Noruega ha anunciado la apertura del primer hospital psiquiátrico donde, como medio de tratamiento, no se utilizarán medicamentos. Este experimento debe ser reconocido y aplaudido. La psiquiatría occidental contemporánea se basa en la suposición no demostrada y reduccionista de que un grupo de «síntomas» indica la presencia de un desorden físico y material subyacente del cerebro. La expectativa es que la neurociencia pronto vinculará estas experiencias con esos desórdenes. Las experiencias en sí mismas se consideran «trastornos» que deben tratarse químicamente o mediante una plétora de métodos psicoterapéuticos preferidos, a los que un terapeuta puede suscribirse.
Se denominan trastornos porque en realidad no sabemos qué los causa. Quizás no haya nada desordenado en ellos. Quizás sean reacciones extremadamente coherentes a problemas interpersonales o culturales, como la discriminación, la opresión y el aterrador caos que, hoy en día, se suscita en muchas sociedades. Es tan probable que estemos medicando problemas que no son otra cosa que sociales. La ciencia no tiene una idea clara aún sobre qué regiones del cerebro afectan, ni qué hacen en realidad, los psicotrópicos o los inhibidores de serotonina.
La tesis, por ejemplo, de que los ISRS afectan la absorción de serotonina, que luego alivia la depresión o la ansiedad, es una mera hipótesis. Su prescripción involucra un proceso de prueba y de error, ya que, algunas veces, unas fórmulas funcionan, y otras veces no, para algunas personas y no para otras. Esto no es ciencia, sino una suposición por parte de los llamados expertos. Uno de cada seis estadounidenses toma algún tipo de drogas psiquiátricas, en su mayoría antidepresivos. El doble de las personas blancas toman esas drogas que los afroamericanos u otras minorías, y menos del 5 por ciento de los asiáticos estadounidenses. «La mayor parte del consumo de drogas psiquiátricas reportado por adultos es de larga duración, en que, en el 2013, el 84%. por ciento de los individuos solicitó tres o más recetas, demostrando así que empezaron a tomarla en el 2011 o antes». ¿Estamos creando una adicción iatrogénica entre las clases privilegiadas? Ciertamente, esto se ha evidenciado con el uso de opioides, que se impusieron al público por medio de manipulaciones infames de sus creadores.
Ahora, toda esta medicina y uso de substancias se basan en la suposición de que realmente no tenemos que saber de antemano lo que está sucediendo en el cerebro o en el cuerpo. Sin embargo, si alguien desarrolla síntomas debilitantes adicionales o incluso muere a causa de estos medicamentos, entonces estamos ante un serio problema. ¿Pero cuál es ese problema? No sabemos realmente cómo interactúan entre sí las diversas partes del cuerpo humano, y mucho menos cómo interactúan con otras personas y con el medio ambiente. Además de no saber realmente qué están cambiando los medicamentos en el cuerpo y en la mente, dejamos de hacer una evaluación holística del problema. De ahí que no sepamos, entonces, la causa o más bien, las causas que dieron origen a la angustia del paciente.
Como solo uno entre los muchos ejemplos posibles, se sabe que el intestino y no el cerebro pueden ser responsable de la epidemia de depresión en los países desarrollados, que dependen de las comidas rápidas y de las dietas poco saludables. Es posible que esta angustia ni siquiera sea un trastorno, sino una reacción lógica ante el peligro, el caos cultural, como lo estamos experimentando en la actualidad en los EE. UU....
Estos enfoques no solo tienen el potencial de ser peligrosos y adictivos, sino que también pueden ser analizados como formas sociales de control. O sea, intervenciones para controlar el efecto de trabajos insatisfactorios, la soledad y hasta los abusos de los gobiernos «Si una paciente está deprimida porque pasa 40 horas o más a la semana en un trabajo alienante y por un pago explotador, es quizás la cultura, y no el paciente, quien necesita medicamentos. Pero los psiquiatras no tienen experiencia especial en estos asuntos».
Soy consciente de que millones de pacientes han encontrado útiles los medicamentos, pero ¿sabemos cuál es el costo en el presente y en el futuro? Las respuestas a estas preguntas tienen cierta urgencia, ya que los antidepresivos para controlar la depresión pos parto están a punto de estar disponibles en la leche materna.