Un amigo utilizaba sus 280 caracteres para decir esto:
«Banderas donde cabemos todos, frente a los que quieren apropiarse de una y de otra a uno y otro lado del espectro político. Bien Pablo Sarrión por tu valentía y por reivindicar la inclusión».
Y enlazaba estas palabras con un articulo de El Español titulado El influencer gay de Ciudadanos criticado en Colon.
Este tuit se refería a lo ocurrido el 10 de febrero en la Plaza Colon de Madrid durante las declaraciones de Albert Rivera con los medios donde detrás ondeaban bien visibles varias banderas arcoíris LGTBI, puesta a mi parecer aposta, situándose detrás de el y delante de la valla a diferencia del resto.
Sabemos que a Ciudadanos le gusta mucho el tema de estrategias políticas: ¿no será que quería diferenciarse de alguna manera de los otros partidos derechistas de la manifestación y blanquear su imagen al lado de la extrema derecha?
Nadie lo sabrá a menos que tengamos un micro abierto, como le pasó al estratega de Inés Arrimadas durante el programa de Jordi Évole.
Este tuit generó en mí unas emociones muy contrapuestas.
Dependiendo de quién metas en tu cama, una gran parte de la sociedad cree que debes votar un partido político concreto. Es como cuando vemos una persona joven con el pelo largo rubio y inferimos que tenga que votar un partido de izquierda y, al revés, una persona madura de mediana edad vestido con corbata debería votar un partido de ideología conservadora.
Muchas veces estas predicciones son ciertas, pero siguen siendo un error que hace nuestro cerebro para no trabajar demasiado.
Puede ser que la orientación sexual no sea un factor primordial que condicione el voto sino que existen otros temas que preocupan el votante gay a la hora de elegir un partido político como sus políticas económicas, exterior, de educación, las promesas electorales etc.
Perfecto. Hasta aquí entendible, ¿no?
Pero... ¿cómo explican los votantes gais que esos mismos partidos son los que abiertamente han luchado para que no tengamos los mismos derechos que los otros ciudadanos, que son los mismos que querían hacernos sentir ciudadanos de serie B, que se han manifestado con los curas por el miedo a la «destrucción de la familia» y han ido al Constitucional para tumbar la ley del matrimonio?
Tanto PP como Ciudadanos/ *Ciutadans cuentan con una larga y amplia hemeroteca de declaraciones explicando que el matrimonio homosexual crea, como dijo Albert Rivera *«tensiones innecesarias y evitables». Será porque su querido padre político, Aznar, dijo que «la unión entre homosexuales no puede ser llamada matrimonio porque esto ofende a la población».
Estoy más que seguro de que si Ciudadanos hubiera estado en el parlamento aquel 3 de julio 2005 hubiera votado que no a la reforma del PSOE. Pero mi favorita siempre ha sido en este punto Ana Botella:
«Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta».
Y así hasta llegar a palabras muy duras, que no puedo poner porque extendería los caracteres permitidos para este articulo; pero vale la pena poner lo que dijo Andrea Hermida de Nuevas Generaciones del PP en 2012: «¿Respetar a los homosexuales? Por supuesto. No hacen daño a nadie, solo a sí mismos. A ver si algún día descubren su cura».
Qué bonito.
Yo no soy nadie para decir a quién tienen que votar las personas, ni digo que todos los gais tengan que ser de izquierda, pero creo que tengo razones para no entender por qué hay gais que votan o incluso militan en partidos como PP o Ciudadanos, para no hablar de Vox, que creo que no hace falta poner lo que opina del colectivo LGTBI.
Creo que la orientación sexual es mucho más importante y nuclear que cualquier tipo de política que puede decantarnos por un partido u otro, es nuestro ser.
Y ya que este articulo ha sido inspirado por un tuit quiero acabar con un hilo de Guillem Clua:
Espero que nunca os volváis a encontrar con vuestros compañeros de manifestación, que os desprecian por lo que sois, por lo que sentís y por los derechos de los que disfrutáis. Es muy probable que ese día no llevéis encima una rojigualda para protegeros de ellos.
Pero si eso ocurriera, espero que entonces no os insulten por ir cogidos de la mano con vuestras parejas, que no se burlen de vosotros, que no os escupan, que no os tiren al suelo y ni os rompan la cara y las costillas en una paliza.
Pero si eso ocurriera, espero que tengáis la posibilidad de denunciarlo a la policía y que en comisaría se tomen muy en serio vuestro caso porque existen unas leyes LGTBI específicas que os protegen ante un delito de odio como ese.
Pero si esas leyes no existieran, espero que podáis acudir a una organización que os acoja, escuche vuestro caso, lo dé a conocer y lo ponga de ejemplo ante una sociedad que no debe mirar a otro lado. Ellos siempre estarán con vosotros, votéis a quien votéis.
Pero si esas ONG no os pudieran apoyar porque les han recortado los fondos o han tenido que cerrar, espero que podáis acudir a vuestros amigos y familiares, que abrirán las puertas de su casa y os darán el amor que os falta en un trance así.
Pero si vuestra familia y amigos os rechazaran, porque su religión, su tradición o los partidos a los que votan les han convencido de que sois ciudadanos de segunda, espero que al menos vuestro dinero y privilegios os den algún consuelo.
Y si ni siquiera eso sirviera ya, si esos derechos que hoy dais por sentados y por los que tantos han luchado y muerto de repente desaparecieran, entonces espero que os acordéis de lo que habéis hecho hoy. Insisto: espero que nada de eso os pase jamás. Lo digo de todo corazón. Eso sí, si ocurriera (y creedme que no es nada difícil) y necesitáis ayuda, llamadnos y correremos a protegeros con uñas y dientes. A pesar de todo.
Sí, a pesar de todo.