflexión de espejos y se conservan los saberes y narraciones. La abundancia de un Wall Street medieval que le presta recursos a quien pague con creces sin importar los desmanes. Y el solaz de los guerreros inmaculados en una isla de paz llamada Naath, de donde venía una ejecutada amante políglota.
Al final termina como empieza: una puerta se abrió hacia un mundo de terror, invierno y muerte, las confusiones de quien es aliado o enemigo. Mientras intentamos sobrevivir al hambre, la pobreza, los vicios, enfermedades, otros luchan por seguir disfrutando y tener mas beneficios...otros solo gozan con ver sufrir al menos fuerte. Pero en conclusión la puerta se cierra.
«Valar Morghulis»
(«Todos los hombres deben morir»)