Regularmente cuando se habla de los profetas de la Biblia, principalmente aquellos del Tanaj (mal llamado Antiguo Testamento), se les otorga una cualidad de interpretación meramente escatológica. Por siglos las sociedades modernas han considerado que estos personajes venían a revelar algo nuevo o el futuro por venir. Sin embargo, hay un valor clave de su labor para el mundo en las diferentes etapas de la historia humana y es el caso de la pérdida de valores morales, lo que resalta de la labor en su aparición a través de la historia.
Por supuesto que la mayoría de estos personajes tenían un claro camino trazado en la historia del pueblo judío, aunque en algunas oportunidades sus mensajes poseen un alcance universal, en muchos trazos de los textos canónicos tienen como labor encaminar nuevamente al pueblo hebreo hacia su esencia; primeramente como pueblo monoteísta, que aceptó un yugo moral que lo hizo ser denominado como «elegido»; concepto con un rol de responsabilidad más que una posición de privilegio por encima de otros grupos y que adopta un compromiso de ser ejemplo para otros grupos como una forma de colaborar con un proceso de «redención universal».
Cada profeta que aparece en la historia del pueblo judío va a tener un rol asignado por la época en la cual se desarrolla; por lo tanto está asociado con un elemento de la concepción de la historia que están viviendo, en algunas oportunidades sus mensajes quedan escritos en los textos religiosos de forma «futura», aunque en realidad podría tratarse de un modelo de escritura de hechos que ya han ocurrido y sobre los cuales se realiza una exhortación, y en algunas oportunidades las acciones proféticas van de la mano con el poder que tienen estos líderes religiosos ya sea del gobierno de turno o dentro de la zona en la cual se desarrolla su mensaje.
De este modo se puede hablar del caso de uno de los principales profetas que va a tener el pueblo de Israel como es el caso de Moisés (Moshé Rabeinu), quien se va a convertir en un líder esperanzador para un pueblo oprimido, después de haber tenido un contacto con su propia moralidad al ver maltratado a su propio pueblo, vive una epifanía en el exilio del desierto y a través de esa manifestación del poder divino decide retornar a la tierra de Egipto, gestar una revolución política, que llevaría a la liberación de su pueblo, para conducirlos a través del desierto (elemento purificador) a la tierra que fue prometida por Dios y de ese modo sacar las costumbres paganas que aprendieron en la época del exilio, retomando la senda del monoteísmo y además pudiendo establecer a través del denominado Decálogo (los Diez Mandamientos), un manual de comportamiento moral que les establecerá como un pueblo libre y con intentos de soberanía en una tierra que será conquistada posteriormente de la mano de aquellos que representaban su antítesis, como lo eran los pueblos politeístas de la región.
Otros casos de profetas importantes en la historia son Samuel y Natán, que aparecen como consejeros de quienes serán coronados reyes de Israel, en la época que se gesta el reino unificado. A través de Saúl como primer rey y posteriormente el traspaso de la dinastía a la casa real davídica, así como el primer heredero Salomón, estos dos profetas se convierten no solo en los que van a dar por sentado el establecimiento de las casas reales, sino que además serán los principales críticos del comportamiento de estos monarcas en sus acciones despóticas contra sus súbditos y en sus vidas privadas.
Ejemplo de lo anterior, Samuel es quien se encarga de ungir a Saúl, pero posteriormente por una orden divina, unge a David y le advierte a Saúl que le será quitada la bendición del linaje real para ser traspasado a otro miembro del pueblo de Israel, a quien además se le prometería la dinastía para siempre.
Los profetas Elías y Eliseo su discípulo son otro caso de profetas con sus concepciones de moralidad y lucha contra el sistema establecido. Ellos en particular estaban en una constante lucha contra la idolatría de las regiones al norte de Israel, lo que los lleva a comportarse en ocasiones de forma muy intolerante con quienes tienen este tipo de prácticas, llevando a consumir por medio del fuego a los seguidores de la divinidad cananea Baal. Su compromiso fue contra todo lo que desviara al pueblo del monoteísmo (valor moral) hacia las perdiciones del politeísmo.
