«Brilla a los pies de mi Granada
La alfombra recamada de su lago de turquí
Donde hay fantásticas Isletas
Tejidas a calceta por las manos de un hurí».

(«Granada», corrida escrita por Tino López Guerra)

La ciudad de Granada, República de Nicaragua en la América Central, se registra como la ciudad más antigua del Continente, ya que desde su fundación en 1524 siempre ha permanecido en la misma situación geográfica.

Los españoles llegaron a la actual Nicaragua navegando hacia el norte desde el ahora istmo de Panamá. Al llegar, encontraron una tribu comandada por el Cacique Nicarao, quien—como refiere nuestra historia—impresionó a los conquistadores europeos al hacerles alguna consideraciones filosóficas y religiosas (el recordado amigo salvadoreño, Juan Ricardo Ramírez Rauda, filósofo e historiador con gran sentido del humor, se refería a tal encuentro señalando que los españoles detuvieron su travesía hacia el norte al encontrar una tribu de «unos indios panzudos e confianzudos…, era que habían llegado a Nicaragua»).

Sea como sea la historia, lo cierto es que los españoles, luego de tal encuentro, hallaron a escasas treinta leguas del Océano Pacifico una inmensa masa de agua que creyeron ser el otro Océano. Pensaron que habían encontrado la comunicación entre ambos hasta que los Conquistadores vieron que sus caballos degustaban del agua— que era agua dulce y no salada. Así, bautizaron tal masa de agua como Mar Dulce, que es hoy conocido como el majestuoso Lago Cocibolca (o Lago de Granada según los granadinos), de más de ocho mil kilómetros cuadrados de superficie y con una flora y fauna excepcional—que hasta hace poco incluía tiburones de agua dulce.

Continuando con su travesía, los conquistadores llegaron a un valle que se extendía a lo largo del lago y que presentaba a un costado un majestuoso volcán, ahora conocido como el Volcán Mombacho, cuya base parecía continuar sobre el lago, en forma de una cadena de islas pequeñas que simulaban jardines flotantes. Luego, se pudo conocer que tales «Isletas de Granada» fueron hijas de una erupción del mismo volcán, que lanzó piedras, lava y cenizas con suficiente fuerza que hasta se llevó casi un tercio del mismo volcán. Sus acomodos diversos provocaron la formación de tal mini archipiélago de más de trescientos islotes, en los cuales hoy existen pequeñas fincas, casas de campo, hoteles tipo resort y hasta crianza de ganado.

Estas isletas también han dado lugar a establecer una bella tradición religiosa al realizar cada año, durante la Semana Santa, la peregrinación del Vía Crucis con botecitos que pasan por las distintas isletas del lago, celebrando las diferentes estaciones de la Pasión y Muerte de Jesucristo. El primer bote lleva al sacerdote (asistido con altoparlante) y la imagen de Jesús portando la cruz y rodeado de flores, y detrás van todo tipo de embarcaciones (algunos que parecen ser nada más que una caja de fósforos y otros que son casi yates) que se van uniendo a la procesión acuática, llena de flores y mucho fervor religioso.

«Esas Isletas son ensueño
de un nacimiento Navideño;
son de las mil y una noche
jardines en derroche, paraíso terrenal».

(ibid.)

Según la leyenda, a los indios Nahuas, cuando salieron de su lugar de origen—lo que es el México de hoy—se les aconsejó que viajaran hacia el sur hasta encontrar aguas grandes con dos torres en el centro, que se detuvieran ahí para colonizar ya que ésta era la tierra dorada. De hecho, así hicieron y al llegar al Lago Cocibolca y ver los conos de los volcanes Maderas y Concepción, plantados firmemente sobre los suelos de la Isla de Ometepe, en medio del Lago, vieron cumplida su profecía y ahí se asentaron. Al llegar los españoles, encontraron una población indígena activa, próspera y bien desarrollada, con una profunda cultura politeísta expresada en imponentes ídolos, algunos que aún se conservan—los cuales fueron objeto de destrucción por sentenciarlos de idolatría.

La belleza escénica así descubierta y la cercanía de la población indígena que rodeaba al Lago sirvió de incentivo para establecer un asentamiento que devino en la ciudad de Granada. Poco después, al descubrirse la comunicación del Lago Cocibolca por medio del Río San Juan con el Océano Atlántico—que conformó la primera vía interoceánica del Continente—la historia cambió para Granada. Ésta resultó ser una ciudad del Pacifico, pero también un Puerto del Atlántico. Así, su importancia como centro urbano se transformó y desarrolló un carácter comercial importante no solo para Nicaragua, sino también para otros países del continente, como Perú, con el cual se desarrolló un intenso intercambio comercial.

