Neruda llega a Italia por primera vez a finales de 1949, luego de una azarosa fuga a pie a través de la cordillera andina, perseguido por una orden de arresto del presidente chileno González Videla a causa de su militancia en el partido comunista. Luego del bloqueo de su expulsión de Italia, cosa que sucedió gracias a la intervención de políticos, artistas y escritores, se transfiere a Capri junto a su última mujer, Matilde Urrutia, la cantante lírica, el amor clandestino, porque Neruda seguía aún casado con la artista e intelectual argentina Delia del Carril.
Los Versos del Capitán, 1951
Huésped de Edwin Cerio, en la espléndida Casa de Arturo, en la calle Tragara, Capri alimentó su fervor creativo; fue aquí que la poesía de Neruda asume tonos amorosos y eróticos. En los meses transcurridos en la isla escribirá algunos de sus versos más bellos, agrupados en Los versos del Capitán. Cuarenta y siete poesías, más una carta y una explicación para justificar el anonimato inicial, porque cuando fue publicado en 1952 en una pequeña edición napolitana de 44 ejemplares, Los versos del capitán aparecen sin autor reconocido. Un tributo sensual para su amante con la que le tocó vivir esta apasionada historia de amor. Permanecerá en Italia casi seis meses.
Reunión de hispanistas, 1979
Era el mes de septiembre de 1979 cuando un grupo de hispanistas capitaneados por Alessandra Riccio e Ignacio Delogu, se dieron cita en Nápoles y Capri, junto a Matilde Urrutia, la viuda de Pablo Neruda, llegada a Italia para dar un importante testimonio no solamente de la figura del gran poeta chileno, sino sobre todo sobre los difíciles años, aunque extraordinarios, que a la pareja le tocó vivir, en mas de un país, entre dos continentes.
Hispanistas y profesores de literatura, políticos en exilio, venidos hasta aquí de todo el mundo: Antonio Melis, Volodia Teitelboin, José Antonio Viera-Gallo, Gianni Toti, Eduardo Galeano, Hernán Loyola, Dario Puccini, Armando Uribe, Mario Lunetta. Estaba también el escritor peruano Manuel Scorza, desgraciadamente fallecido en el fatídico vuelo Iberia, que lo llevaba de vuelta a su patria, donde murieron también Marta Traba, Ángel Rama y el mexicano Jorge Ibargüengoitia. Estaba también el poeta argentino Juan Gelmán y la mítica galerista chilena en exilio Carmen Waugh, que llevaba adelante el Museo de la Solidaridad y que reunía la donación de los más importantes artistas del mundo al pueblo chileno.
Estaba yo junto a los poetas chilenos Hernán Castellano Girón y Eugenio Llona; con los que hacia parte en Roma del Taller literario Maruri en la Librería Croce («Maruri» era el nombre de la calle de Santiago donde vivió el poeta durante su juventud).
La emoción de estar allí durante esos días de estudio y de literatura era mucha, había cumplido recién veinte años. Matilde había llegado directamente del Chile de Pinochet a testimoniar y contar la historia de aquel mítico amor y de los últimos días del poeta que falleció pocos días después del golpe de Estado militar que derrocó el Gobierno de Salvador Allende e instaló una de las dictaduras mas feroces del continente americano.
Estaba también Carlos Vassallo, embajador de Allende en Italia, que había decidido quedarse en Italia después del golpe. Eramos huéspedes de Maurizio Valenzi, que había protagonizado la resistencia, pintor, Senador del PCI, primer, amadísimo Alcalde comunista de Nápoles del 1975 al 1983.
En Capri inauguramos una placa de mármol para conmemorar la permanencia del poeta en la isla:
Capri reina de roca
En tu vestido
De color amaranto y azucena
Viví desarrollando
La dicha y el dolor la viña llena
De radiantes racimos
Que conquisté en la tierra.
El cartero de Neruda, 1983
El cartero de Neruda: esta historia fue escrita muchos años después, para la radio alemana. Antonio Skármeta, el autor, nos cuenta que
el cartero nace en el periodo de la dictadura de Pinochet, quizás en el 1983. Nace como un emocionado recuerdo de mi exilio en Berlin Oeste del Chile democrático que había vivido y gozado hasta que llegó el golpe del 1973, que hizo vivir a mi pueblo la violación de los derechos humanos, inaugurando un periodo de crímenes y que obligó al exilio a centenares de intelectuales. Mientras escribía la novela «El cartero de Neruda», creo que en mi corazón pulsara la necesidad de recuperar en la ficción literaria el modesto e imperfecto paraíso que había perdido: ese Chile en donde el poeta estaba cerca de la gente y la gente sentía que el poeta hablaba con ellos. Un Chile donde se podía discutir de democracia con alegría e imaginación sin tener la mínima sospecha que de repentinamente muchos habrían pagado con la vida esta afectuosa actividad.
Desde el primer momento la obra emigró rápidamente a otros géneros. Non había aún terminado de escribirla que un productor alemán, después de haber leído algunos capítulos, me propuso escribir la historia de Pablo Neruda y del cartero, como guion cinematográfico. Lo hice teniendo suspendido el final de la novela y cuando le entregué el guion, a gran sorpresa, me propuso dirigirla yo mismo.
