En días pasados tuve la posibilidad de observar un vídeo de una manifestación de musulmanes en alguna calle de Londres y me surgió dedicar esta columna mensual a comentar no solo el vídeo sino el trasfondo del evento.
Lejos por supuesto del contexto religioso; donde se nota que la mayoría son de los musulmanes muy religiosos, quizás hasta de doctrinas fundamentalistas, un aspecto que es trascendental es la demostración de fuerza que dan este tipo de manifestaciones en público, es una manera de decir «estamos aquí, véanos". Esta clase de demostraciones de poder son comunes en las calles de Londres, París, Berlín, Oslo y otras ciudades europeas donde los musulmanes pretenden combatir los ataques contra su colectivo o mostrar que son una minoría con voz que se escucha entre las distintas esferas de sus diferentes países de acogida o de arraigo.
A diferencia de otras minorías que han sido golpeadas y maltratadas a lo largo del tiempo en Europa, los musulmanes, principalmente los que son «importados» recientemente, cuando deben salir y hacerse sentir no tienen reparos en hacerlo, basta con ver manifestaciones en Alemania, Francia, Bélgica, Inglaterra, Suecia, entre otras para una minoría que no cubre ni siquiera el 10% promedio de los distintos países europeos. Ellos dejan en claro lo que es la fuerza de la Nación Islámica (Umma), la cual desde un punto de vista integrista supera a cualquier identificación con un Estado – Nación donde se desarrollen.
Cabe la pena destacar en cuanto a la cantidad de musulmanes que hay actualmente en Europa, que Bulgaria y Chipre son los países en términos porcentuales donde viven más musulmanes en toda Europa con 25,3% y 13,7% respectivamente, mientras que en términos de números reales Francia y Alemania son los países donde más musulmanes viven de toda Europa con casi 6 millones y 5 millones respectivamente, según un informe que apareció en marzo anterior en Forum Libertas. Igual la perspectiva que hay entre la población es que la cantidad de musulmanes en el continente es mucho mayor, colocándolos en niveles exorbitantes, quizás por lo mismo mencionado al principio, esto es, que esta comunidad, cuando es necesario, se hacen sentir.
Ante el panorama anterior, hay grupos que de forma apocalíptica anuncian que, al menos el caso de Francia, se transformará en una República Islámica en algunos años, por el crecimiento de su población islámica. A esto se suma que el porcentaje mayoritario de los musulmanes franceses son de origen magrebí por el pasado colonial francés en esa zona al Norte de África, principalmente marroquíes y argelinos, quienes además profesan posiciones integristas y fundamentalistas en ocasiones con respecto al islam que practican, además que han sufrido de fuertes índices de discriminación dentro de la sociedad francesa, lo que les ha llevado a buscar como alternativa agruparse en comunidades de orígenes similares o guetizar la sociedad ante los problemas de integración en ocasiones.
Los musulmanes ingleses que han sido el objeto de inicio del artículo, representan el 5% de la población de ese país y sus orígenes son también de tipo colonial siendo mayoritariamente descendientes de afganos, pakistaníes, bangladesíes, el norte de India (musulmana), donde se sumarán otras poblaciones del Medio Oriente, África subsahariana y los Balcanes.
En los últimos años se ha temido el crecimiento de mezquitas de corte wahabista en el corazón de Londres, fundadas y financiadas con dinero proveniente del Medio Oriente, principalmente Qatar y el Reino de Arabia Saudita. Esto ha puesto en alerta a diversos grupos adentro del Reino Unido, y alarmado a los grupos de extrema derecha que utilizarán como justificación este empuje del integrismo en su país para atacar a todos los musulmanes sin contemplaciones, lanzando el asunto a una guerra campal entre integristas y fascistas, dejando en el medio a los grupos que no pertenecen a ninguno de los dos extremos del problema.
Es por lo anterior que en caso que otros musulmanes de una fuerza menor se sientan amenazados, van a recurrir o se van a respaldar en la parte «dura» de la Umma que está en el corazón europeo, y la misma se encargará de dar un golpe en la mesa y poner en jaque a las autoridades locales, las cuales en los últimos años no han mostrado una firmeza para aplacar los movimientos radicales por temor a que se les pase la mano y terminen por actuar de modo discriminatorio, lo que les deja en una situación de poca efectividad para anticipar que el crecimiento paulatino de una comunidad islámica radicalizada tome más control y poder entre los colectivos que no obedecen a un comportamiento integrista, que finalmente sean silenciados y esto continúe llevando a las calles manifestaciones violentas que se vean respondidas con respuestas violentas del extremo contrario.
El virus del radicalismo se ha impuesto en las comunidades islámicas a través del miedo; el antecedente del odio contra los judíos deja claro lo que podría llevar este proceso de otroriedad contra las minorías en Europa, y este temor aparece constantemente por medio del rechazo contra un colectivo, por lo que sumado a un temor religioso de «asimilación» -lo que ha llevado a asesinatos por honor aún en Europa (y que podría abordar en futuros artículos)-, genera un caldo de cultivo para que se ocasionen nuevos desastres en un continente que como de forma insistente he mencionado en otros artículos sobre el tema de los extremos, no termina de aprender la lección del pasado.