Pero no solo para el comercio se convirtió Granada en un centro de suma importancia, sobre todo para el envío a España de riquezas y diversos productos agrícolas desconocidos en el Viejo Mundo. Esta nueva situación proyectó a Granada como objetivo militar, pues todo país en conflicto con España se dedicó a atacarla, no solo para interrumpir el comercio hacia España sino también para apoderarse de su riqueza local. Así, Granada se vio visitada con frecuencia por piratas y corsarios, entre ellos quien luego fuera el héroe y Lord Inglés, Horacio Nelson.

Pero Granada sobrevivió a tales ataques. España hizo lo posible para protegerla al desarrollar un sistema de defensa que iniciaba al extremo oeste de la ciudad, en el almacén de La Pólvora, continuaba con el pequeño Fuerte San Pablo, construido en una de las isletas y ubicado mirando hacia el lago abierto y que servía como vigila, dando aviso a la ciudad de la llegada de barcos enemigos. De ahí, el sistema de defensa continuaba con el Fuerte San Carlos, situado en el sitio de origen del Río San Juan (o Desaguadero), y finalmente terminaba casi a mitad del recorrido del río con el imponente Fuerte del Castillo de la Inmaculada Concepción, joya de tal estrategia militar.

El Fuerte del Castillo ahora es parte de nuestra historia nacional, pues fue desde ahí en 1762 que se infringió una humillante derrota a las tropas inglesas comandadas por el futuro Mariscal Nelson, quien resultó lesionado y finalmente tuvo que desistir de su ataque.

La heroína, de esa ocasión, fue la hija del Comandante del Fuerte, Rafaela Herrera, quien a sus 19 años había sido educada por su padre en estrategia militar y especialmente en el manejo de cañones. Al entender que el suplente de su padre (quien yacía mortalmente enfermo) estaba a punto de aceptar la derrota y entregar el Fuerte a los ingleses, Rafaela Herrera lo desplazó y lideró a los 100 efectivos del Fuerte contra los hasta 2.500 efectivos ingleses, dirigiendo personalmente el uso de los cañones del Fuerte para repeler a los atacantes.

Políticamente, Granada ha sido, es, y creo que siempre será, un centro urbano de ideas y costumbres conservadoras. Al momento de lograr en 1821 la Independencia de las Provincias Españolas del Centro de la América (y que conformaban la Capitanía General de Guatemala), Granada se alineó con la sociedad guatemalteca, que, integrada por exfuncionarios de la Monarquía, no estaba muy inclinada a romper con España.

Por otro lado, la ciudad de León, que tuvo que trasladarse de ubicación en 1610 a consecuencia de un devastador terremoto, fue cuna receptiva de los principios libertarios y republicanos—primero de la Independencia de las antiguas Colonias Inglesas del norte del continente, y luego de las proclamas de Igualdad y Libertad de la Revolución Francesa. Así que los leoneses abrazaron la idea de la Independencia total.

Granada y León manifestaron sus diferencias en distintas ocasiones, y lo que fue una rivalidad inicial devino en enfrentamientos de ambas urbes y sus respectivas poblaciones. Una de tales confrontaciones provocó una guerra civil a consecuencia de ser en 1854 un granadino (Don Fruto Chamorro Pérez) proclamado como el primer Presidente de la República de Nicaragua y a quien los leoneses señalaban de origen aristocrático y de tendencias centralistas y autoritarias.

Estando la correlación de fuerzas de esa época a favor de Granada, los leoneses decidieron recurrir a la contratación de un grupo de aventureros norteamericanos como refuerzo de sus propias fuerzas y asegurarse el poder derrotar al Gobierno Nacional asentado en Granada. Este grupo filibustero resultó ser comandado por un tal William Walker: médico, periodista, aventurero, y con aspiraciones expansionistas, anexionistas y esclavistas. Provenía del Sur de los Estados Unidos y había fracasado en una expedición destinada a anexar el Estado Mejicano de Sonora a la nueva Unión Norteamericana.

Walker llega a Nicaragua en 1855 con unos 56 hombres, y en un primer momento sufre algunas derrotas. Pero su instinto aventurero e inquisitivo le permite captar la potencialidad del país al que llegaba, con su privilegiada situación geoestratégica y las debilidades de las autoridades gobernantes. En rebeldía, Walker decide actuar por sí solo y en base a sus propios intereses personales. Primero, derrota al Ejército Nacional y se toma la ciudad de Granada, convirtiéndola en su cuartel general. De ahí, inmediatamente se lanza contra sus contratistas leoneses y logra apoderarse del país.

