Según Jordan Peterson, las jerarquías están por todas partes. Peterson aduce que son naturales y pertenecen a todo el reino animal. Él nos da el ejemplo de las langostas. Estás se rigen por jerarquías rígidas en que los crustáceos, entre más arriba en la jerarquía, tienen más serotonina. El sistema nervioso de este animal está en sintonía, entonces, con su desempeño. En experimentos sobre el impacto de este neurotransmisor, a las langostas que se les inyecta serotonina muestran conductas de líderes. Peterson cree que los seres humanos, al igual que estos crustáceo, estamos programados para vivir en jerarquías: «Es inevitable — nos dice — *que exista continuidad entre los animales y los humanos en la forma que nos organizamos».
Las jerarquías existen desde el día uno en la historia y la gente busca líderes que manejen las cosas. Quienes tienen niveles bajos de serotonina terminarán de últimos en la escala de poder social. No importa si el cerebro (que las langostas no tienen) o si el desempeño de la serotonina sea igual en langostas y en humanos, o que existen otros neurotransmisores que jueguen un papel distinto, Peterson añade una tesis aún más radical: el 30% de la población es el que hace el trabajo. Esto lo basa en los trabajos de Daniel Goldman del Instituto de Tecnología de Georgia. En su análisis del comportamiento de las hormigas, Goldman observó que «solo de 10 a 15 de 150 de ellas son las que cavan los túneles». Y que el resto «se beneficia del trabajo de estas». Las demás, como funcionarios de nuestros gobiernos, son vagas. Una teoría sociobiológica aterradora que declara que, en cualquier sociedad, el sector de la población que crea nuevas cosas y promueve el desarrollo es apenas de un tercio.
¿Qué tienen que ver las langostas y las hormigas con América Latina? Él no se refiere a la región, pero se desprende que una sociedad que se basa en favores y relaciones familiares para elegir los puestos de dirección perderá la creatividad de aquellos que son los más capacitados. Y peor aún: si hacemos una revolución «socialista» y mandamos al exilio a un 10, 20 o 30 por ciento de la población, es seguramente que estaremos perdiendo al sector más creativo. Entonces, como los llaman en Cuba o en Venezuela, los «gusanos» que se fueron a Miami, se llevan con ellos las mejores ideas. No es de extrañar que a pesar de llegar con nada, la comunidad cubana de Miami floreció en menos de una generación y ahora produce económicamente más que toda Cuba. China o Camboya, por su parte, con sus revoluciones «culturales» y la eliminación de los «burgueses» perdieron toda una generación y se hundieron económicamente. La China comunista de hoy día ha hecho todo lo contrario y por ello es que ha logrado el milagro más impresionante económico desde que se inventó el capitalismo. Este gigante asiático aprendió la lección de Peterson.
Para Peterson, el nombramiento en puestos de dirección de abuelas, tías, hermanas, primos, cuñados, examantes de expresidentes, amigos, novias, peluqueras, madrinas y cuanto inútil se le ocurra a nuestros presidentes, nos llevará solo al precipicio. En cada una de nuestras instituciones se encuentra un familiar, si es que no el o la amante de un político, para dirigir nuestros destinos. Recientemente en uno de nuestros países, el canciller tuvo que renunciar por llevar a su pareja en misiones oficiales a todas partes y comiendo de la plata del Estado (aún no han presentado pruebas de quién pagó por sus comidas).
En este aspecto, Jordan, irónicamente, coincide, a pesar de ser proyectados como rivales, con Zizek. América Latina con sus «revoluciones socialistas» y sus líderes como Ortega, Kirchner, Lula, los Castro y Maduro solo van a buscar a su familia, sus amantes, sus súbditos leales y mediocres para sacarnos de la pobreza. Bueno, por lo menos la pobreza de ellos.