Luego sucedió que Antonio Skármeta vino a Italia; eran los primeros meses del año 1983. Tenía que hacer de esta comedia una película para la televisión y filmarla durante el verano de ese mismo año en Portugal. Del casting hacen parte los actores chilenos Roberto Parada y Óscar Castro, pero le faltaba aún la musa inspiradora.
Durante un almuerzo en Roma en Plaza Dante, la casa que yo compartía con Marcela Osorio, actriz chilena, recién llegada a Roma proveniente de Barcelona, donde vivía en exilio junto a su familia, sucede un golpe de gracia: Antonio le propone a Marcela ser su Beatriz en el filme.
Pasaron tres largos meses desde ese encuentro. Marcela exasperada le escribe al escritor chileno, subrayando la procedencia tercermundista del escritor que antes la llenaba de elogios y propuestas, para después callar por todos estos meses. Inmediata la respuesta: «Querida Marcelita», escribía Antonio Skármeta, «si entre nosotros hay alguien que actúa como un tercermundista esa es usted y no yo, ya que usted no tiene telefono y llevo tres meses tratando de comunicarme con el telefono del restaurante que me dejaste y no te encuentran nunca», dice sin perder nunca esa ironia amigable que lo distingue. Las película finalmente se hizo y fue una película muy afortunada visto que venció varios premios y críticas en todo el mundo.
Ardiente paciencia, 1985
Mientras tanto se publicaba el libro, también este muy afortunado. El libro original de Antonio Skármeta fue publicado en el 1985 bajo el nombre de Ardiente paciencia; la ficción nos lleva a Isla Negra, donde el poeta chileno Pablo Neruda transcurre sus últimos años, estableciendo una divertida relación con el cartero del pueblo.
Es este el libro de Skármeta que ha obtenido mayor éxito y que ha ido desarrollando un múltiple recorrido, traducido en más de veinte lenguas. «Es un libro que ha muchas vidas y hasta ni sé cuántas veces ha sido reeditado», dice el autor. «La cosa buena de haber un libro con este grado de popularidad es que tienes la sensación de reconocerte en todos los lugares que visitas».
Diez años después, 1994
«Escribir esta novela ha sido como construir una casa en donde vivir», dice. Se demoró seis meses en completarla. Inmediatamente traducida a varias lenguas, llega a manos de Massimo Troisi, que quiere inmediatamente hacer una película. De hecho es Troisi que le pide dirigirla a Michael Radford, quien ya había dirigido 1984 (1984), adaptación de la novela de Orwell, y Misfatto Bianco (1987).
Las tomas del Il Postino (1994) inician durante el otoño del 1993 en Procida y Salina y duran once semanas. El cast elegido es notable Massimo Troisi, Philippe Noiret y Maria Grazia Cucinotta. Presentado durante el Festival de Venecia el 1 de septiembre 1994 y recordado como el testamento cinematográfico de Troisi. El actor de hecho, muere mientras duerme solo unas pocas horas de terminar la filmación. Es un libro que sin duda deja un signo y del cual se ha extraído libremente, con una ambientación caprese en vez que chilena.
El actor y director aquí interpreta el papel de Mario Ruoppolo, un hombre humilde que vive en una pequeña isla en el sur de Italia, donde el poeta chileno llegó al exilio. El personaje de Troisi se encarga de entregar el correo a Neruda y se convierte en el único cartero en un pueblo donde la población es en gran parte analfabeta. Entre una carta y la otra, Mario se siente fascinado por el artista y con él aprende a hablar de poesía y metáforas mientras su amistad genuina crece. De hecho, será el mismo poeta quien ayudará al niño a conquistar a la mujer que ama. Una historia delicada, conmovedora y profunda hecha inolvidable por el genio de Troisi.
En su discurso después de recibir el Premio Nobel de Literatura en 1972, Neruda dijo:
«Creo en esa profecía de Rimbaud, el vidente. Vengo de una provincia oscura, de un país separado de todos los demás por una geografía afilada. Yo era el más abandonado de los poetas y mi poesía era regional, dolorosa y lluviosa. Pero siempre he confiado en el hombre. Nunca perdí la esperanza. Es por eso que quizás vine aquí con mi poesía, y también con mi bandera. En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que todo el futuro se expresó en la frase de Rimbaud: solo con una ardiente paciencia podremos conquistar la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así que la poesia no habrá cantado en vano».
Cincuenta años después, 2002
Para celebrar los cincuenta años de la estancia del poeta chileno exiliado en la isla, en 2002, la alcaldesa de Nápoles Rosa Russo Iervolino descubrió una placa en el parque Virgiliano junto con el embajador de Chile y el autor de Il Postino. El mismo año, el embajador de Chile en Italia, José Goñi, realiza la reedición del libro Los versos del Capitán, en colaboración con Patricia Rivadeneira, Hernán Loyola y Teresa Cirillo.
Tan solo medio siglo después de la primera publicación anónima. La edición, impresa por la misma tipografía antigua, L’arte tipografica, un lugar mágico en el corazón de Nápoles.