Walker, nombrado Director Provisorio por los leoneses, monta un remedo de elecciones generales y se proclama como el ganador de estos comicios, y, por tanto, Presidente de la República de Nicaragua. Celebra su inauguración el 12 de abril de 1856 y, a la vez, reafirma a la ciudad de Granada como capital de su República. Refuerza su guarnición publicando en Estados del Sur de EE.UU. ofertas de entrega de tierras nicaragüenses para desarrollo agrícola y la inmediata nacionalización de los interesados. Quienes le responden viajan de la costa este de EE.UU. usando las embarcaciones que recorren la llamada Ruta del Tránsito, que llevaba a pasajeros desde la costa este de EE.UU hacia California por medio del Rio San Juan y Lago Cocibolca nicaragüenses. Aunque parezca increíble, esta ruta fue establecida por el magnate norteamericano Comodoro Cornelius Vanderbilt, quien viajó a Nicaragua para supervisar personalmente la construcción de dicha Ruta, aprovechando la fiebre del oro en la costa oeste del nuevo Estado en formación.

Incluso aventureros decepcionados de la búsqueda del oro en California responden al llamado haciendo la ruta en sentido contrario. Así, Walker logra mantener un flujo de reclutas para reforzar sus fuerzas y llevar a cabo sus propósitos expansionistas, anexionistas y esclavistas, que poco a poco se vislumbran como yendo más allá de Nicaragua y apuntando al resto de la región de Centro América.

Costa Rica es el primer país de la región en reaccionar, tras recibir informes de parte de Vanderbilt sobre los movimientos de Walker. Su Presidente, Juan Rafael Mora Porras, comprendiendo los verdaderos propósitos de Walker, proclama la defensa de la soberanía nacional y recluta un Ejército que inicia sus acciones atacando primero a la ciudad nicaragüense de Rivas, ubicada unos 70 kilómetros al sur de Granada y luego sobre la desembocadura del Rio San Juan, zona de ingreso al Lago Cocibolca, afectando así el tráfico de las embarcaciones de Vanderbilt, fuente de apoyo logístico al filibustero Walker.

La naturaleza racista y autócrata de Walker se expresa en diversos ordenes de su quehacer y lo lleva a fusilar a personajes, civiles y militares de las ciudades de Granada y León. Además, intenta apoderarse de la Ruta del Tránsito y el Comodoro Vanderbilt responde haciéndole la guerra diplomática y financiera. Incluso suspende el tráfico de sus embarcaciones, limitándole a Walker su fuente de abastecimiento de nuevas tropas y de evacuación de sus heridos.

Finalmente, El Salvador, Guatemala y Honduras deciden intervenir en la conflagración y envían tropas para reforzar la lucha contra el filibustero Walker, elevando una simple rebelión interna entre nicaragüenses a una verdadera Guerra Nacional y Regional.

Los ataques contra Walker se incrementan. Él se retira y atrinchera en su ciudad capital de Granada, ciudad que va de centro comercial y cultural en desarrollo a convertirse en un campo de batalla. El histórico Convento de San Francisco, ubicado en la zona sur del centro de la ciudad—y en cuyas naves vibró la voz de Fray Bartolomé de las Casas (1535/1536) en defensa de la población indígena contra los abusos de los colonizadores españoles —es el último refugio de las diezmadas y desmoralizadas tropas del filibustero invasor. Ante lo inevitable, buscan una ruta de escape por el Gran Lago Cocibolca, que le queda aproximadamente a un kilómetro al este del Convento, pero para las tropas del filibustero era una distancia casi imposible.

El orgullo herido de Walker ordena castigar a la ciudad de Granada, prendiéndole fuego por sus cuatro costados el 14 de diciembre de 1856, y dejándola arder hasta que quedaran solamente los cimientos de sus edificios, algunos que llevaban más de doscientos años en su lugar. Al desarrollarse el voraz incendio, el General Charles Frederick Henningsen, brazo derecho de Walker, coloca un trágico y burlesco rótulo de madera con la leyenda «Here was Granada» («Aquí fue Granada»).

En 1860, Walker murió delante de un pelotón de fusilamiento en Trujillo, Honduras. Pero Granada sobrevivió. Inició su restauración, manteniendo su imagen de ser no solo la ciudad más antigua del continente sino siendo un centro de cultura, comercio y de actor político nacional.

Actualmente, se proyecta como la Capital del Turismo Nicaragüense, dadas las bellezas naturales que le rodean y no menos importante, la riqueza histórica que le ha correspondido protagoniza, cubriendo ambos océanos, Pacifico y Atlántico, que le sirven de fronteras por Oriente y Occidente del país.

«Granada tan linda Sultana;
Reliquia de mi nación,
Eres una moza castellana
Que tiene muy Nica el corazón.

Ni la misma Granada de España
es tan linda y extraña como ésta de aquí.
Ni la misma Granada de España
es tan linda y extraña como esta de aquí».

(ibid.)