Otros dos ejemplos más para terminar con la lista temporalmente, son los casos de Amós y Ageo. En el caso del primero su mensaje se podría decir que era acerca de la lucha social por los derechos de los trabajadores, promocionando que se evitara la explotación del ser humano por parte del ser humano, manteniendo el respeto por la dignidad de los individuos, mientras que el profeta Ageo vendría a dar una motivación espiritual al pueblo en una época de baja conciencia moral cuando se estaba en medio de la reconstrucción del templo; lugar central en la espiritualidad y política del pueblo judío.
Ya posteriormente con la aparición de profetas de menor poder político pero un mensaje muy fuerte como los casos de Isaías, Jeremías, Ezequiel, Malaquías, etc. sus discursos no seguían una línea asociada a movimientos gubernamentales o de liderazgo político, sino que sus críticas eran muy directas contra el statu quo establecido.
Daban un mensaje trascendental en tres líneas de importancia: el mensaje de los intereses religiosos como base fundamental del pueblo judío, el marco jurídico adecuado para la práctica de los ritos del judaísmo; incluyendo la pureza conforme a la Torá y finalmente la importancia de los valores morales en un mundo donde la llegada de nuevos imperios o grupos humanos imponen otros esquemas alejados de la concepción de respeto a la espiritualidad.
Ejemplo de lo anterior se ve reflejado en el culto al cuerpo y la vida hipersexualizada de los griegos, incluyendo la concepción de divinidades con necesidades humanas, que llegarían a tener hasta deseos carnales.
Todo esto irá en contraposición de lo que era el carácter de nutrir el espíritu y la santidad en el concepto del judaísmo. Y en algunas oportunidades habrá este tipo de manifestaciones dentro del pueblo judío, como queda manifiesto en ciertos textos bíblicos donde se ven comportamientos que iban en contra de esos principios.
Finalmente, si bien el mensaje de los profetas judíos tenía como objetivo que el propio pueblo regresara a sus valores morales fundamentales, hay un elemento de universalidad en sus discursos. De ahí que uno de los profetas como Jonás (Yoná en hebreo; literalmente paloma), fue el primer caso de un profeta de Israel que es enviado a una nación extranjera (Nínive) para promover su arrepentimiento y vuelta a Dios, y así como una paloma (Yoná) fue la encargada de avisar el fin del diluvio universal, es una paloma (Yoná) el transmisor de la noción de la misericordia divina aún para los pueblos no judíos.
Queda implícito de este modo, a pesar de que los judíos tienen una labor para la cual fueron elegidos; desde un punto de vista teológico, todos somos parte de una misma humanidad, sobrevivientes de la época del diluvio y descendientes de Noé, como concepto de universalidad de todos los seres humanos posterior al evento que relata el mito diluviano, y todos tenemos una responsabilidad con transformar el entorno en el cual nos desarrollamos; muy similar al concepto de la Mishná (compendio de leyes judías) de Tikun Olam o la reparación del mundo.
El mensaje escatológico de los profetas asociado con el fin del mundo, en el que se resalta la era en la cual los seres humanos no lucharán más entre ellos sino que convertirán sus espadas en arados y las lanzas en hoces (Isaías 2:4) es un mensaje universal de redención para todos, atraído por los profetas judíos para toda la humanidad.
Pero más allá de resaltar los conceptos de los mensajes a futuro, son los principios morales los que realmente tienen un peso importante en el rol de los profetas, y a través de la propia historia bíblica tendrán en su contenido canónico los textos de estos personajes, se toma en consideración que dentro de sus mensajes están implícitos y retomados los conceptos éticos y las ordenanzas establecidas en el Pentateuco como guía para el pueblo judío a través de la historia y como enseñanza para todos los pueblos.