El pasado viernes 12 de octubre se estrenó en Estados Unidos (en Venezuela lo hará dos semanas después) la película sobre la vida de Neil Armstrong (1930-2012), dirigida por el ganador del Óscar en el 2017 a mejor dirección (por La La land), Damian Chazelle, y protagonizada por el dos veces nominado al premio de la Academia como mejor actor: Ryan Gosling.
La esperamos con gran expectativa y emoción, debido a que desde muy pequeños queríamos ser astronautas. No era simple deseo infantil como el ser bombero o policía porque siempre quedó en nosotros la profunda admiración por la épica de la conquista del espacio. Una saga que anhelamos pueda unir a la humanidad en un proyecto común, que nos aleje de las historias heroicas belicistas y haga de la ciencia el lenguaje y la mística a compartir. Ante la vastedad del Universo y las grandes dificultades a superar, quizás podamos aprender lo que Carl Sagan nos planteó en su libro Un punto azul pálido (1994): que al ser conscientes de lo minúsculo que es nuestro planeta nos haremos humildes y más responsables para
«tratarnos los unos a los otros de forma más amable y compasivamente, y preservar y querer este punto azul pálido (que es la Tierra), el único hogar que siempre hemos conocido».
La carrera espacial (1957-1975); entendiendo por tal la competencia que se dio en medio de la Guerra Fría (1947-1991) entre los Estados Unidos (EEUU) y la Unión Soviética (URSS) por colocar satélites artificiales y seres humanos en el espacio exterior y finalmente aterrizar en la Luna significó un halo de esperanzas ante la amenaza del holocausto nuclear. Desde el espacio no se veían las fronteras nacionales e ideológicas y la tecnología aeroespacial junto a la astronomía se convertían en el idioma universal, pero también está el hecho de ser una aventura loable como parte del natural deseo de exploración de la humanidad y que implicaba grandes sacrificios (hasta el 2003 van 23 víctimas) lo cual generaba un nuevo tipo de héroes. Algo paradójico porque precisamente los avances logrados en este aspecto serían usados para los misiles que llevaban cargas atómicas. Pero fue así desde el inicio de los estudios de la cohetería, aunque la historiografía hasta ahora nos muestra como los precursores de la misma, Konstantín Tsiolkovski (1857-1935), Robert Goddard (1882-1945), Wernher von Braun (1912-1977) y Serguéi Koriolov (1907-1966), tenían como gran sueño la conquista del espacio y no su aplicación militar.
Las mayorías se «emocionaron» (e incluso hubo algo de paranoia al principio) con la carrera espacial gracias a la atención que le dio la prensa y la propaganda de ambas potencias. Hubo una intención clara de los dos Estados para mostrar sus logros tecnológicos, como si el ser los primeros en cada nuevo reto fuera una prueba de la superioridad de cada sistema y nación. El mundo entero siguió cada nuevo evento desde aquel 4 de octubre de 1957 cuando los soviéticos colocaron el satélite artificial Sputnik 1 en órbita, para después seguir venciendo a los Estados Unidos en llevar a un ser vivo al espacio (la perrita Laika el 03-XI-1957), un ser humano (el cosmonauta Yuri Gagarin el 12-IV-1961), una mujer (la cosmonauta Valentina Tereshkova el 16-VI-1963) y realizar una caminata espacial (el cosmonauta Alexei Leonov el 18-III-1965). Estados Unidos, ante su «derrota» subiría la apuesta y el 12-IX-1962 el presidente J. F.Kennedy daría su famoso discurso donde se establecía como meta llevar un hombre a la Luna.
De dicho discurso no se puede dejar de tomar en cuenta esta frase que está en sintonía con la idea universalista y heroica dominante en la carrera espacial:
«We choose to go to the moon in this decade and do the other things, not because they are easy, but because they are hard, because that goal will serve to organize and measure the best of our energies and skills, because that challenge is one that we are willing to accept, one we are unwilling to postpone, and one which we intend to win, and the others, too».
El interés de la gente por el espacio ha sido interpretado por el cine desde sus inicios desde la perspectiva de la ficción, algo entendible porque los cohetes eran el hobby experimental de unos pocos en la era de la post Gran Guerra (1919-1939). Lo malo es que siempre ha sido así hasta ahora, y los filmes que han pretendido la reconstrucción histórico-cinematrográfica son bastante escasos en comparación con la space opera y la ciencia ficción. Un primer film es el biopic de 1960 *Wernher von Braun, coproducción de Estados Unidos y Alemania Federal dirigida por J. Lee Thompson (1914-2002) y protagonizada por Curd Jurgens (1915-1982), la cual tuvo claras intenciones propagandísticas al fortalecer los sueños de conquista del espacio y la Luna de este precursor de la cohetería, por encima de su rol como director del programa de los misiles (V1 y V2) con cargas explosivas de la Alemania nazi (donde morirían más prisioneros-esclavos produciéndolas que por su uso como arma: 25.000 personas aproximadamente).
