Cuando era niño, solíamos disfrazarnos en mi escuela, como en casi toda escuela porteña, de diferentes personajes de la sociedad del 1800 para representar las fiestas patrias. Teníamos diferentes disfraces y sorprendentemente, muchos de ellos eran personas de la raza negra, así que nos pintaban la cara con un corcho quemado, para representar a una sociedad que ya no era la misma en términos de raza y de la que además no ha quedado vestigio de ella. No existía en mi curso ninguna evidencia de antepasados negros. El 100% de los alumnos de mi curso eran provenientes de familias inmigrantes europeas, por eso acudíamos al corcho quemado.
Estos negros esclavos fueron parte también de la influencia cultural y musical; allá por mediados del 1800, llegaban a ser casi el 30% de la población porteña. Contaban con el aprecio del presidente Juan Manuel de Rosas y fue la época donde los negros tuvieron la mayor participación e influencia en la sociedad porteña a la par de una utilización política, claro. Ya para el 1840 se abolió la trata de esclavos y en el 1853 quedó plasmada en la Constitución Nacional.
Los negros tenían un baile muy sensual, bailaban al ritmo de candombe y milonga. Muchas veces esos bailes fueron censurados, prohibidos y aislados a lugares cerrados. Humildes ranchos, de paja con pisos de tierra alisados y arenados para el baile. Se agrupaban en sociedades que llamaban naciones y tenían su rey y su reina que se sentaban durante la tertulia en un trono y tenían lugar para visitas importantes, como lo fue Rosas muchas veces (el pintor Martín Boneo lo representa muy bien en su obra: Candombe Federal, 1836).
Todavía puedo sentir en mi cara la sensación del corcho raspando y tiznando al mismo tiempo. Lo que sí fue muy claro en mi escuela es que, así como el baile de los negros fue prohibido, se continuaba prohibiendo lo que posteriormente se llamaría tango, jamás hemos bailado un tango, sino que bailábamos al ritmo de un minué o algún ritmo afín para representar la sociedad del 1800 con influencia de la corona española. Los vestigios de esa cosa pecaminosa y prohibida de raíces negras se mantuvieron siempre en las escuelas. En la clase de música y expresión artística hemos cantado y bailado todos los ritmos del folclore argentino como chacarera, zamba, gato y demás, pero nunca un tango.
Ahora, era muy claro en ese tiempo, en el momento en que salíamos de la escuela, al pasar por el kiosco, sonaba un tango. En el taller mecánico de mi vecino, sonaba un tango. En la peluquería de mi tío Cholo se abría la puerta a la mañana y se encendía la radio de tango, se preparaba el mate y se apagaba al cierre del día. Mi mamá encendía y todavía enciende la radio de tango al despertarse y se apaga antes de ir a dormir.
Ese aporte negro a la sociedad tuvo un momento de exterminio y desaparición.
Hacia 1880, después de la presidencia de Sarmiento (1868-1874) la población negra pasó en la ciudad de Buenos Aires de representar el 30% del total al 1,5%. En este periodo suceden los dos hechos a los que se le ha asignado haber causado la muerte en masa de los afroargentinos: la Guerra del Paraguay (1864-1870) y la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires (1871).
Los negros habían muerto para el 1880, pero habían dejado plasmado en la sociedad su música, su baile tan sensual, con su abrazo y su aporte al dialecto porteño mas tarde desarrollado como lunfardo. De los negros provienen palabras como: mucama, bochinche, dengue, mondongo, quilombo, marote, catinga, tamango, mandinga, candombe y milonga.
En el 1880 la población de Buenos Aires era de 200.000 habitantes aproximadamente y para el 1910, llegaba a 1.200.000. Italianos, españoles, alemanes, griegos, armenios, y podría decir que era posible encontrar representaciones de colonias de casi todos los países europeos en Buenos Aires.
En 1885 llega a Buenos Aires con 25 años, Luiggi Monti de Italia, mi bisabuelo, como tantos miles y miles de inmigrantes europeos en búsqueda de una vida mejor, de un futuro para sus hijos, de un terreno donde construir su casa, de alimento para la familia. Cada inmigrante europeo traía consigo un bagaje de cosas, y una de esas fue su música. Casi todos los hijos de Luiggi fueron músicos.
En términos musicales, comenzaba a fusionarse como en un crisol todos estos ritmos. Aparecen los piringundines, como una necesidad social, ya que la mayoría de los inmigrantes eran hombres solos, que venían a preparar el terreno para posteriormente traer a su familia, y las mujeres escaseaban, el contacto con el sexo opuesto era en las casas de citas. Habaneras, polca, corrido, vals, chotis, compartían muchas noches un mismo espacio. La lírica y la canzonetta italiana daban su aporte a esta fusión de la época también.
En esas reuniones de fiesta y baile, ¿quién ponía la música? A veces se formaban dúos, tríos o incluso pequeñas orquestas de forma improvisada, se reunían entre ellos los que tenían instrumentos o sabían tocar algo. Eran analfabetos, por lo que no entendían de notas o partituras, tocaban de oído y de memoria, por eso fue difícil encontrar la impronta de un primer tango, no había nadie que lo escribiera. A pesar de esto, se estima que este primer tango documentado de difusión popular fue El Queco. Queco era una manera de llamar al prostíbulo
Muchos tangos criollos eran versificados, otros nacían del pueblo, narrando algún acontecimiento de la actualidad, estas eran características propias del tango andaluz. Por ser originario de los lugares más pobres del Río de la Plata, por tener letras atrevidas y hasta groseras y por tener un baile considerado atrevido, obsceno y amoral, el tango causaba el rechazo de la alta sociedad, esta tenía prohibido escuchar o bailar esta música.
Cuando el tango comenzó a ser bailado entre hombres y mujeres, fue prohibido por incitación a la lujuria, la gente se vio obligada a bailarlo en lugares ocultos hasta principios del siglo XX. Era concebido como «vulgar» por los estratos más conservadores, marginado socialmente por buscar la sensualidad y el placer.
A finales del 1800, el tango estaba empezando a tomar forma en Buenos Aires y mi historia familiar empezaba a establecerse en la prospera Argentina.