En primer lugar una advertencia: pienso que es necesario tener muy claro que quien observa las serias deficiencias institucionales que tiene el estado de Israel no es necesariamente un antiisraelí, ni mucho menos un antisemita. Más aún si además de denunciar sus deficiencias trata de entregar soluciones a las mismas aportando así de manera constructiva a que Israel supere su indiscutible aislamiento internacional.
En mi caso particular me reconozco como un admirador de los grandes logros que ha obtenido Israel en sus pocos años de vida como país moderno y además me declaro un fervoroso «amante» de dicho país, razones que avalan aún más mi necesidad de denunciar sus graves deficiencias institucionales y a aportar para que estas se superen. El tema de la democracia en Israel, su funcionamiento actual y su característica de «Estado judío» es sin duda una de sus más importantes y graves deficiencias. Ellas explican en buena parte que los árabes israelíes adopten posturas anti-Estado de Israel del cual son ciudadanos, pero con derechos más restringidos que los ciudadanos judíos del país.
Una democracia funciona cuando todos los ciudadanos de un país tienen los mismos derechos y obligaciones. ¿Es esto efectivo en Israel?
Primero vamos a parte de la historia: Israel nace legalmente a consecuencia de una Resolución de la ONU que aprueba en la Asamblea General la partición de Palestina recomendando que se formen dos países: un país árabe y otro judío.
Lo que la ONU no señaló es que desea significar con un país árabe y otro judío. La pregunta que surge es: ¿puede sostenerse en democracia ese tipo de países? Y la respuesta a mi entender es sí, pero una democracia bastante especial. Pero se puede. Y además se debe.
La ONU falló de manera fundamental al no describir qué significa que Israel sea un Estado judío y el otro árabe. Por otra parte, Israel ha manejado de una pésima manera este tema y con una buena dosis de soberbia. Por el bien del mismo Israel esto no puede seguir ocurriendo.
Actualmente existe en Israel una diferencia entre ciudadanía y nacionalidad. La ciudadanía la puede adquirir un no judío. La nacionalidad judía solo un judío. Los árabes tienen la ciudadanía israelí, y por supuesto no la nacionalidad judía. Tener la nacionalidad judía otorga derechos que no tienen los ciudadanos árabes israelíes o israelíes no judíos. Por lo tanto el Israel actual implica en la práctica, discriminación en sus derechos a quienes no son judíos.
Volvamos a la pregunta: ¿puede haber un Estado judío siendo al mismo tiempo una democracia? Sí: se puede bajo ciertas condiciones. Pienso que serían las siguientes:
Definir que Israel, en lugar de ser un «Estado judío», lo que lleva a errores de interpretación, definirlo como un Estado cuya misión es «amparar al pueblo judío y sus tradiciones». Se puede definir a este objetivo como judío a cualquiera que tenga tatarabuelos/as, bisabuelos/as o abuelos/as, o padres o madres que hayan pertenecido alguno de ellos al pueblo judío o personas que se hayan convertido al judaísmo.
Redactar y aprobar una Constitución Política del Estado de Israel que defina al país como «país judío y democrático», haciendo de esta definición la «Ley Fundamental e inamovible mientras exista el Estado de Israel». Esto se traduce en que cualquiera sea la composición poblacional de Israel, siempre será una democracia con igualdad de derechos y obligaciones para todos sus ciudadanos cualquiera sea su religión, etnia, pensamiento político, color de piel, opción de género y así sucesivamente. Y que siempre deberá cumplir con su misión de amparo al pueblo judío y sus tradiciones.
Que la institucionalidad de Israel tenga un protocolo legal adecuado para entregar la ciudadanía israelí fijado por la misma Constitución o por una legislación complementaria.
Que la institucionalidad de Israel vele por mantener su misión que le dio sentido como país desde su nacimiento que es velar por el amparo del pueblo judío y sus tradiciones, lo que no podrá ser modificado por eventuales mayorías parlamentarias. Esto se traduciría en que cualquiera sea las características de su composición poblacional, religiosa, étnica, no habrá renunciación a este tipo de misión lo que sin duda se podrá traducir en la práctica a políticas de inmigración consecuentes. La Ley de retorno para los judíos sería parte de la misma misión.
Fijar constitucionalmente y de forma absolutamente clara la separación entre religión y Estado, de manera que independientemente a la religión de cada cual todos los ciudadanos tendrán igualdad ante la ley. Resulta fundamental que la nacionalidad no tenga relación con la religión, pertenencias o ancestros de cada cual sino que se relacionará con su calidad de ciudadanos de Israel, lo que será determinado en esta misma Constitución o en alguna legislación pertinente. Así no habrá diferencias entre ciudadanos y nacionalidad.
El tema de la religión de cada ciudadano será sólo un tema de valor estadístico, como ocurre en cualquier país civilizado, pero no habrá privilegio especial para ningún ciudadano amparado en su religión de origen ni en el modo de practicarla. Esto reconoce no sólo igualdad ante la ley sino que la misión de amparo al pueblo judío se cumple en dos grandes ámbitos: 1) por ser ciudadanos israelíes con todos sus derechos, lo que incluye protección a su seguridad personal y familiar, al igual que ocurriría con el resto de los ciudadanos y 2) que se reconoce que en el pueblo judío hay muchísimas personas que sintiendo y respetando su pertenencia no forman parte de la ortodoxia o ultraortodoxia religiosa e incluso con aquella enorme cantidad de judíos laicos y que todos como ciudadanos tienen los mismos derechos y obligaciones.
Que su anhelo fundamental como país es poder vivir en paz con todos sus vecinos y con todos los países del planeta.
Sólo de esta manera es posible que Israel sea una verdadera democracia, no sólo para sus ciudadanos judíos como ocurre en la actualidad, lo que sin duda es algo injusto e insostenible en el tiempo y que pasa a ser sin duda uno de los aspectos de su institucionalidad que lo aísla internacionalmente como país.