La contrapartida de la URSS llegó en 1972 con el biopic de Serguéi Koroliov dirigido por Daniil Khrabrovitsky (1923-1980): Ukroshcheniye ognya (en español: Amansando el fuego). En ambos países se establecerá así una tradición en el cine sobre el tema (y First Man por su tráiler no parece contradecirla), la cual consiste en resaltar las virtudes heroicas de los protagonistas, y que las imágenes permitan desarrollar un un canto al espíritu humano que no se rindió a pesar de tamaña empresa, espíritu que pareciera no tiene distinción nacional aunque cada documental y película nos llena de símbolos patriotas.
Los documentales fueron los únicos que relataron estos hechos en la década de los setenta, hasta que Philip Kaufman nos ofreciera en 1983: The Right Stuff (llamada acá Elegidos para la gloria) sobre los primeros siete astronautas de los Estados Unidos dentro del Proyecto Mercury que fueron a la cola de los cosmonautas. Es una larga película de tres horas que revisa la vida de cada uno de ellos dándole gran importancia a las pruebas y entrenamientos a los que se sometieron y lo que padecieron sus familias en especial sus esposas. La época está perfectamente representada y los efectos son muy buenos vistos a la distancia, aunque también se apoya en material documental. Ganó cuatro Óscares. Sobre dicho proyecto y los documentales se debe nombrar el estrenado este año sobre las pruebas que se hicieron a mujeres para ser astronautas de Netflix: Mercury 13 (David Sington, Heather Walsh).
La perspectiva heroica se confirmará y así puede probarse en las siguientes películas. En 1995 Ron Howard dirige Apolo 13 la cual fue protagonizada por Tom Hanks maravillándonos con las mejoras en los efectos especiales (por ello fue nominada a siete Óscares, ganando dos: edición y sonido). Hanks después produciría una serie de 12 capítulos con HBO en 1998 llamada From the Earth to the Moon dedica al Proyecto Apolo (ganó el Globo de Oro a mejor miniserie para TV). La misma, por ser una larga serie, nos ofrece muchos detalles técnicos y de contexto epocal, aunque siempre con los astronautas-héroes en el centro de la trama.
En 1999, Joe Johnston con October Sky muestra la juventud de Homer Hickam (1943) quien inició su vocación como ingeniero aeroespacial gracias al impacto del lanzamiento del Sputnik. En el 2016 Theodore Melfi con Hidden Figures (nominada a 3 Óscars entre ellas al de Mejor Película) combina las biografías de 3 mujeres afroamericanas (Katherine Johnson: 1918; Dorothy Vaughan: 1910-2008 y Mary Jackson: 1921-2005) que trabajaron para la NASA en el cálculo y la programación por computadora de las trayectorias de los cohetes.
Los rusos, además de la película anteriormente citada de 1972, trataron el tema indirectamente en dos films del 2005 y 2008: Kosmos kak predchuvstvie de Aleksey Uchitel y Bumazhnyy soldat de Aleksey German; hasta que en el 2013 y el 2017 respectivamente producen los biopics de Yuri Gagarin y Alekséi Leónov: Pervyy v kosmose (Gagarin: el primero en el espacio) de Pavel Parkhomenko y Vremya pervykh (Caminata espacial) de Dmitriy Kiselev. Ambas son verdaderas hagiografías donde se nos presentan todas las dificultades que debieron pasar los cosmonautas, pero también algunos retos técnicos a ser superados. En las dos, los efectos especiales para mostrarnos los cohetes son muy buenos y Serguéi Koroliov es representado como un hombre que siempre buscó evitar sacrificar tanto vidas como misiones por la presión que le establecían los militares y los dirigentes. A pesar de las constantes imágenes relativas a la nación rusa, hay un claro mensaje de ser una empresa científica y de toda la humanidad, como en el resto de la cinematografía nombrada.
Al comparar con otros hechos históricos nos extraña que haya sido tan poco atendida la carrera y exploración espacial por el cine. El mismo posee una gran dosis de aventura y suspenso, y claramente es valorado, pero sabemos que su producción es costosa y parece que no genera los dividendos que se esperan. En todo caso aplaudimos el estreno de un nuevo film, anhelando que sea exitoso y mantenga el deseo de seguir haciendo películas sobre el tema. En nuestro caso, ¡queremos verla ya!